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Entrevista María Luz Morán Calvo-Sotelo, rectora Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP)

“Si no hacemos cambios, la UIMP puede dejar de ser relevante a medio o largo plazo”

La rectora de la UIMP, María Luz Morán Calvo-Sotelo.

Laro García

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María Luz Morán Calvo-Sotelo (Buenos Aires, 1957) se convirtió a finales de 2018 en la primera mujer al frente de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP). Desde entonces, reconoce que no ha podido disfrutar de un verano “normal”. La pandemia truncó el año pasado los tradicionales Cursos de Verano en el Palacio de La Magdalena de Santander y en este 2021 ha tratado de recuperar el pulso, pero con todas las dificultades añadidas por la crisis sanitaria. Además, esta doctora en Ciencias Políticas y Sociología y catedrática de la Universidad Complutense de Madrid ha tenido que afrontar unos meses “complicados” tanto en lo personal como en lo que afecta a la institución, que se ha visto envuelta en una tensa batalla política que apunta directamente a su gestión. Pese a las críticas, señala que su compromiso “es claro” y recuerda que su mandato finaliza en diciembre de 2022. Además, admite que “el principal problema de la UIMP no es el económico” y apuesta por un cambio de rumbo que permita adaptarse a las nuevas circunstancias. “Si no hacemos cambios, la UIMP a medio o largo plazo puede dejar de ser relevante”, insiste.

Acaban de concluir los Cursos de Verano de la UIMP, en un año que ha calificado como “muy complicado”. ¿Qué balance hace como rectora de la institución?

Teniendo en cuenta las circunstancias y el contexto, echando la vista atrás, estamos todos bastante satisfechos. La valoración es buena. Nos quedan unas semanas para hacer el análisis final sobre el número de estudiantes, el número de cursos, las encuestas de satisfacción... pero teniendo en cuenta la situación, el balance no es malo. No ha sido un verano normal, eso no lo niego. Cuando abrimos en diciembre el periodo para la recepción de propuestas, vimos por un lado que había un cierto descenso, pero sobre todo percibimos a partir de los meses de abril, mayo y junio que propuestas que se habían planteado, que habían recibido una evaluación positiva y que ya teníamos en el programa, se iban cayendo fundamentalmente porque los directores y directoras de los mismos veían que tenían un porcentaje muy alto de ponentes con serias reticencias a venir a Santander. Algunos los pudimos recuperar, muchos los pudimos mantener con un sistema híbrido con ponencias online, pero otros finalmente nos comunicaron, más tarde de lo que hubiéramos querido, que lo dejaban para el año siguiente.

¿Este sistema de teleformación viene para quedarse o es una solución de emergencia para salvar una coyuntura excepcional como la que estamos atravesando?

Creo que viene para quedarse, pero lo que no sé aún es el grado de satisfacción que provoca. Tenemos que esperar un poco para evaluar las ventajas y desventajas. Hay una ventaja evidente: es mucho más fácil convencer a alguien muy sobresaliente dentro de su campo, con una agenda muy ocupada, para que participe durante un par de horas con su ponencia y el debate posterior. Y es evidente también que eso reduce costes. Y es cierto que funciona. Lo sabemos todos, porque en el último año nos hemos acostumbrado a las videoconferencias. Por otra parte, en el caso concreto de la UIMP, se había empezado mucho antes. Ya teníamos antes de la pandemia el streaming y algunas ponencias online. Dicho todo esto, si hablamos de los Cursos de Verano en La Magdalena, el plus es la presencialidad. El hecho de estar aquí unos días conviviendo, desayunando, comiendo y cenando, compartiendo tiempo entre ponentes y estudiantes, es un añadido que todas las personas con las que he hablado, que son muchas, recuerdan de su paso por Santander. Tomarte un café, una caña o unas rabas con un ponente aporta algo distinto. La UIMP tiene que seguir apostando por la presencialidad, aunque la participación online se quedará. Tenemos que encontrar el equilibrio para mantener ese incentivo de la convivencia.

Los datos, tanto de cursos como de actos culturales y el número de alumnos y profesores que asisten, están muy lejos aún de las mejores épocas de la UIMP. ¿Se debe únicamente a las restricciones derivadas de la pandemia o tienen que ver también con un cambio de escenario al que la Universidad debe adaptarse en los próximos años?

