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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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Cataluña trans

El selfie que difundieron y retrató a varios políticos

Javier Gallego

Las campañas electorales son como las campañas bélicas. Todos quieren acabar con el enemigo. Sólo puede quedar uno, como en Los Inmortales. O como en Gran Hermano, el programa de tele, que es más su rollo. Sexo, mentiras y cintas de vídeo. Todos hacen extraños compañeros de cama y edredoning con desconocidos, mienten para que les voten y votan para echar al resto de compañeros de piso. La democracia en Espataluña o Catapaña es esto. Una temporada más de GH. Posado para las cámaras. O como se dice ahora, postureo.

En Cataluña, como están en campaña continua desde hace años, hace demasiado tiempo que los políticos siempre posan. Son como modelos, pero no modelos a seguir sino maniquíes que se pasean por una pasarela, que es un camino a ninguna parte. Actúan más para sus espectadores en Instagram o sus seguidores de Twitter que para los ciudadanos. Ya no hablan de desahucios, paro o desigualdad. Como las estrellas de la red, hablan de sí mismos, convierten en nuestros sus problemas y nosotros les seguimos. Los indepes lanzan tuits como el que tira dardos, los unionistas se hacen selfies como si fueran amigos y los comunes están tan fuera de sitio que hasta van a Tele 5, que es la única manera de acercarse a una mayoría que tienen en este momento.

Que Ada Colau normalice la homosexualidad y la bisexualidad en la televisión más vista, es lo único bueno de todo este circo. Eso y que una chica se bese con su pareja trans en Operación Triunfo. Hay que celebrar que la tele de masas sirva para algo, tanto como lamentar que los políticos no estén sirviendo para casi nada. Mientras la política nos ha convertido en manada, llegan estas mujeronas y hacen lo más subversivo, vanguardista y avanzado en este país, en estos tiempos: morrearse con lo raro, o con lo igual pero impropio, besar al distinto y al diverso, amarse fuera de la norma y contra lo establecido.

Parece impensable que algo así pueda ocurrir en Cataluña tras el 21 de diciembre, porque los dos bloques, que son bloques de piedra, creen que esto sólo puede resolverse por aplastamiento. Negando al otro, lo haré desaparecer. Y si no desaparece, ignorarlo hasta que enmudezca, se arrodille y baje la cabeza. En lugar de plegarme al otro, doblegarlo. La democracia entendida como superioridad numérica y dictadura de la mayoría, no como pacto entre minorías. No sólo los indepes, los dos bandos quieren la vía unilateral.

Pero no va a poder ser. Porque cuando despertemos del 21D, el dinosaurio seguirá ahí y Cataluña estará dividida en dos mitades y por más que una niegue a la otra, ninguna dejará de existir. Y ninguna debe imponerse a la otra. Están condenadas a entenderse y a convivir, a pactar y transigir con el contrario, pero esto en la política tuitera, no se puede decir porque no da retuits. Por eso la clave la tienen los que se han quedado atrapados en el medio, aprisionados entre los dos bloques de hormigón, que tienen la formidable y larguísima tarea de deshacer la piedra como si fuera un terrón de azúcar y desbastarla hasta quitarle a los fanáticos que le sobran.

Para algunos es imposible, para otros inaceptable, pero como la familia de Colau, los catalanes tendrán que aceptar con normalidad las relaciones fuera de la norma, los amores bisexuales y los cambios de género. La única Cataluña posible tiene que ser bi y trans.

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