Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Vox está en proceso de descomposición. Interna y externa. Pierden a Olona después de su batacazo en Andalucía, Abascal cesa a Ortega Smith como secretario general por el malestar en los territorios y van cuesta abajo en las encuestas. Por si fuera poco, cuatro ex dirigentes, incluido un ex vicepresidente, airearon las miserias del partido en el último Salvados. El esperpéntico Viva 22 fue la prueba visible y risible de la decadencia. Muera 23 debería ser el próximo. Empezaron dando risa y pena, luego dieron miedo y asco, y ahora vuelven a dar más lo primero que lo segundo.
El momento de Vox ha pasado, aunque nunca se puede descartar que la mala hierba rebrote. Pero hace tiempo que se percibe el agotamiento del fenómeno y de las circunstancias que lo propiciaron. Las recordaron los participantes en el programa de Gonzo: Vox es el cabreo españolista ante lo que consideraban tibieza del PP frente al desafío del independentismo. Vox es el “a por ellos” de la calle, el “maricomplejines” de Losantos a Rajoy, los exabruptos de Terstch, los gargajos de Inda y la carcundia de El Gato al Agua ladrando como un perro rabioso. Son los rebotados de la derecha que aplauden el discurso del rey y se tiran al monte para salvar la unidad de España con la bandera y el casco de los tercios.
Después vino toda la agenda nacionalcatólica que acompaña a la fiebre conservadora: el odio a los rojos, al feminismo, al inmigrante, a las bolleras y maricones, a los bildutarras y a todos los que atentan contra Dios, la Patria, el Rey, la Familia y las buenas costumbres de los buenos españoles. Los demás no merecemos ese nombre, somos el enemigo al que hay que borrar de un país que tiene una triste tradición expulsando y eliminando a los que no encajan en la visión monoteísta y monocorde de España. Como he escrito antes, Vox es el 15M de la derecha, es decir, es el anti 15M. Reacción frente a la acción, reaccionarios frente al progreso.
Pero el independentismo que fue su primera razón de ser vive su propia descomposición y la fórmula del odio permanente pierde fuelle con el uso y abuso. Es como la exaltación del borracho, que resulta ridícula cuando se pasan los efectos de la borrachera. Vox ya no es la novedad, no cuenta con el factor sorpresa y sus trucos resultan previsibles. Tampoco se puede vivir siempre en el enfado ni oponerse por sistema al avance de los tiempos. Aunque en España hay un gen retrógrado que se activa con facilidad, también hay una sociedad abierta que vive en el presente.
Y más que nada, lo que provoca la implosión de Vox es Vox mismo. El partido de Abascal es el chiringuito de Abascal para las paguitas de Abascal y sus amigos. Lo contaban los ex dirigentes en Salvados y el periodista Miguel González en su libro Vox S.A.: más que un partido, es una empresa con una cúpula directiva formada por los cuatro colegas del jefe y dedicada a hacer dinero vendiendo nostalgia y miedo. No hay democracia interna y actúan como una mafia contra la disidencia. Una dictadura sin estructura tiene los días contados en cuanto vengan mal dadas. Es cuestión de tiempo que se desmorone y se desmembre.
Ya lo estamos viendo. Hay deserciones y delaciones. Hay traiciones y ejecuciones. Olona cayó por querer mando en plaza y enfrentarse al Caudillo. Ortega Smith ha perdido el favor del César. Las provincias se rebelan. Esto suele acabar con un motín y un apuñalamiento. Por lo pronto ya hemos visto su debilidad en Andalucía. Lo de Castilla y León fue solo un espejismo. No hicieron más que recoger lo que caía de Ciudadanos. No obstante, no hay que dar al bicho por muerto mientras los populares gobiernen con su apoyo y los grandes medios sigan blanqueando a un partido que tiene neonazis entre sus miembros. Tendrían que empezar por llamar al neofranquismo por su nombre.
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