Es evidente, y esto lo han visto todas las universidades convencionales, que toda la oferta no obligatoria, más allá de los estudios reglados de Grado o Posgrado, han disminuido claramente como consecuencia de la pandemia, entre otras cosas. Un alumno o una alumna matriculada en Derecho o Veterinaria seguirá matriculada y cursando sus estudios a pesar de todo. A partir de ahí, matricularte en un curso de verano que supone un desplazamiento y un gasto extraordinario en una situación de incertidumbre, es lógico que se vea afectado. Ocurre en todas las universidades en España. Eso es coyuntural, pero hay una cuestión más estructural que la UIMP debe de tener en cuenta, que es la enorme competencia desde hace años, pero acelerado por la pandemia, por un incremento exponencial de cursos online, por ejemplo, de especialización profesional. Y, además, a muy buen precio. Cualquiera puede ahora hacer un curso ofertado por Harvard, el MIT o La Sorbona sobre la cuestión específica que necesitas en tu carrera. Eso es una cosa que la UIMP debe tener en cuenta.

¿Y qué efectos inmediatos ha tenido la COVID para la UIMP más allá de los evidentes que está comentando por las limitaciones de aforo o por los problemas de movilidad de algunos ponentes o estudiantes?

Más allá de eso, como toda la administración pública, tuvimos que pasar al teletrabajo. Es conocido el debate sobre los pros y los contras. Nosotros lo hicimos razonablemente bien, es cierto que con la colaboración de los trabajadores y el esfuerzo de los servicios de Informática, pero pudimos trabajar desde casa con gran voluntarismo por todas las partes, con nuestros ordenadores particulares, nuestra wifi... Tuvimos que pasar a online nuestra oferta de Posgrado y algunos cursos breves. Al mismo tiempo, han sido unos meses de reflexión sobre esos problemas estructurales en la oferta académica de una Universidad como la UIMP.

Y supongo que como en todos los sectores, ha lastrado también a las cuentas. ¿Hasta qué punto es delicada la situación económica de la UIMP?

La situación económica de la UIMP no era buena desde hace tiempo. La UIMP es un caso muy particular, y efectivamente la situación económica no es boyante. Es cierto que hemos mantenido una capacidad de captación de patrocinios mayor que la media, pero es cierto también que la reducción de la actividad y la caída de la matrícula, mientras se mantienen los gastos fijos, básicamente las nóminas, supone un problema. La caída, no tanto del número de cursos como de estudiantes, porque las matrículas online no se pagan igual, como es lógico, provoca una dificultad añadida. Este verano hemos mantenido estrictamente el número máximo de 30 personas en nuestras aulas en el Palacio de La Magdalena y en Las Llamas, y eso supone una pérdida importante de ingresos.

¿Y esta circunstancia cómo debe afrontarse? ¿Con una mayor financiación pública?

Sinceramente, el principal problema de la UIMP no es el económico. Es decir, son momentos duros, es evidente. Estamos en un momento de crisis económica, más allá de la cuestión sanitaria, y el plus de un curso de verano puede quedar en un segundo plano. Digo que el problema de la UIMP no es tanto económico porque recuerdo siempre que el primer verano en el que estuve, en 2019, logramos superávit. Es cierto que con una política muy austera, pero eso es factible. El problema de la UIMP es la necesidad de adaptarla a las nuevas demandas de formación, más aún después de la pandemia. Somos muy buenos en esto, lo repito siempre, pero debemos adaptar la UIMP a nuevas demandas y nuevos públicos. Y por otro lado, debemos buscar también líneas de desarrollo que permitan que la UIMP siga siendo una Universidad relevante dentro de un sistema universitario español que ha cambiado mucho en los últimos años.

¿Pero peligra su continuidad a largo plazo?

La necesidad de incorporar cambios es sí o sí, porque si no hacemos cambios, la UIMP puede dejar de ser relevante, no ahora, pero sí a medio o largo plazo. Y eso sí es un problema que hay que abordar. Hay un problema económico, pero repito que en 2019, tratando de ser muy eficientes en nuestras tareas, logramos superávit. Tenemos que abrir nuevas líneas de trabajo, además de recibir una mayor financiación pública, que también.

