Menos fertilizantes, más sostenibilidad y más rentabilidad de los cultivos, si conoces el tipo de suelo en el que plantas
La importancia del conocimiento del suelo para optimizar los cultivos es el tema del trabajo Fin de Master que se ha alzado con el premio que, por primera vez, ha entregado la Cátedra AgroBank ‘Mujer, empresa y mundo rural’ de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM).
El autor es el investigador pre doctoral de la Universidad de Zaragoza, Manuel Sampériz Sarvisé, que lo ha logrado con un trabajo sobre la caracterización de la variabilidad de los suelos a nivel de cuenca y de parcela dirigido por Asunción Usón Murillo de la Universidad de Zaragoza y encuadrado dentro de un Programa de Desarrollo Rural (PDR).
Este trabajo se realizó en una cuenca regable de 2.400 hectáreas perteneciente a los municipios de Montesusín y Robres, provincia de Huesca, y que se puede replicar a cualquier otra zona, va a facilitar la elaboración de mapas de suelos y la aplicación de modelos predictivos que permitan comprender mejor la variabilidad del suelo y, por tanto, optimizar el manejo del cultivo así como reducir la contaminación ambiental adaptando las prácticas agrícolas a las características específicas de cada unidad edáfica.
Dos años de trabajo ha empleado este joven en su trabajo que pretende mostrar técnicas para estudiar y determinar las características del suelo y, con este conocimiento, mejorar su aprovechamiento, reducir los insumos y optimizar el rendimiento de los cultivos, lo que se traduce en una mayor rentabilidad de las explotaciones y una reducción de la contaminación ambiental de esta actividad.
En la entrevista que Manuel Sampériz ha concedido a AgroalimentariaCLM, ha señalado que el objetivo era “hacer una caracterización del suelo a nivel de cuenca que es la primera parte y a nivel de parcela, primero una visión más general y luego una visión más profunda, de cómo esas unidades afectan al manejo del suelo”.
Esta tesis surge de un “proyecto de desarrollo rural de Aragón en el que se quería hacer un mapa de suelos a bajo coste en una zona que es una cuenca regable de 2400 hectáreas en dos municipios de la provincia de Huesca, el objetivo era obtener un mapa de suelos y que fuera de bajo coste”.
Con este mapa, se podía “tener una conciencia de las unidades de tipo de suelos que había en esa zona para luego poder aplicar modelos de simulación hidrológica”. Con ello se quería conocer “cuáles eran las distintas clases de suelo que se encontraban para, en función de distintos procesos meteorológicos o por el propio riego de las parcelas, evaluar como el agua que se infiltra y los fertilizantes y la contaminación por hidrógeno podría ir a las masas de retorno de agua de la cuenca”.
Es este primer trabajo con el que Manuel Sampériz logra una beca “para un proyecto de colaboración con la universidad y hacer este mapa de suelo”.
A partir de aquí, ya se comenzó a estudiar “una caracterización de parcela para evaluar cómo esas distintas unidades de suelos influían en los cultivos y si se podía dar algún tipo de información a los agricultores para que puedan aplicar manejos de agricultura de precisión y hacerse más sostenible y más rentables”.
Hacer un mapa de bajo presupuesto
Una de las características de este trabajo era que “había muy poco presupuesto porque formas de estudiar el suelo hay muchas, pero con un bajo presupuesto hay muy pocas”, por eso, el trabajo se “fundamentó en la teledetección, es decir, usar imágenes de satélite y toda la información contenidas en esas bandas espectrales para, con esos datos, combinando la elevación del terreno, con la pendiente, poder hacer una primera caracterización inicial de las zonas de la cuenca”.
Con estos parámetros ya “nos enfocábamos el estudio, hicimos calicatas con retroexcavadoras y una serie de sondeos con barrena para alcanzar el mayor número de puntos posibles y luego pasamos a estudiar con los mismos satélites con el índice de cultivo (índice de cultivo es un número que expresa el rendimiento relativo de los cultivos en un área determinada), cómo se desarrollaban esos cultivos en función del suelo e intentar ver algún patrón de desarrollo”, señala.
Con esto ya obtuvieron un primer un mapa de suelos a escala de toda la cuenca, diferenciando las distintas unidades de suelo.
Más información, mejores resultados
Entre las conclusiones que se extrajeron del trabajo está el hecho de que “es posible utilizar esta información de la teledetección y satelital para enfocar el estudio del suelo, además de que el índice de cultivo nos da una información muy clara de cómo se desarrolla ese cultivo”. Esto supone que “con un poco de conocimiento del suelo es muy fácil vincular ese desarrollo de los cultivos con las distintas clases de suelo”, asegura.
Con esta información los agricultores pueden tener una idea más clara y segura de los cultivos que deben plantar en cada suelo. “Si tuvieran más conocimiento, tendrían más facilidad para ver cómo influye en el cultivo y ver cómo la humedad tiene una evolución a lo largo del ciclo de cultivo, si hay una clase de suelo que permite el desarrollo mejor en una fase del cultivo o en otra, y entonces el agricultor tiene que ver si tiene que regar más un suelo y otro o requiere más fertilización”.
“Conocer esto haría más eficientes los suelos, intentando ver cualquier patrón que pueda influir en el desarrollo del cultivo”, asegura. Pero además es que este trabajo es totalmente replicable a otras cuencas o zonas.
A su juicio, sin estas herramientas, el conocimiento de su suelo por parte del agricultor se basa en “prueba/error, y en la experiencia y no es que tengan un conocimiento exhaustivo de que es lo que ocurre a 20 centímetros de profundidad pero sí que saben que un tipo de suelo tienen que regarlo más u otro tipo tienen que regarlo menos, lo que pasas es que cuanto más profundo es el conocimiento, y sobre todo de la variabilidad espacial del suelo, pues, es más fácil va a ser para ello aplicar manejos variables”, asegura.
Todo esto va a influir en la cantidad de agua y de fertilizantes que un agricultor tiene que aplicar en un suelo para los cultivos elegidos, y esto es cada vez más importante, ya que las tendencias son hacer más sostenibles los cultivos con un aprovechamiento del agua y con la utilización de menos fertilizantes. El conocimiento del suelo va a permitir ser más eficientes y sostenibles.
El suelo es heterogéneo, dentro de una parcela hay distintas clases de suelo, por ello “es importante saber cuáles hay y cuál es el potencial productivo, por ejemplo, desde Europa hay cada vez más restricciones en el uso de los fertilizantes, y la cantidad de fertilizantes la van a reducir. No se trata de reducir la dosis uniformemente en toda la parcela y si tú sabes que tienes una clase de suelo en la parcela que no es tan productiva y otra que sí, pues lo más importante es conocerla muy bien y en la zona poco productiva reducir esa dosis de fertilizantes y aumentarla en la zona productiva y le vas a sacar partido. Es realmente rentabilidad y productividad”, asegura.
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