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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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La vieja y la nueva política

Javier Gallego

Los cuatro jinetes que dicen que nos van a sacar del Apocalipsis han corrido este fin de semana la primera carrera. Por cierto, todo hombres, ni una mujer, qué pereza. El caso es que hemos visto estilos muy distintos de correr. El bipartidismo tenía que ocultar sus divisiones internas y cada uno por su lado organizó sendas funciones con mucha pompa y circunstancia para representar la escena de la reconciliación aunque entre bastidores se estén dando de navajazos. Y mientras la alternativa a los dos grandes partidos, se daba cita en Salvados para debatir en un bar sin tiempos ni preguntas pactadas. Unos firmaban pactos de silencio y otros rompían a hablar.

No es que lo nuevo sea todo buen rollo, autenticidad y fina dialéctica, ni los partidos tradicionales sólo impostura y puñales, pero la coincidencia ha querido que veamos cómo la vieja política sigue montando circos mientras los aspirantes se dejaban de payasadas para pasar a lo que importa. Primer round para ellos. Cinco millones de espectadores viendo el estreno oficial del posible relevo al bipartidismo. Puede que estén aún muy lejos de desbancarles pero lo que quedó claro es que estamos deseando ver una nueva película porque la que echan ahora es más falsa que el último vídeo del PP que, por cierto, es un plagio de otro de Ciudadanos que, a su vez, es una copia de uno de Puerto Rico. La gente se empieza a cansar de la copia de la copia de la copia.

Al bipartidismo, que lo sabe, le tiemblan las canillas y han empezado a zancadillearse como una marabunta en rebajas para coger sitio en las listas. En el PP flaquea la fe mariana. El carro ya no tira. Ha perdido tres ruedas en las tres últimas citas electorales y Aznar le pone palos a la que queda. Por eso salió Montoro a reprender a los que dudan y dijo que hay miembros del PP que se avergüenzan. Pues cómo no te va a dar vergüenza ser del partido de la Gürtel, Bárcenas, Rato, Matas, Fabra o la Púnica, del partido que deja a España con el mismo paro pero mucha más desigualdad, emigración, pobreza y riesgo de exclusión. Presumen de habernos sacado de la crisis. Han sacado de la crisis a los que nunca entraron en ella, pero han hundido en el hoyo a muchos que hoy podrían estar fuera.

Hay gente en el PP que se avergüenza de lo suyo y Pedro Sánchez parece que se avergüenza de los suyos porque no ha encontrado a nadie dentro para regenerar el partido y se ha ido a fichar a Irene Lozano, una tránsfuga. Toma regeneración. Una política que ve que se hunde su barco y se sube al barco al que antes bombardeaba. Toma coherencia. Además nombrada a dedo. Toma democracia. Cuando el PP le había puesto su crisis en bandeja, Sánchez les crea a los suyos otra y encima reconoce que no va a derogar toda la reforma laboral del PP como venía prometiendo hasta ahora. Toma castaña.

En esto llegan Albert Rivera y Pablo Iglesias y quedan como los candidatos serios a la presidencia. Estuvo más sólido y contundente el primero, mejor en la guerra de cifras y programa, aunque demasiado ansioso por ganar, interrumpiendo al segundo más de la cuenta. Quedó claro que la fórmula de Ciudadanos es seguir beneficiando al capital aunque sea a nuestra costa. Liberalismo subvencionado por el Estado para que las empresas puedan seguir pagando miserias. La Sanidad pública le parece maravillosa, aunque no da para atender a los sin papeles, pero paradójicamente el resto de infraestructuras, las prefiere privadas, aunque nos atraquen en la factura. Todo lo demás es comunismo, franquismo o Cuba, dijo mezclándolo todo, como si en Europa no hubiera empresas e infraestructuras públicas. Su remedio se parece a lo que originó la enfermedad, aunque con médicos menos retrógrados y más comprometidos contra la corrupción y contra los injustificables privilegios de la casta que la fomentan.

A Iglesias le faltó fuerza y definición en las propuestas, lastrado por la calculada modulación de su discurso y por un programa que no está acabado, pero al final cogió la carrerilla que no tenía últimamente, no descartó perseguir la renta básica y subir el salario mínimo considerablemente, pidió la excarcelación de Otegi y hasta amenazó con nacionalizar a las empresas que se quieran seguir enriqueciendo a costa de saquearnos la cartera. En mi opinión ése es el Pablo Iglesias que tiene oportunidad de ser alternativa, el que les da miedo a los de arriba y esperanza a los de abajo; el que más que la centralidad, busca dinamitar el centro del tablero.

El bipartidismo se parte pero no se rompe. No creo que veamos aún el relevo que este país necesita. Pero la buena noticia es que la nueva política ha empezado a sustituir a la vieja.

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