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ALBACETE

La inquietante y misteriosa Esfinge de Haches no estaba sola

La Esfinge de Haches puede verse en el Museo de Albacete

José Iván Suárez

Albacete —

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Una extraña figura: garras felinas, alas y rostro de mujer. Una imagen inquietante. Gira la cabeza, nos mira desde la eternidad y sonríe. Una sonrisa sutil que algunos han definido como la “Gioconda ibérica”. Contemplamos la Esfinge de Haches, una de las esculturas ibéricas más representativas. El sillar tallado en altorrelieve puede verse en el Museo de Albacete desde hace más de 70 años. Ahora, un reciente trabajo arqueológico nos permite saber más sobre esta leona alada. Un ser fantástico que se halló en Bogarra, en pleno corazón de la sierra de Albacete.

Hablamos con Arturo García-López, arqueólogo de la Universidad de Granada que, junto a Jesús Moratalla Jávega, de la Universidad de Alicante, ha publicado un artículo donde propone que la esfinge habría formado parte de un monumento funerario más complejo. El texto puede encontrarse en 'Complutum', de la Universidad Complutense de Madrid y lleva como sugerente título: “Donde dormían las Esfinges de Haches. Nuevos datos y reflexiones sobre el yacimiento de Los Cucos (Bogarra, Albacete)”.

En este lugar, en mayo de 2021, se realizó la primera prospección del proyecto. Arturo García-López nos sitúa: “El yacimiento de Los Cucos se extiende a lo largo de más de dos hectáreas, en una suave ladera, en el valle cerrado de Haches”. El profesional conoce bien la zona, de hecho, también codirige el proyecto arqueológico en la Torre medieval de Haches y explica que “siempre he tenido un fuerte vínculo con la geografía albaceteña, especialmente con la sierra”.

Natural de la provincia, el arqueólogo cuenta que “este intento por contextualizar el hallazgo de la esfinge vino motivado por el trabajo de fin de grado de historia, hace cuatro años, era una idea que llevaba algún tiempo en la mente, desde que comencé a dar pasos en la arqueología”.

Apenas estudiada

Desde el hallazgo casual de la Esfinge de Haches en 1947, apenas se había reparado en su estudio. Escasamente, una adscripción estilística de la escultura a otras similares en los años 80, alguna consideración aislada, hallazgo de otras piezas posteriores también de forma descontextualizada, exigua bibliografía y un completo vacío en cuanto actividades arqueológicas en la región. Ante esta disparidad de conocimiento, el equipo formado por García-López y Moratalla analizó el material existente, procedente de fotografías históricas, cartografía antigua y documentación de archivo, y emprendió el reconocimiento superficial sobre el terreno.

“El resultado de esta prospección fue el registro de una veintena de elementos lapídeos con evidencias de haber sido trabajados con fines constructivos o decorativos-escultóricos; además de una posible quicialera y distintos molinos barquiformes y rotatorios”, exponen los autores en el artículo científico.

Estos elementos se suman al conjunto cerámico encontrado que da una horquilla de ocupación del lugar entre los siglos VII-VI a.C. hasta el XII-XIII de nuestra era. Posteriormente, y con el apoyo del Ayuntamiento de Bogarra, el Instituto Universitario de Investigación en Arqueología y Patrimonio Histórico (INAPH) de la Universidad de Alicante y el Centro de Estudios de Arqueología Bastetana (CEAB), prosiguió el proyecto con una segunda prospección en la que volvieron a utilizarse herramientas de geolocalización. Estas actividades han generado “una fundamental base documental sobre la cual poder estudiar la historia y prehistoria de la comarca”, afirman los arqueólogos sobre una zona muy desconocida comparándola con el resto de la provincia.  

La idea no es solo entender la escultura, sino, sobre todo, la sociedad que la diseñó. Aquella comunidad agrícola que a principios del siglo V a. C. ocupó este valle para aprovechar sus aguas y la fertilidad de sus suelos. Y fue así, trabajando la tierra, como el 13 abril de 1947, los hermanos Vicente y José Sánchez Amores desenterraron un bloque de piedra cerca de la pedanía de Casas de Haches que resultó ser la Esfinge. Una escultura que, según parece, no estuvo sola en su origen. Avanzan los arqueólogos en el artículo: “Los trabajos de prospección desarrollados en Haches han permitido documentar un conjunto de bloques en piedra trabajados que, debido a su exposición y su empleo histórico como material constructivo en terrazas agrícolas, en gran medida no disfrutan de forma completa”.

