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Resiliencia enfermera y del sistema sanitario ante la COVID-19

CLM se sitúa entre las CCAA con mayores carencias de equipos de protección en enfermeras, según encuesta

Roberto Martín. Presidente del Colegio de Enfermería de Toledo

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Mi primer pensamiento y el del colectivo de enfermeras al que represento es para los fallecidos por la COVID-19, especialmente a los enfermeros y resto de personal sanitario caído en esta lucha, y desde esta tribuna muestro mis condolencias y pésame a sus familiares y amigos.

Según la Real Academia de la Lengua española (RAE), el término resiliencia tiene dos acepciones.

La primera defiene resiliencia como la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”.

Que la pandemia generada por el coronavirus SARS Cov-2 ha sido y es un “agente perturbador o un estado o situación adversos” es un hecho incontestable a estas alturas de crisis. Las consecuencias sanitarias, económicas y sociales en España son terribles en términos cuantitativos (más de 26.500 muertes, más de 224.000 contagiados, más de 46.500 profesionales contagiados -lo que supone el 21% del total de contagiados-, ...) y cualitativos (sobreesfuerzo de un sistema sanitario al límite, soledad de pacientes en ingresos y en sus últimas horas, sufrimiento de familiares ante la incertidumbre y el estrés de la ausencia de contacto físico con sus pacientes, ausencia de duelo reglado...). Hemos vivido situaciones durísimas que en ningún escenario podríamos haber imaginado hace únicamente dos meses y medio.

No es menos cierto que la capacidad de adaptación de las enfermeras, junto al resto de profesionales sanitarios, ha sido modélica a lo largo de esta pandemia teniendo en cuenta las dificultades por las que han pasado, déficit de equipos de protección individual adecuado y en cantidad o ausencia de los mismos al inicio de la pandemia, descoordinación en la organización de los circuitos, readaptación de estructuras físicas para atender a la avalancha de pacientes COVID-19... 

Desde el inicio de la pandemia en Toledo, los valores predominantes entre los profesionales sanitarios han sido el compañerismo y la ayuda mútua, tanto física como psicológica. Se han desjerarquizado las estructuras profesionales, se ha trabajo en equipo de forma multidisciplinar con un nexo común, doblegar la curva de contagios y de muertes e impedir que el sistema sanitario se colapsara.

Se ha creado un vínculo especial compartiendo las mismas emociones, incertidumbres, estrés, miedo al contagio, a contagiar a tus compañeros e incluso a tu propia familia. Los sanitarios se han organizado de una forma modélica ante la ausencia de instrucciones claras por parte de las autoridades sanitarias hasta bien entrada la pandemia y han evitado en gran medida el colapso de los hospitales. Indudablemente nos hemos adaptado como hemos podido a las circunstancias que ha traído esta pandemia, contra la que nos ha tocado vivir y pelear, y en numerosas ocasiones en condiciones de seguridad sub-óptimas. 

La capacidad de autogestión de las enfermeras asistenciales ha sido ejemplar. En el inicio de la pandemia, con la llegada masiva de pacientes COVID a los hospitales, las enfermeras han utilizando su alta competencia, experiencia y sentido común diseñando estrategias de gestión, reorganizando circuitos asistenciales de forma que se pudieran atender a todos los pacientes COVID. Esta alta competencia, experiencia y sentido común junto a su capacidad de adaptación a la nueva situación, han sido determinantes para doblegar la ya famosa curva.

La segunda acepción de la RAE de resiliencia es la “capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido”.

Tras la parte más dura de la lucha contra la pandemia, lucha que por cierto no ha terminado aún, es nuestro deber y obligación intentar recuperar, consolidar y mejorar nuestro sistema sanitario. No en vano una gran crisis como esta pandemia genera la apertura de una ventana a la esperanza en forma de cambios estructurales que si son acertados, fortalecerán nuestro sistema sanitario.

Lo que queda por hacer tras doblegar la curva de contagios y muertes va a costar tanto o más que el titánico esfuerzo ya realizado por los profesionales sanitarios, por supuesto con las enfermeras en primera línea de batalla. El ingente trabajo de dar cobertura a la nueva oleada en la atención al empeoramiento de los crónicos y nuevos agudos de otras patologías, se debe hacer tras un profundo análisis.

Se hace necesario abordar esta nueva normalidad sanitaria enfocando los problemas y sus soluciones con valentía y determinación y modificar de una vez por todas el paradigma sanitario, del curar al cuidar, y en ese cambio de paradigma, las enfermeras tienen mucho que aportar desde su competencia, conocimiento y experiencia. Es fundamental que se cuente con las enfermeras como agentes de salud que potencien la promoción y prevención de la salud, rehabilitación y educación sanitaria, lo que pasa por potenciar la atención primaria, (posiblemente no suficientemente reconocida durante este periodo y pieza indispensable en esta fase de desescalada en la que estamos inmersos) y la atención sociosanitaria, la gran castigada en términos de mortalidad.

El año 2020 continúa siendo el año internacional de la Enfermera y la Matrona y estamos inmersos en un movimiento internacional de visibilización y fomento del liderazgo de las enfermeras llamado Nursing Now. Ambos eventos se han visto eclipsados por la pandemia que sí ha permitido conocer más y mejor a las enfermeras, heroínas que han estado en esa primera línea imaginaria de batalla, inmersas en una lucha en la que día a día se le ha ido comiendo el terreno a un enemigo invisible que ha causado un enorme daño a nuestra sociedad.

Desde nuestro Colegio de Enfermería reivindicamos que desde la macrogestión sanitaria, se apueste de una vez por todas por el liderazgo de las enfermeras: asignación de puestos de liderazgo en todos los niveles de la toma de decisiones sanitarias, dirección de centros socio-sanitarios, mayor responsabilidad en la gestión de recursos materiales, creación de puestos específicos de enfermeras especialistas, creación de la figura de la enfermera de práctica avanzada (enfermera gestora de casos, enfermera de enlace...), implementación definitiva de la prescripción enfermera...

Durante la pandemia, las enfermeras hemos dado ejemplo de coraje, profesionalidad, abnegación, entrega, compromiso y vocación de servicio, poniendo nuestro integridad física, psíquica y social al servicio de la sociedad, valores estos que hemos defendido antes, durante y que por supuesto defenderemos tras la pandemia. Eso sí, necesitamos que nos den vía libre para desarrollar definitivamente nuestras potencialidades como agentes de salud e impulsar los valores que han hecho de nuestra profesión una profesión imprescindible en el escenario sanitario actual.

Para recuperar el estado inicial del sistema sanitario y que renazca reforzado tras la pandemia, se debe apostar por las enfermeras y cambiar el modelo del curar por el modelo del cuidar. Todo ello repercutirá en la sostenibilidad y mejora del sistema sanitario y en la atención y seguridad del usuario sano y enfermo, en definitiva, repercutirá en beneficio de toda la ciudadanía.

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