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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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Quiero vivir en un país aburrido

Javier Gallego

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“Los políticos no pueden dar más miedo que el virus”, decía el Nobel de Economía, el noruego Finn Kydland, en una entrevista publicada este miércoles en La Contra de La Vanguardia. Le dieron la distinción por demostrar que la incertidumbre que genera la mala política es enemiga de la prosperidad. Los políticos tienen que pactar, llegar a acuerdos, ser predecibles para generar bonanza. Los países aburridos que no salen en las noticias, crean riqueza. Los que salen mucho, la destruyen. No hace falta que explique en qué grupo está España.

O sea que el ruido y la furia contra el gobierno de los que dicen defender a la patria y a los españoles, no sólo son pésimos para la paz social, son nefastos para la economía de la patria y de los españoles. Es bueno tener un argumento económico que es el que mejor entiende la oposición. El FMI calcula que España tendrá el mayor hundimiento desde la Guerra Civil. Lo último que necesitamos es hundirnos más porque la derecha ha declarado otra guerra civil en la opinión pública.

Necesitamos que pacten, que bajen el tono, que se encuentren, que sean predecibles, aburridos, que nos dejen vivir tranquilos y que ayuden a salir de aquí, no a hundirnos más. Pero no por lealtad al gobierno y sus múltiples errores sino por lealtad al país, de la que tanto presumen. La histeria política ahuyenta al inversor, deprime al dinero, perjudica al empresario. No es por Pedro Sánchez, es por la economía, idiota.

También por la convivencia. Se puede y se debe hacer oposición también en estas circunstancias, lo que no se debe hacer, y menos ahora, es crispación. No sólo porque es malo para la prosperidad sino porque destruye a la sociedad. La divide, la rompe, la enfrenta. Saca lo peor de ella. Políticos y ciudadanos somos un juego de espejos. Ellos son un reflejo del país pero el país imita lo que ve en ellos. Y lo que ve ahora es deplorable. Retórica golpista, navajeo parlamentario, imposibilidad de acuerdo.

La bronca política se ha trasladado no sólo a las redes, vomitorium nacional, también a las casas donde hay gentuza que pide a sanitarios y empleados de supermercado que se busquen otro sitio para vivir o que pintan “rata contagiosa” en el coche de una médica. Cuando el debate público es miserable, la miseria aflora en todas partes. Lo más contagioso es el miedo que conduce al odio. El fascismo se alimenta de él y por eso lo agita. Ellos pescan en río revuelto. Hay que obviarles.

Ni se puede ni se debe pedir la colaboración de Vox en un pacto, pero sí al PP. Por supuesto que el gobierno debe comunicarse mejor con el otro lado, pero el otro lado debería dejar de intentar ganar en las urnas crematorias lo que no ganó en las electorales. Quieren evitar el programa social de rescate para imponer su agenda liberal. Por eso quieren echar a Unidas Podemos del pacto. Que pacten pero el gobierno es el que es, por más que algunos quieran impugnar las elecciones.

Cuando Pablo Motos critica a quien manda, que me parece muy lícito, se olvida de que quien manda es el pueblo que ha puesto ahí a sus representantes. Es muy aburrido pero se llama democracia. Quiero vivir en un país aburrido. Un país como Portugal, que cuando sale en las noticias es porque pide generosidad para los países más golpeados y porque el jefe de la oposición le ha deseado suerte al gobierno. Porque la suerte del gobierno es la suerte de todos.

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