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'Racataplá', ritual tamborilero de Hellín desde el siglo XVI

La Tamborada en Hellín durante la Semana Santa

Elena Martínez Vázquez

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Hablar de Hellín, es hablar de su Semana Santa, una Fiesta de Interés Turístico Internacional desde 2007. Y si hay algo que caracteriza este momento del año en el municipio de Albacete es el tambor.  Está intrínsecamente unido a la Semana Santa mezclándose así en una sola celebración, la pasión por lo religioso (procesiones) y la fiesta pagana (tamborada).

El uso del tambor fue documentado por primera vez en la localidad en noviembre de 1569. Los llevaban los vecinos que salieron del municipio camino de la guerra en las Alpujarras granadinas para apoyar a don Juan de Austria frente a la población morisca que se había rebelado como protesta por la Pragmática Sanción de Felipe II que les obligaba a renunciar a sus costumbres culturales.

 “En aquella época los tambores se llamaban atambores, porque es quien toca el instrumento. Hasta que a finales del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX se cambia el término a tambor”, explica Antonio del Carmen López, historiador y musicólogo hellinero.

 “En Hellín hemos sido los depositarios a lo largo de nuestra vida de esta tradición de rituales antiguos que se van renovando cada año en la Tamborada”, añade el historiador. Fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2018.

En esta localidad de Albacete más de 20.000 personas, mayores y pequeños, redoblan sus tambores por las calles de la ciudad, ataviados con túnica negra y pañuelo rojo o negro al cuello. Imita la vestimenta que antiguamente llevaban los sacerdotes y ayudantes en la procesión del Viernes Santo por la mañana. Antonio del Carmen cuenta que tienen documentado este atuendo desde 1603. Además, portan una cruz distintiva de tres travesaños a la que llaman ‘Cruceta’ y que alude a las tres cruces del Monte Calvario en el que fue crucificado Jesús.

Actualmente hay cuatro tamboradas oficiales, más la infantil. El Viernes de Dolores está dedicado a los niños y niñas que visten túnica y pañuelo negro o rojo. Esta cita se desarrolla en los centros educativos. Allí el toque de las nuevas generaciones hace retumbar las paredes. Ya por la tarde, se lleva a cabo la tamborada infantil en una concentración alrededor del monumento al Tamborilero con un desfile de los colegios. Cuando acaba, la Asociación de Peñas y Tamborileros de la Semana Santa de Hellín realiza un sorteo de tambores para “motivar” a continuar con la tradición aunque, señala el historiador, “no hace falta porque lo llevamos en la genética”.

Ese mismo Viernes de Dolores es tradición subir a la ermita del Calvario tocando el tambor, aunque sin la habitual indumentaria. Quienes participan en la tamborada se concentran desde las 11 de la noche hasta el alba. Era el día elegido antiguamente para templar los tambores cuando eran fabricados con piel de cabrito.

No es hasta el Miércoles Santo cuando tiene lugar la primera tamborada oficial y una de las más multitudinarias, que comienza a las tres de la tarde y finaliza con la recogida de la Procesión de la Oración del Huerto por la noche.

Otra se produce durante el Jueves Santo, cuando se recoge la procesión del Silencio. Durante toda la noche resuenan los tambores. Y casi sin que Hellín note el silencio arranca en el Viernes Santo la procesión camino del Calvario a las siete y media de la mañana con los tambores marcando el ritmo.

Y finalmente, el Sábado de Gloria tiene lugar la última tamborada a las 12 de la noche para terminar en la tarde de Domingo de Resurrección con la recogida de la Procesión del Encuentro. Los visitantes pueden participar de forma activa en estas tamboradas, disfrutando de un ambiente único y de un sonido que marcará su paso por la ciudad.  

La mañana del Domingo de Resurrección ofrece en Hellín y Agramón (pedanía de Hellín) unos momentos de intensa emoción. Un contraste que pasa del estruendo al silencio en los instantes previos al Encuentro. El toque vuelve a resurgir al unísono en el momento que se abre la piña para liberar decenas de palomas que alzan el vuelo, típica imagen de la paz.

