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Estos días vivimos con estupor cómo se queman hectáreas y hectáreas de monte, superficies en muchas ocasiones de gran riqueza natural que tardarán décadas en volver a ser lo que eran.
Año tras año la lucha contra el fuego se está convirtiendo en una estampa cada vez más habitual de los meses de verano. La intensidad de las llamas y la superficie destruida avanzana medida que constatamos que el cambio climático es una realidad a la que ya no se la espera: ya está aquí. Tanto es así que nos estamos empezando a familiarizar con el concepto “incendios de sexta generación”, un fenómeno muy preocupante y peligroso del que nuestro país se ha quedado a las puertas.
España y regiones tan secas como Castilla-La Mancha tienen un serio problema con los incendios forestales. Somos un territorio especialmente vulnerable al cambio climático y a las olas de calor que tanto nos azotan en julio y agosto. Los incendios forestales no solo arrasan los campos, también se llevan por delante patrimonio material y, lo más penoso de todo, vidas humanas.
Dos personas han fallecido en incendios en la provincia de Zamora. Esto se ha producido en una comunidad autónoma en la que el 59% de su plantilla de bomberos forestales está privatizada a través de subcontratas, con condiciones que van desde los bajos salarios hasta las maratonianas jornadas, con el riesgo añadido de que sindicarse es para ellos un motivo de no volver a ser contratado en la siguiente campaña.
En Castilla-La Mancha la lección la aprendimos hace 17 años, cuando el trágico incendio forestal de Riba de Saelices, en Guadalajara, sesgó las vidas de Jesús, Mercedes, José, Manuel, Marcos, Luis, Julio, Jorge César, Sergio, Alberto y Pedro, nueve bomberos forestales y dos agentes medioambientales que fueron víctimas de unas pésimas condiciones climáticas pero también de una inadecuada respuesta ante las llamas. Es triste de decir, pero fue a raíz de este terrible episodio que se produjo la necesaria remodelación del dispositivo forestal.
Desde entonces la inversión realizada en Castilla-La Mancha ha sido potente. Podemos decir con orgullo que somos una comunidad cuya apuesta por el cuidado de los montes con dinero público está funcionando. En este tiempo la plantilla de Geacam –alrededor de 2.100 personas dedicadas al Plan Especial de Emergencias por Incendios Forestales de Castilla-La Mancha (Infocam)- ha crecido y ha visto cómo se mejoraban sus condiciones. Sin embargo, aún no es suficiente y no lo es porque de esos más de 2.000 trabajadores y trabajadoras, lamentablemente, aún 450 solo son contratados de manera temporal durante los cuatro meses de mayor riesgo de incendio.
Desde UGT defendemos y siempre defenderemos que los incendios se apagan los 12 meses del año. Tan importante es tener efectivos y recursos que sofoquen las llamas como contar con equipos que desbrocen el monte durante el invierno y hagan aminorar la carga de combustible fósil, sobre todo después de tres décadas en las que –debido al despoblamiento del medio rural- nuestros bosques y montes se han llenado de esa masa forestal.
Hay que cambiar de mentalidad. Debemos pensar más en la prevención de los incendios. El cambio climático y el estrés hídrico nos va a obligar tarde o temprano a hacerlo así. De hecho, la naturaleza lleva años avisándonos de ello.
Aunque en los últimos 17 años se han dado pasos importantes, Castilla-La Mancha debe seguir apostando por la inversión pública, por mejorar las condiciones laborales de los bomberos forestales, por conformar una plantilla estable y suficiente que pueda hacer frente tanto a la extinción como a la prevención... No nos podemos quedar cortos en efectivos para la prevención, tal y como ocurre actualmente. Es necesario que esos 450 trabajadores temporales pasen a ser contratados los 12 meses del año, algo que –además- contribuiría a fijar población en las zonas despobladas.
Espero que nunca olvidemos lo que ocurrió en Riba de Saelices, que no olvidemos las muertesque llevamos en este 2022 ni la de todos aquellos que han perdido la vida en circunstancias similares… En la lucha contra los incendios nos jugamos mucho, también nuestra riqueza natural y el sustento de muchas familias.
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