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Agroindustria y renovables para salvar las aguas subterráneas de la Llanura Manchega

Las Tablas de Daimiel

Alicia Avilés Pozo

El aprovechamiento de las aguas subterráneas de la Llanura Manchega, un espacio de 5.000 kilómetros cuadrados principalmente de la provincia de Ciudad Real, ha sido desde hace más de medio siglo el principal motor económico de la actividad agrícola de la zona. Sin embargo, a partir de la década de los 80 del siglo pasado comenzaron los problemas derivados de la sobreexplotación del acuífero subterráneo, como el descenso de niveles de los pozos, la afección a zonas húmedas o los conflictos entre usuarios y la administración pública. Un estudio de la plataforma Acuademia, centrada en la política del agua en España, realiza un exhaustivo repaso de esta cuestión y propone una serie de medidas para su solución, que pasan principalmente por el uso de las energías renovables y el fomento de una industria agroalimentaria de calidad.

El informe comienza destacando que Castilla-La Mancha es una región “muy escasamente afortunada” por las iniciativas e inversiones públicas estatales en materia de riegos, y muy perjudicada en las políticas hidrológicas de sus cuatro grandes ríos: Tajo, Guadiana, Júcar y Segura, que tienen sus aprovechamientos “fuera de la comunidad”.

Pese a ello, esta plataforma constata que los ciudadanos de La Mancha han aprovechado de forma intensa las aguas subterráneas de sus acuíferos, pasando a detallar el conocido como Acuífero 23, en la Llanura Manchega (Mancha Occidental). En régimen natural funcionaba como un auténtico embalse subterráneo, actuando a modo de gran esponja que se alimentaba a partir de la infiltración de agua de lluvia que caía sobre su superficie y de las pérdidas de los ríos que discurrían por la superficie: Gigüela, Záncara, Rus, Guadiana alto procedente de las Lagunas de Ruidera, Azuer y Jabalón.

Contrapone esta situación al inicio de las transformaciones en regadío de los años 70, cuando se llegó a hablar de “lagos subterráneos inagotables” bajo la superficie de La Mancha, lo que provocó que en los años 80 se llegaran a inventariar unos 20.000 pozos de extracción. “En una región seca constituía un espectáculo en mitad del mes de julio presenciar la cortina de lluvia artificial sobre los campos.

Pero esos lagos no existían. El estudio argumenta que la primera toma de contacto de la gravedad del problema fue la irregular situación de Las Tablas de Daimiel, humedal formado en la confluencia del río Gigüela y las salidas del acuífero de la Llanura Manchega a través de los Ojos del Guadiana. A ello se unió la burbuja hidro-económica producida en La Mancha u originada por la gran oferta de préstamos de los bancos para llevar a cabo las transformaciones de regadío. Al constatarse la grave situación, “resultaba que los usuarios de encontraban endeudados y la administración podría limitarles o clausurarles sus riegos en razón a la situación del estado legal de sus derechos”.

Tras varios intentos fallidos en aplicación de nuevas tecnologías, el Plan del Alto Guadiana creado en 2008 dentro del paraguas de la Directiva Marco del Agua europea, nació para conseguir un buen estado cuantitativo y ecológico las masas de agua subterránea y que se vería perjudicado por la crisis económica.

Tras este contexto de décadas de mala gestión, en el informe se elaboran una serie de propuestas, pidiendo no volver a un nuevo “boom” del aprovechamiento indiscriminado de las aguas subterráneas. “Se impone poner el foco en los aspectos de gestión de los recursos naturales, su importancia y su buen uso dentro de un marco de protección del medio ambiente”. Frente al agua como “factor limitante”, propone una agroindustria de calidad y aprovechar las ventajas de las energías renovables, sobre todo para abaratar los costes de extracción del agua.

Identificación de cultivos y zonas regables

También aboga por identificar los cultivos en los que la utilización del agua produzca más valor y, en lo posible, puestos de trabajo. Explica que no parece adecuado dedicar un metro cúbico de agua para producir un kilo de maíz que alcanza en el mercado un precio de alrededor de 0,14 euros. “Sin embargo la productividad del agua es mucho mayor en el apoyo a la producción del viñedo, con dotaciones reducidas de 1.000-1.500 metros cúbicos por hectárea, lo que permite producir vinos de mayor calidad”. Igualmente, defiende explorar la productividad del agua en la diversificación de productos hortofrutícolas, cereales de ciclo corto, ganaderías (quesos) y en el olivo.

El informe se detiene ampliamente en el río Tajo. Pide llevar a cabo una mayor utilización de las zonas regables de la cuenca en las provincias de Toledo y Guadalajara, aprovechando los recursos de este río que en la actualidad le son detraídos para su trasvase al Sureste; así como la devolución a la región de los caudales de este río, detraídos a Levante y “generosamente subvencionados por la administración estatal”.  Y en este punto, arremete contra el trasvase Tajo-Segura, por la derivación de este recurso a regiones “que cuentan con grandes inversiones en desaladoras infrautilizadas, cuya amortización está siendo sufragada por el Estado”.

Finalmente, Acuademia defiende apostar por una I+D+i “ceñida” a las necesidades de la región y dedicada a analizar las oportunidades sinérgicas de la fórmula “agua+energías renovables+agroindustria de calidad,” además de otras posibles iniciativas de tipo industrial.

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