Tomó posesión como rectora a finales de 2018 tras su nombramiento por parte del Patronato. Teniendo en cuenta todas estas circunstancias de las que está hablando, ¿cuál es su proyecto académico y de futuro para la UIMP?

Presenté el 9 de junio al Patronato un proyecto de trabajo para el año 2021-2022, con algunas líneas de trabajo que ya hemos iniciado, que por un lado vuelvan a situar a la UIMP como una Universidad que colabora con el resto de universidades y que colabora con las administraciones públicas. Esto se debería concretar en que la UIMP sea una Universidad que permita la difusión de la investigación realizada en España y, al mismo tiempo, que complemente la formación de los jóvenes investigadores. Este año hemos iniciado esta línea de trabajo en colaboración con el CSIC, por ejemplo. Además, otra línea en la que trabajamos y queremos reforzar es el ser una Universidad que contribuya a la formación de los empleados de las administraciones públicas y sirva para el debate y la difusión de políticas públicas relevantes en España. Finalmente, la tercera pata es el seguir siendo un lugar de difusión de aportaciones culturales muy importantes que se están realizando en nuestro país. Esto pasa por recuperar un campo que ha estado muy afectado por la pandemia, que es el de la enseñanza del español, pero también con algunos proyectos concretos de actividades culturales de primer nivel y que tienen menos acceso a los ámbitos más comerciales de la cultura.

Un cambio de calado como el que plantea requiere necesariamente de tiempo. ¿Dispone de ese tiempo esta rectora?

Yo tengo algo más de año y medio para agotar el mandato, pero algunas de las cosas que he mencionado ya están en marcha. Es un cambio de calado, sí, pero no pretendo romper con ninguna de las tradiciones ni de las líneas de la oferta académica que ha caracterizado desde hace muchas décadas a la UIMP. Mi compromiso es claro. Mi mandato finaliza en diciembre de 2022 y repito que algunas de estas acciones ya las hemos puesto en marcha.

La lógica de las universidades es que siempre son incómodas frente al poder, porque son lugares de reflexión, de innovación y de crítica. Tienen que tener autonomía. Y no hablo solo de autonomía de gestión, sino de autonomía de pensamiento

Hay muchas cosas que hacen diferente a la UIMP y que la convierten en un caso único dentro del sistema universitario español, pero a lo largo de todos estos años siempre ha estado al margen de la batalla política, una tradición que en los últimos meses se ha roto. ¿Cómo está viviendo las continuas críticas que se están realizando desde partidos como el PP, Ciudadanos o Vox?

Es una situación incómoda para mí personalmente, claro, pero yo no importo tanto en este tema. Para la UIMP es una situación inédita e indeseable. A mí no me corresponde como rectora el valorar las razones de por qué la UIMP en general, y mi gestión en particular ,se han convertido en Cantabria en un tema tan polémico y tan azuzado por determinadas formaciones políticas. Desde mi posición institucional, yo no puedo ni debo hacer ningún comentario. En mi intervención en la clausura de los Cursos de Verano sí dije que la lógica de las universidades es que siempre son incómodas frente al poder, porque son lugares de reflexión, de innovación y de crítica. Tienen que tener autonomía. Y no hablo solo de autonomía de gestión, sino de autonomía de pensamiento. Creo que la Universidad es un lugar para la política con mayúsculas, para el debate razonado. Son un elemento clave para la formación de la ciudadanía y tienen que estar al margen de la política con minúsculas. Efectivamente, ha sido un verano muy duro. Por un lado, porque el trabajo añadido ha sido poco valorado. El esfuerzo por mantener la presencialidad en los cursos ha sido muy grande. Aquí todas las semanas hemos tenido, en los tres lugares en los que se imparten las clases y donde se alojan los ponentes y estudiantes, a varios centenares de personas conviviendo cada semana. Y eso, con las restricciones sanitarias, es un trabajo muy, muy complicado. Lo que antes dábamos por supuesto, ahora exige turnos estrictos,. Afortunadamente hemos tenido muy pocos casos, pero ha habido positivos y hemos tenido que tener aislados, por ejemplo. Son cosas que no hay que contar, pero nosotros sabemos quién ha estado presente en cada una de las aulas en cada una de las franjas horarias, porque aquí entran y salen muchas personas cada día. En Santander siempre tenemos mucho trabajo, porque al margen de los cursos breves, y esto se olvida, nosotros tenemos otros cursos en las diferentes sedes, tenemos los posgrados, tenemos los curso de español... Y hay que seguir, la maquinaria sigue funcionando.

