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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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La pandemia nos parecerá una broma

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La Cumbre del Clima encara su última semana en Glasgow con la misma sensación de naufragio de las cumbres anteriores. El reloj climático sigue corriendo y los líderes mundiales van de paseo. Algunas potencias, como China y Rusia, primer y quinto país más contaminantes en gases de efecto invernadero, ni han comparecido. “No estamos ni cerca de donde necesitamos estar”, ha reconocido Obama, quien como tantos expresidentes, ahora se dedica a dar las lecciones que no aplicó en el cargo. Sus excompañeros se han vuelto a casa en sus contaminantes caravanas presidenciales. No hacen ni siquiera un gesto de cara a la galería para aparentar que están comprometidos contra esta crisis. Como dijo Greta Thunberg este fin de semana en Salvados, conocen la magnitud del problema y saben perfectamente lo que están haciendo: nada. 

Es más, estas cumbres se han convertido en lavados de cara de las empresas causantes del problema. Como ha revelado Global Witness, el lobby de los combustibles fósiles tiene más representantes en Glasgow que cualquier país asistente y más que la suma de los ocho países más afectados por el cambio climático. Es el mercado, amigos. El mercado dirige el planeta y los políticos son sus jefes de planta en el supermercado global, de ahí que los acuerdos alcanzados sean siempre insuficientes y la reacción demasiado lenta. Las principales potencias están controladas por las empresas más contaminantes que no están dispuestas a reducir su cuenta de resultados por un puñado de países pobres. 

Pero en un mundo globalizado, lejos es cerca y los desastres que exportamos nos vuelven con furia. La destrucción del ecosistema provoca un efecto mariposa de catástrofes encadenadas que nos golpean a todos: migraciones masivas, inestabilidad política, conflictos y terrorismo internacional, fenómenos atmosféricos extremos, subida de las temperaturas y del nivel del mar, desertizaciones e inundaciones, incendios y temporales, y hasta una pandemia mundial que ha paralizado el planeta y ha puesto en jaque al sistema, pero no ha servido para que los líderes empresariales y políticos tomen nota. 

Al contrario. El argumento que ahora esgrimen contra el cambio climático también es económico: es más rentable luchar contra él que dejar de hacerlo, dicen. En lugar de poner en cuestión el neoliberalismo voraz que está aniquilando el planeta, buscan la manera de sacar beneficio del hundimiento. El capitalismo se está devorando a sí mismo y no se sacia. Estamos viendo los primeros síntomas de un colapso que antes era impensable y hoy es impredecible. La falta de suministros, materia prima, mano de obra y energía ya amenaza con provocar apagones, crisis y caos generalizado. La tormenta perfecta para una película de terror. 

El desastre ecológico y la catástrofe económica abocan a un escenario apocalíptico de tragedias naturales, desaparición de especies y paisajes, hambrunas y guerras, oleadas migratorias, conflictividad social e incertidumbre global que son el caldo de cultivo de los neofascismos. Habrá más epidemias y Filomenas y Danas, habrá más incendios infernales como los de Australia, ciudades anegadas como Venecia, costas y cultivos borrados del mapa como ocurrirá en el Delta del Ebro, las Rías Baixas o Andalucía en 2050 si nadie hace nada. Advertidos estamos. 

Nuestro papel es contaminar menos y protestar más. Pero nada cambiará si no cambia el sistema. Hay que transformar el modo de vida, el funcionamiento de las ciudades, la producción, el consumo, el transporte. Todo. No hay otra: hay que decrecer inmediatamente o el crecimiento continuado lo arrasará todo como un tumor. La responsabilidad mayor la tienen quienes lo dirigen. La crisis climática no es un fenómeno natural, es consecuencia del capitalismo. Mientras sigan gobernando negacionistas o colaboracionistas del neoliberalismo, políticos que niegan la relación entre el sistema de explotación capitalista y la devastación del planeta, que se niegan a restringir las emisiones o la producción industrial masiva, que protegen a las energéticas en lugar de proteger el medioambiente, seguiremos caminando hacia el abismo. Cuando caigamos en él, la pandemia nos parecerá una broma. 

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