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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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Abascal y sus mañuecos

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Vox le tiene la medida tomada al PP. Más concretamente, le tiene la mano metida por la espalda. Como un ventrílocuo con sus muñecos. El caso de la norma antiabortista de Castilla y León es el mejor ejemplo. Mañueco conocía por fuerza lo que iba a proponer García-Gallardo. De hecho, no salió a rectificarle hasta que se armó el jaleo muchas horas después. Porque era una idea conocida por ambos. Ahora corre a improvisar un texto legal que lo desmienta y amenaza con echar al vice ultra y romper el gobierno autonómico, pero es puro postureo. Lo hace porque desde Feijóo a Losantos, de Ana Rosa al resto del facherío, han montado en cólera porque su torpeza ha roto la estrategia del PP de machacar al Gobierno de Sánchez y presentarse como la alternativa moderada. 

No cuela. Aunque traten de ocultarlo, los de Abascal les marcan el paso a los de Feijóo desde los tiempos de Casado. Ha sido así en todos los casos en los que han pactado: de Andalucía a Murcia pasando por el Ayuntamiento madrileño. El PP es la marioneta de Vox porque depende de sus votos pero también porque comparte su ideario. El PP estuvo contra el divorcio, contra el matrimonio homosexual y contra la ley del aborto de Zapatero, que recurrieron en el Constitucional. El PP está contra todos los avances sociales hasta que los avances sociales les dejan atrás. En Vox habían encontrado la marioneta que dice lo que ellos no se atreven a decir, pero como el primer Muñeco diabólico, de 1964, la criatura se ha rebelado y ahora es la marioneta la que maneja al titiritero. 

La película de terror se llama Abascal y sus mañuecos. La ultraderecha está logrando imponer su agenda gracias a la derecha que les concede pactos, gobiernos y prebendas. Así, manipulando a su marioneta, Vox ha conseguido romper muchos consensos conquistados y abrir debates que la sociedad española había cerrado. Hoy se discute el aborto y se cuestiona la violencia machista, se normalizan los discursos de odio contra los homosexuales y los emigrantes, se ataca al feminismo, al progresismo y a la memoria histórica, se coquetea con el franquismo y se destruyen símbolos republicanos y antifranquistas. 

No es solo el relato, Vox materializa su ideología gracias a la derecha. En Madrid, Ayuso les concedió ayudas a programas antiabortistas y anti eutanasia y una auditoría para MENAS, y Almeida retiró monumentos a la República y las víctimas del Franquismo. En Murcia han implantado el PIN parental, y como en Andalucía, ayudas a la familia tradicional y a los provida, recortes en el presupuesto para la Memoria y un teléfono de violencia intrafamiliar que intenta suplantar a la violencia machista. En los nuevos presupuestos de Moreno Bonilla, el PP en mayoría absoluta ha mantenido el presupuesto para el teléfono de violencia intrafamiliar, ha concedido 1 millón de euros a las asociaciones provida y solo 30.000 euros a las organizaciones memorialistas. La ultraderecha hablando y actuando por boca de la derecha. 

No cabe duda de que PP pactará con Vox si lo necesita para gobernar y dejará que Abascal le mueva como un mañueco todo lo que haga falta. Y no es solo Vox. En este guiñol de cachiporra, Ayuso es Mari Carmen moviendo los labios de Feijóo según el guion que le dicta MAR. El líder del PP no puede moderarse porque es un mañueco manejado por dos o más manos ultraderechas. Cuando abre los labios para decir “somos el partido más moderado y centrista de España”, salen las voces de Abascal, Ayuso, García-Gallardo, Losantos o Inda diciendo “gobierno ilegítimo”, “comunismo o libertad”, “aborto”, “Venezuela” o “ETA”. 

Feijóo no pondrá ningún impedimento a las políticas reaccionarias de Vox. Si llegaran a gobernar con él, veremos el mayor retroceso en derechos y libertades de toda la democracia porque la democracia no es segura, hay que pelearla cada día. Hemos normalizado que un partido de ultraderecha franquista, homófobo, machista, racista y clasista pueda llegar a dirigir el país. Normalizar a la ultraderecha ya sabemos cómo acaba. Lo hemos visto en Washington y Brasilia.

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