Y esas críticas hacia su gestión que se han venido repitiendo este verano, principalmente desde el ámbito político, ¿le hacen sentirse cuestionada en el cargo o le son totalmente ajenas?

Yo debo mi lealtad absoluta al ministro de Universidades, y creo por otro lado que el apoyo que me prestó el Patronato de la UIMP el pasado 9 de junio, con comentarios, críticas y sugerencias, pero con un ambiente positivo, es suficiente. Aunque debo reconocer que personalmente sí que me afectan esas críticas. No porque no las acepte, porque creo que hay muchas cuestiones a las que una rectora debe de estar abierta, a sugerencias tanto del equipo de gobierno como de los trabajadores o los miembros del Patronato. Procuro escuchar y consultar, y no tengo ningún inconveniente en reconocer errores o que mi punto de vista no es el acertado. He procurado siempre hablar con quienes saben más que yo sobre un determinado tema para mejorar. Lo que sí que me ha afectado es que una parte muy importante de lo que se me ha reprochado simplemente no es verdad. Y eso sí que me asusta, no solo como rectora, sino como ciudadana. Me preocupa que los medios de comunicación difundan informaciones que son fácilmente contrastables, emitidas por personas que no sé muy bien de dónde se han sacado esos datos y que es muy sencillo de contrastar. Por ejemplo, cuando se dijo que solo se habían dado 20 cursos de verano en Santander, eso no es verdad. Pero es que basta con entrar en la página web y comprobarlo. Cuando se dijo que el equipo de gobierno se había ido de vacaciones todo el verano, eso simplemente no es verdad. ¿Cómo se pueden difundir esas mentiras si la capacidad de contrastarlas es tan simple?

¿Y a qué achaca esos ataques?

No lo sé...

¿No hay margen para la autocrítica? ¿No deberían responder de una forma más contundente si consideran injustos esos ataques como su labor al frente de la UIMP?

Hicimos una rueda de prensa para explicar algunas de esas cosas que no eran ciertas. Pero por otro lado, es entrar en una lógica del debate político partidista que a mí no me corresponde. Es complicado.

¿Y se ha planteado dimitir o tiene claro que agotará su mandato?

Yo soy una persona que tiene metas a corto y medio plazo. En estos momentos, mi primera meta es acabar el verano, que no finaliza cuando se cierre aquí el último curso, sino que hay que hacer la evaluación y el balance económico y académico. Estamos en el inicio del curso de posgrado. Estamos con la preinscripción, en la matrícula, en la gestión de cada uno de los másteres, y esto me tendrá ocupada en las próximas semanas. Este es un compromiso claro con la Universidad. En principio, yo me había planteado agotar los cuatro años de mandato. Soy una académica y a mí lo que me gusta es dar clase, hacer mis investigaciones, escribir mis cosas, y siempre he tenido claro que cuando acabara en la UIMP volvería a la Universidad Complutense, a lo ha sido mi vida durante muchos años y a donde quiero regresar. En cualquier caso, vamos a ver qué pasa en otoño. No tengo ninguna idea a corto plazo más allá de la de ir cumpliendo metas.

Hay una cuestión que no puede pasar desapercibida, y es que cuando fue nombrada por el Patronato de la UIMP, el ministro de Universidades era Pedro Duque. Luego se produjo un cambio en el Gobierno de España, tras las elecciones generales, y ahora el máximo responsable es Manuel Castells. Con su llegada, se habló abiertamente de su relevo, incluso se filtró el nombre de su posible sustituta. ¿Se siente apoyada por el ministro actual?

