Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Ya están aquí, ya no es una amenaza difusa, ya no son casos puntuales: de la mano de la derecha, la ultraderecha ha desembarcado en tropel en ayuntamientos y desembarcará en autonomías. Estarán en 23 grandes ciudades y alrededor de 130 municipios en coalición o apoyando al PP. Estaban en Andalucía y Castilla y León, ahora están en la Comunidad Valenciana y entrarán seguramente en otras seis autonomías, Aragón, Asturias, Baleares, Extremadura y Murcia. El blanqueamiento por parte de la derecha mediática, política, empresarial, judicial y policial, los ha metido en nuestras casas primero y después en las alcaldías y las cámaras. Los medios les abrieron las puertas y el PP los ha sentado en la mesa de las instituciones para que pongan en práctica su discurso machista, xenófobo, homófobo y racista. Ya no son solo palabras, son hechos, políticas que afectarán a millones de personas.
Esto es lo que se nos viene encima, lo que llevan un tiempo haciendo en Castilla y León, lo hemos visto que han pactado en Valencia en un par de horas. Eliminar el concepto de “violencia de género” para diluirlo en el de “violencia intrafamiliar”, imponer el pin parental para que a los niños no se les eduque en la tolerancia, señalar a los migrantes y, en especial, a los menores extranjeros sin padres como problema, y darle la consellería de Cultura a un ex torero franquista que se enorgullece de formar parte del bando de los vencedores en la guerra civil y que monta un caballo al que llama “Caudillo”. El franquismo nunca se fue pero ahora vuelve a tomar el poder sin caretas ni disfraces. Vuelve el franquismo vengativo que viene a destruir el progreso y la pluralidad. El franquismo que no tiene que disimular su odio al otro, al diálogo y a la misma democracia.
Todo gracias al PP al que todo le da igual. Da igual que en Valencia hayan pactado con un maltratador que llamaba a su pareja “puta” e “imbécil”. Feijóo y Sémper son capaces de decir que no darán un paso atrás en la lucha contra la violencia machista después de que su partido cierre un pacto con quien la niega. Son tan cínicos como para asegurar que protegerán a las mujeres al mismo tiempo que pactan con Vox acabar con las concejalías de Igualdad y anuncian que cerrarán el Ministerio. Lo sustituirán por el Ministerio de la Verdad de 1984 (la novela de Orwell que Feijóo cree que se publicó en la fecha del título), que decía que “la Guerra es la paz”, “la Libertad es esclavitud” y “la Ignorancia es la fuerza”. En la neolengua del PP, machismo es feminismo y franquismo es libertad.
Todo da igual porque a sus votantes les da igual. Según encuesta de 40Db, a sus votantes lo que les importa es acabar con eso que llaman “sanchismo”, una manipulación grosera que convierte la gestión del Gobierno en pactos con etarras y golpistas, chiringuitos feminazis y violadores en la calle. Que te vote Txapote. Comunismo o Libertad. Da igual que el pacto con vascos y catalanes haya sacado adelante subidas del salario mínimo, leyes igualitarias, la eutanasia, la ley de la vivienda o una mejor convivencia con Cataluña. Es muy burdo pero vamos con ello. La democracia reducida a memecracia. A ocurrencias, tuits y zascas. Pero detrás de eso está el desmantelamiento de lo público, la pérdida de derechos conquistados, el retroceso de todos los progresos.
Por lo visto, también hay una izquierda a la que le da igual. La misma encuesta dice que PP y Vox están a dos escaños de la mayoría absoluta mientras el votante progresista se desmoviliza. No le vamos a quitar culpa a las malas relaciones y decisiones de los partidos de izquierda, cada cual las suyas, no voy a insistir en ello porque ya cansa. Hoy quiero apelar a nuestra responsabilidad como electores. A quienes dicen que se quedarán en casa por los vetos y las broncas. A la izquierda pura de la que Enric González decía aquí mismo este fin de semana que tiene superioridad moral, pero una inferioridad pragmática clara. Niego incluso lo primero. No tiene superioridad moral ninguna porque acaba traicionando sus ideas por defenderlas de la traición y la impureza. De los que se apartan del dogma y de la fe. Es la paradoja de la izquierda verdadera. Porque dice defender sus principios, olvida sus fines. El votante de derechas es más listo. Le importan los fines, no los medios para conseguirlos, mucho menos los principios.
A los votantes de derechas todo les da igual con tal de ganar, a los de izquierda todo les importa demasiado excepto perder. Y perder con ello todo lo que se ha conseguido y todo lo que se puede conseguir para las mayorías. La motivación y el resultado son los mismos: por el egoísmo de ambos, gana la derecha. No se distinguen tanto como piensan, solo que el votante de izquierdas lo disfraza de moralidad y coherencia. Pero más coherente es el votante de derechas que vota a sus intereses de clase que el votante de la izquierda que es desleal a las clases trabajadoras por ser fiel a sus intereses particulares, de partido, de facción o de rama. El famoso poema de Niemöller aplica en este caso. Cuando fueron a por los demás, no hice nada porque no eran de los míos. Por eso perderá la izquierda, porque no sabe ganar, porque no quiere ganar, porque quiere perder pero ser pura y verdadera. Pasarse cuatro años mascullando su verdad y lamiéndose sus heridas en el mismo sofá en el que se quedará en lugar de ir a las urnas. Y a los demás, como dijo Xavier Trias, un señor muy de derechas, al perder la alcaldía de Barcelona este fin de semana, que us bombin, o sea, que os zurzan. Por no decir algo peor.
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