La labor innovadora y minuciosa que está desarrollando el equipo sigue en marcha. Técnicas del siglo XXI para desenmarañar el enigma de la Esfinge de Haches que, en septiembre de 1947, el famoso diario Pueblo reseñaba, quizá, por primera vez. Contaba el periódico: “Todos estos conjuntos, ya en casi su totalidad reconstruidos o restaurados a expensas de la Excelentísima Diputación Provincial de Albacete, se están instalando en su Museo, en el que podrán ser admirados por sus visitantes dentro de pocos días y donde ya está expuesta a la contemplación pública, entre otras adquisiciones valiosas, la Esfinge de Haches, interesante escultura ibérica de arenisca, descubierta en aquella pedanía de Bogarra”. Hasta ese momento, solo J. Sánchez Jiménez y A. García y Bellido habían realizado estudios breves sobre la escultura.

Pueden ser una pareja de estos animales fantásticos y la cúspide de ese monumento estaría rematado por molduras de gola

Hoy sabemos más. Algunos siglos antes de que el sur de la península ibérica comenzara a romanizarse, los habitantes de estos contornos ya tenían claras influencias de las culturas del Mediterráneo y del norte de África. Aquellos grupos humanos hicieron de estos territorios su hogar y, tal vez, para delimitar su zona de influencia, aquí, en Bogarra, levantaron un monumento en forma de torre.

Expone su tesis Arturo García-López: “Tendríamos una estructura monumental de sillares, que son los que presentamos en el trabajo, aunque habría más, desde luego, que en su base, seguramente, estaban rematados por dos esfinges, una de ellas la propia Esfinge de Haches y, además, esa garra de un segundo animal, que es idéntica a la esfinge y que apareció posteriormente; proponemos que pueden ser una pareja de estos animales fantásticos y la cúspide de ese monumento estaría rematado por molduras de gola”. Se trata de una formación arquitectónica bien extendida por el Mar Mediterráneo protohistórico y que encuentra referencias muy evidentes con Pozo Moro, hallado en Chichilla, y que puede visitarse en el Museo Arqueológico Nacional.

Actualmente el equipo de investigación analiza la procedencia de los sillares hallados en el yacimiento y estudia las escorias metálicas recogidas durante la prospección. Desechos del trabajo metalúrgico que podrían ayudar a conocer la vida económica de la comarca. Los frentes de trabajo son amplios, tanto la labor científica como la divulgativa y anuncia Arturo García-López que “nuestra intención es, en un futuro inmediato, iniciar las primeras campañas de excavación”.

Los futuros resultados arrojarán, sin duda, más certidumbre al verdadero significado de la Esfinge de Haches, que no era una, sino dos. Y que además de ser un monumento funerario que coronaba este lugar, también fue un hito territorial. Precisan los arqueólogos la función del monumento: “Marcar una zona de paso para el ganado, próxima a esos hitos salinos y fluviales, en claro vínculo con las cabañas y veredas que, al norte de Haches, conectan la Alta Andalucía con La Mancha y el Campo de Hellín”. 

Una estructura con vocación “polisémica”

Los autores creen que estamos ante un tipo de estructura con una vocación “polisémica” que no resulta extraña en el ámbito del sureste. El Macalón, en Nerpio; el Cercado de la Galera, en Liétor; el cementerio de Pozohondo; las descontextualizadas esculturas de Alcaraz y Pozo Moro, en Chinchilla, podrían ser ejemplos de estos espacios con “significación territorial, todas ellas en las estribaciones de la serranía alcacereña y muy vinculadas con los antiguos caminos”. Cruce de destinos que fueron señalizados con figuras fantásticas. En el imaginario sagrado de aquella cultura ancestral, no faltaban los híbridos de ser humano con león o lobo. Extrañas divinidades que acompañaban al difunto al otro lado o, quizá, invocaban a las fuerzas de la fecundidad.

Piezas con aromas púnicos, fenicios, griegos o etruscos y un eminente sabor propio. En la actualidad, las investigaciones sobre el mundo ibérico están dejando atrás convicciones obsoletas que permiten adentrarnos en una interpretación más profunda de nuestro pasado. El monumento de Las Esfinges de Haches bien podemos ahora imaginarlo con estos nuevos datos y con la ilustración de Asunción Tébar Córcoles, incluida en el trabajo arqueológico.

Su impulsor, Arturo García-López, tiene en la cabeza aún más preguntas que contestaciones. Las líneas de trabajo todavía son amplías, entre los interrogantes: “Dar respuesta a la clásica asociación del topónimo de Bogarra con esa ciudad romana llamada Biguerra, citada por Tito Livio en el contexto de la Segunda Guerra Púnica”. Mientras esto ocurre, desde la eternidad, la extraña mujer con garras y alas nos sonríe para que dejemos de ser herederos del olvido.

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