Como es lógico, y esto fue en febrero de 2020, si no recuerdo mal, una vez nombrado Manuel Castells como ministro de Universidades, yo tuve una reunión con él y puse mi cargo a su disposición. Él me reiteró su confianza en esa reunión. Efectivamente, había habido rumores en la prensa y demás, pero repito que yo hice lo que tenía que hacer. A mí me había nombrado un ministro y un equipo concreto y con este cambio puse mi cargo a su disposición, y fue el ministro actual el que me reiteró su confianza y el que me dijo que su idea era que yo acabara el mandato. Desde entonces, yo mantengo una relación constante con el Ministerio, en concreto, con el secretario general de Universidades, y en medio, llegó una pandemia. Es cierto que lo que eran reuniones muy frecuentes de forma presencial se convirtieron en reuniones online, pero estos próximos días yo vuelvo a Madrid y espero tener la próxima semana una reunión con el secretario general de Universidades y quizás con el ministro...

Se ha puesto el foco en los relevos constantes en su equipo rectoral, con las dimisiones de dos vicerrectores, cuatro secretarios generales, un gerente y un vicesecretario general. ¿Cómo explica este baile de nombres?

Me hubiera gustado tener más estabilidad en el equipo, eso es cierto, aunque echando la vista atrás el otro día a lo que había ocurrido con otros rectores, la verdad es que la circulación de vicerrectores, secretarios generales y gerentes ha sido muy alta siempre en la UIMP. Eso tiene que ver, a mi juicio, con dos factores. El primero de ellos, que es el fundamental, son los Estatutos de la UIMP, que yo creo que hay que revisar. Y que de hecho, es una cuestión que compartían otros rectores. Hay un informe muy extenso de Luciano Parejo mientras era rector de la UIMP en el que planteaba claramente que el modelo estructural de la UIMP tenía serias deficiencias. Es una cuestión interna muy difícil de captar. Todo el equipo de gobierno, incluso los segundos niveles, tienen que ser académicos. Tienen que ser profesores titulares, catedráticos o el equivalente. Siguen en sus universidades de origen, siguen teniendo sus obligaciones docentes e investigadoras, y lo compaginan con el trabajo de gestión en la UIMP cobrando un plus. No tienen por qué tener exención de docencia. La UIMP es mucho trabajo. Y ese es el primer factor. Pasan los años y se producen los cambios. Y son muchos, efectivamente, a partir de los dos años. Ocurre o bien porque han recibido otras ofertas laborales, o bien por una situación de cansancio y de ser conscientes de que no podían mantener la exigencia de su actividad académica o investigadora. Estas cosas son difíciles de compaginar. Tiene un coste personal y profesional que ha aumentado durante los meses de pandemia. Se ha hecho todavía más complicado. Repito: a mí me hubiera gustado tener un equipo más estable. No ha sido un problema de disensiones internas dentro del equipo de gobierno. Lógicamente, hay debate, afortunadamente. Pero siempre hemos trabajo bien juntos.

¿Y se puede consolidar un proyecto con ese cambio de caras o sería necesaria una mayor continuidad en el tiempo?

Lógicamente, claro que lo complica. Pero las condiciones son muy difíciles. Igual que los funcionarios duran muy poco en la UIMP, porque en el momento en el que consolidan el nivel, se presentan a un concurso o a una comisión de servicio, porque los complementos aquí son muy bajos. Los funcionarios en la UIMP están muy, muy mal pagados. Salvo un núcleo de personas que lleva muchos años y que están muy vinculados a la institución, el resto duran dos años o dos años y medio y saltan a otros puestos con mejores condiciones. Se aplica la misma lógica al equipo de gobierno, con el agravante de la pandemia, el encierro, el paso a la actividad online... que ha sido muy dura para todo el equipo. Y sí, es una dificultad añadida para consolidar un proyecto porque las personas que se incorporan necesitan un tiempo de adaptación.

La UIMP tiene más de una decena de sedes por toda España, más allá de su central en Madrid, pero es evidente la vinculación histórica de la Universidad con Santander. ¿No cree que se ha descuidado un poco esa relación en los últimos años y hay una actividad que transcurre de espaldas a la sociedad cántabra?

Yo eso no lo puedo valorar, no lo sé, porque no he estado antes. Si estuviera más años, quizás podría tener una visión más concreta de eso que planteas. Estoy acabando mi tercer verano en Santander, pero el único año normal fue el de 2019, el primero. El año pasado hicimos un esfuerzo aquí casi heroico para hacer tres semanas de cursos, pero sin estudiantes, y este año yo también he percibido que la oferta cultural de Santander es menor, que el número de eventos ha disminuido, que el 90% de las invitaciones que me han llegado son para actos online... Y no estoy en condiciones de valorar si la sociedad de Cantabria se ha apartado de la UIMP.

