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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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La revolución feminista

Javier Gallego

Ha quedado viejo aquello de “la revolución será feminista o no será”. La revolución no será feminista: la revolución (ya) es feminista. El feminismo es la revolución. Pero no sólo en el género sino en la vida entera. No hay ningún movimiento que proponga una transformación tan radical en todos los órdenes. No se trata sólo de la igualdad de la mujer, se trata de aplicar esa lucha por la justicia en la economía, la sociedad, la escuela, la pareja, la ecología, el gobierno.

Se trata de acabar con cualquier desigualdad, explotación y violencia contra los seres humanos y el planeta. Se trata de defender que nadie explote a nadie y que se cuide la dignidad de las personas, los animales y el medio en el que habitan. Se trata, pues, de un ataque frontal a un capitalismo basado en el privilegio, la extorsión y el expolio de los recursos naturales y humanos. Eso es el patriarcado, un orden masculino de dominación que atraviesa tanto la familia como la empresa como la política.

El neoliberalismo, el capitalismo salvaje, los totalitarismos, los ultranacionalismos son distintas expresiones de ese machismo. Ahí están los padres de la patria, los patronos, los tiranos, los machos alfa, los líderes supremos, los seres superiores, los violadores que utilizan su supremacía para someter y exprimir en beneficio propio. Por eso es tan fundamental el feminismo, porque es un misil en la línea de flotación, en la base sociocultural que sostiene toda la estructura. Si hundimos eso, se hunden como el Titanic.

Ahora entendemos por qué llevan años proclamando que la revolución tiene que ser feminista. A la mayoría nos ha costado asimilar lo que el feminismo explica desde hace eones, a saber: que si la mitad de la población está oprimida o minusvalorada por su sexo, eso quiere decir que no tenemos democracia plena, por tanto que la libertad está limitada, por tanto que la justicia no es igual para todos. Nada explica mejor el fallo del sistema que la brecha de género. Nada hay, pues, más radicalmente democrático y más antisistema hoy que el feminismo.

En efecto, señores, el feminismo es radical y difícilmente puede ser liberal porque es precisamente el mercado sin control el que se alimenta de las desigualdades, de que ellas ganen menos, se ocupen de los cuidados sin apenas cobrar y sean menos independientes. Pero eso se está terminando porque el feminismo las está emancipando y se ha convertido en una nueva hegemonía que pone en jaque a la hegemonía reinante.

No hay más que ver cómo ha descolocado a los que defienden al régimen. El feminismo descoloca a la derecha y pone en su sitio a la ultraderecha. A los primeros les pone frente a sus contradicciones, a los segundos les devuelve a su lugar en el pasado, en la caverna. Tenemos una amenaza no sólo nacional sino global de fascismos ultramachistas y no hay otra respuesta que el feminismo, liderado por las mujeres pero transversal porque nos invoca a todos.

Ahora hace falta que esa marea violeta que inundó las calles el 8M, desborde las urnas.

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