La procesión del Encuentro marca el final de los actos de la Semana de Pasión, desfiles procesionales y tamboradas. “En ese momento acaban de alguna forma nuestras tamboradas”, cuenta José Luis Jiménez, presidente de la Asociación de Peñas y Tamborileros de la Semana Santa de Hellín.

 Origen de la Tamborada de Hellín: “Antes que en ningún otro sitio”

Un apunte histórico en referencia a los comienzos de la celebración: el Concilio de Trento se desarrolló entre 1545 y 1563 y es considerado el primero de los grandes concilios modernos ya que constituyó el punto de partida de la respuesta de la Iglesia Católica a la Reforma Protestante.

El historiador indica que un documento en el siglo XVI - de 1565- menciona el acontecimiento. “Refleja el modelo de Semana Santa que nosotros tenemos. En Hellín empezamos a celebrar esta manifestación antes que en ningún sitio de España”, asegura. Además, hace referencia a la antigua Región de Murcia de la que Albacete formaba parte y que cuenta con cinco eventos relacionados con la Semana Santa que están declarados de Interés Turística Internacional en la actualidad.  

El presidente de la Asociación de Peñas y Tamborileros explica cómo allá por 1523, los suizos introdujeron el tambor en España como acompañamiento militar. “Nuestro toque base viene del toque militar. Todo fue transcendiendo a lo religioso y se puede decir que es la base del origen de la tamborada”.

En este sentido, el presidente añade que en el siglo XVII en la época del Despotismo Ilustrado se abolieron las procesiones. Un impacto de más de cien años. Hasta que, en el siglo XVIII, en 1750, se retomaron. “Al principio eran nazarenos con tambor que acompañaban a las imágenes, sin pertenecer a lo que hoy en día conocemos como bandas de música. El clero, de alguna manera, estaba contento con el cometido de los nazarenos aportando música en las procesiones. Por lo que de forma libre en 1856 la ciudadanía empezó a tocar de forma individual o por grupos. Así nacían las actuales tamboradas de Hellín”.

Es una tradición afianzada y masificada. Según las últimas estimaciones, “se calcula que más de 20.000 personas pasan por Hellín el Miércoles Santo. Y estoy seguro de que crece el número de asistentes cada año”, añade el presidente.

El tambor sin relación con las procesiones

Además, el historiador resalta que hay otros momentos de toque de tambor que se llevan a cabo sin acompañar a la procesión. “Se sale a la calle en hilera donde todos tocamos al mismo ritmo”.

¿Cuándo se salió por primera vez a la calle a tocar de forma independiente a las procesiones? La fuente más antigua conservada es de 1876, aunque un artículo del periodista Julio Ateneo de principios del siglo XX relata que la primera tamborada sin relación con una procesión fue en el mes de marzo de 1777.

Al respecto, Antonio del Carmen explica lo sucedido ese año. El 29 de noviembre de 1777 el Conde de Floridablanca, que era secretario de Estado y cumpliendo la orden de Carlos III (Real Cédula de 20 de febrero de 1777), mandó una carta a todos los obispos para que se prohibiera el toque de tambores, clarines, bocinas en la salida de la procesión de la Sangre de Cristo del Jueves Santo de Hellín. Por aquel entonces en las procesiones los participantes se azotaban hasta hacerse sangre. Fueron prohibidas.

Uno de los momentos más atractivos para el turista es contemplar el cruce de tambores entre dos peñas. Se arma un bonito pique entre ellas. La fraternidad y devoción al tambor se demuestra en cada esquina de Hellín

Esta prohibición “pensamos, por otro documento posterior de Julio Ateneo e investigaciones en torno al alcalde de Hellín de 1778, José Ruiz, que también era el Comisario de la Inquisición, pudo ser perfectamente el detonante de la primera tamborada, esto es, tamborileros que tocan en hileras fuera de la procesión y sin relación con esta, en el año de 1778”, dice el historiador.

Esto no significa que se haya mantenido la tamborada ininterrumpidamente desde ese año pero desencadenó algo “excepcional” que quedó en la historia no solo de Hellín sino de la vecina localidad de Tobarra. “Esa fecha de 1778 pudo marcar el inicio de nuestra tamborada. Las investigaciones, esperemos, lo confirmarán”.