Lo que sí que me ha afectado de las críticas es que una parte muy importante de lo que se me ha reprochado simplemente no es verdad. Y eso sí que me asusta, no solo como rectora, sino como ciudadana

¿Ha podido aclarar cara a cara con la alcaldesa de Santander las discrepancias públicas que han tenido en los últimos días? Sin mencionar a Gema Igual (PP), sí que ha hecho referencia antes a algunas de las acusaciones que ha vertido contra la UIMP, como por ejemplo el número de cursos que se han impartido...

No, yo no he hablado con la alcaldesa de Santander...

Pero estuvo en la clausura de los Cursos de Verano de la UIMP...

Estuvo en la clausura, sí, e hizo un discurso de apoyo a la UIMP. Quiero decir que las relaciones institucionales de la UIMP con la Alcaldía y con el Ayuntamiento de Santander, como no podía ser de otra manera, siempre han sido buenas, pero no he tenido ocasión de hablar con ella de esto, no.

El Partido Popular ha solicitado su comparecencia en el Parlamento de Cantabria, una petición insólita hasta el momento. ¿Se plantea acudir o cree que no es el foro para discutir sobre el futuro de la UIMP?

En principio, yo no tengo inconveniente de comparecer frente a ningún órgano de representación como es un Parlamento, pero tengo que consultar con el Ministerio si lo consideran conveniente. Repito que yo, como rectora de una Universidad pública, sé que mi gestión tiene que ser transparente, sé que estoy obligada a un rendimiento de cuentas, pero no puedo valorar ahora la conveniencia.

¿Y qué ha ocurrido con el honoris causa a Paloma O’Shea? ¿Por qué ese tipo de cuestiones no se han solucionado de forma interna?

No lo sé yo tampoco... La situación es la siguiente: cuando pensamos en el equipo de gobierno en una persona muy relevante para concederle el honoris causa, siempre en este contexto tan especial del verano, acordamos que fuera Paloma O’Shea, que es una persona que ha tenido una estrechísima relación con esta Universidad durante décadas y que ha tenido siempre un trato exquisito, con la que hemos colaborado estrechamente a través de la Fundación Albéniz. En ese momento, cuando se nos ocurrió, hicimos las consultas oportunas como se hace siempre que se va a conceder un premio. En el reglamento de premios y honores de la UIMP aparece que no puede recibirlo nadie que haya tenido una relación contractual o estatutaria. Se hizo la consulta oportuna, se nos dijo que no había ningún impedimento legal, y a mí me sorprendió y me dolió cuando a través del abogado de la señora Paloma O’Shea, y pocos días antes de la concesión, nos comunicaron que lo rechazaba. Pero yo no debo entrar en las razones, más allá de explicar que sí lo tuvimos en cuenta, pero nuestra interpretación a través de las consultas jurídicas que hicimos es que a pesar de formar parte del Patronato de la UIMP no existía ese impedimento para recibir el honoris causa porque la relación contractual es cuando alguien está contratado y la relación estatutaria se refiere a los funcionarios, y no es el caso.

Una última pregunta, para acabar. ¿Cómo le gustaría que fueran los Cursos de Verano de 2022? ¿Se podrá recuperar la normalidad académica y cultural?

A mí me gustaría que pudiéramos retomar al 100% la normalidad. Que podamos ver aulas llenas, poder ver colas en el comedor o el café, y poder volver a la actividad previa a la pandemia. Y me gustaría ver, en ese contexto de normalidad, tener algunos cursos punteros en la difusión de la investigación, una programación cultural que dé oportunidades a aquellos que no tienen acceso a ciertos circuitos. También, y creo que lo estamos logrando en algunos aspectos, ver una UIMP con unos estudiantes más jóvenes. No voy a pecar de eso que llaman ‘edadismo’, pero sí creo que la UIMP tiene que volver a atraer a las generaciones más jóvenes, a estudiantes de los últimos años de Grado o Posgrado. 

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