 Como anécdota personal, Antonio del Carmen cuenta que sus antepasados le enseñaron a desfilar en esa hilera, a tocar seriamente o ir todos acompasados. Son tradiciones y costumbres orales que se pasan de generación en generación. “Sabemos que desde hace 140 años en mi familia se toca el tambor”.

Evolución del tambor en Hellín

Las primeras fotografías de la tradición tamborilera en Hellín que se conservan datan de 1890 y muestran tambores muy parecidos a los que actualmente tocan en Mula o Moratalla (Murcia). Son instrumentos de gran diámetro que pueden medir entre 70 y 80 centímetros de diámetro y con una caja estrecha de 20 a 25 centímetros.

En este sentido, el historiador cuenta que el tambor actual que hay en Hellín se reinventa en el siglo XX. Los mentores y artesanos de este nuevo instrumento fueron herreros, carpinteros y hojalateros.

 Elaborado con elementos metálicos y parches, que en este último caso y en los años 80 del siglo XX fueron sustituidos progresivamente mutando desde los parches de piel a otros de plástico. “Originalmente algunos tambores en Hellín eran metálicos y algunos portaban la caja de madera, pero la mayoría eran de hojalata”, añade.

 El precedente del tambor o ‘atambor’ se conoce por los grabados de época. Eran “muy grandes y orgánicos. Se elaboraban con madera (la caja), los parches eran de piel de oveja, los cordones de tripa de oveja que se suele poner en la parte de abajo para distinguir del toque templado y el destemplado. Este último al quitarse los cordones de abajo provocaba un sonido más ronco y profundo”, explica Antonio del Carmen.

‘Racataplá’ o los rituales tamborileros

 Los tambores están continuamente reinventándose. Lo que no cambia son los rituales y los toques que “los seguimos manteniendo”. Algunos ya se documentaron en la época de Felipe II.

 “Hay un toque muy nuestro que llamamos ‘racataplá’ y que en realidad era el antiguo toque de ‘llamar en caja’ a la tropa o a los soldados. Este toque se hace en la subida delante de la procesión del Calvario (Viernes Santo) por el camino del Vía Crucis de las columnas.  Fue un escritor de Hellín, Cristóbal Lozano, quien descubrió en la primera mitad del siglo XVII un relato épico hacía referencia al paso de las tropas de Flandes por este municipio en abril de 1577, cuando sonaba este toque en Hellín”, comenta Antonio del Carmen.

El presidente de la Asociación de Peñas y Tamborileros añade que hay seis toques típicos que se van alternando durante la Semana Santa. El Racatapla’, ‘Que me lan tanteao’, ‘Ha dicho mi madre que me dé usté un pan’,Milindrillo’, ‘La raspa’ y ‘Como rambla’. Unos toques que se van intercambiando.

Uno de los momentos más atractivos para el turista es contemplar el cruce entre dos peñas. “Se arma un bonito pique entre ellas. La fraternidad y devoción al tambor se demuestra en cada esquina de Hellín”.

El Museo de la Semana Santa y Tamborada de Hellín

Hellín cuenta con un Museo de la Semana Santa y Tamborada (MUSS) que pasará a ser institución museística oficial de la región en 20 días. Así lo recogía esta semana una orden publicada en el Diario Oficial de Castilla-La Mancha

Abrió sus las puertas a principios de 2021. Se trata de uno de los museos municipales más grandes de toda España, con 2.160 metros cuadrados en un edificio con diseño arquitectónico moderno que ha mantenido la esencia exterior del Casco Histórico. 

En su interior pueden apreciarse bellos grupos escultóricos y pasos de misterio que desfilan en Semana Santa. Hay hasta cinco exposiciones dedicadas a este momento del año además de una sala de proyección en el interior de un tambor gigante, una recreación de un taller de escultura, pantallas de vídeo interactivas, recursos didácticos interactivos y múltiples paneles adaptados a las exigencias de los museos actuales.

Además, el edificio alberga otras colecciones de tipo pictográfico, arqueológico y etnográfico, con más de trescientas piezas históricas procedentes de varias civilizaciones. La entrada al museo es libre.

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