Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

“El audiovisual español no está preparado para un #MeToo porque será poner nombre a nuestros compañeros”

Júlia Barceló

Pau Rodríguez

Ser actriz es que a menudo te aconsejen operarte para poder tener más trabajo, que te digan que adelgaces si no quieres hacer sólo papeles de “mamá”, que tengas que dejar la lactancia materna para devolver tu cuerpo a los cánones de belleza. Esto les pasa a muchas intérpretes mujeres, pero hay más: ser actriz es también que un director te retire un papel porque no fuiste a cenar con él, que crea que puede besarte o comentar el depilado de tu pubis tras una escena de desnudo.

El machismo, la presión sobre el cuerpo y las conductas que bordean el acoso sexual son algo con lo que han convivido las actrices durante años. No sólo por casos como los asociados a #MeToo o Harvey Weinstein en Estados Unidos, sino porque lo han denunciado las propias intérpretes catalanas en Twitter con la campaña #SerActriuÉs.

Entre ellas, nombres reconocidos como los de Bruna Cusí o Nausicaa Bonnín... O Júlia Barceló (Barcelona, 1985), que fue quien puso en marcha esta iniciativa. Hablamos con esta actriz, que forma parte del colectivo Dones i Cultura, sobre el sexismo en su profesión, los pocos casos de denuncias que ha habido en España y el caso de Lluís Pasqual, el reputado dramaturgo que renunció este mes a su cargo de director del Teatre Lliure tras ser acusado por una actriz, Andrea Ros, de trato vejatorio.

¿Por qué te decidiste a empezar el #SerActriuÉs?

Viene de varios hechos encadenados, pero sobre todo de la polémica que ha habido con Andrea Ros. Desde entonces han surgido muchas voces hablando de lo que es ser actriz sin saberlo, asociando la profesión a una imagen de mujeres que trabajamos poco y somos ricas. Una serie de prejuicios que afectan a actores y en particular a actrices. Hay quien cree que ser actriz es que te venga a buscar un taxi en casa, ir a un sitio y actuar natural... Y no, somos creadoras, no solo un objeto en manos de un dramaturgo. Tenemos pensamiento e ideología propias y ganas de participar en los procesos creativos.

¿Cuáles son las denuncias que más te han sorprendido?

La mayoría las he leído y sé que son reales porque todas hemos vivido cosas similares, pero lo que sorprende es cómo lo hemos acabado normalizando, desde que estudias en las escuelas de teatro hasta que entras en el sector... Y pasan diez años y luego echas la vista atrás y ves que mucho de lo que has aguantado no era normal. Me han sorprendido casos directamente de acoso de directores que te proponen hacer un proyecto y quedar para cenar, y si te niegas luego no hay papel para ti. En según qué castings y ensayos hay escenas de sexo o desnudo muy hostiles, sobre todo en los comentarios y el trato vejatorio que hay alrededor de las escenas.

Una de las constantes en los tuits de las actrices es la enorme sexualización y presión a la que os someten por vuestro cuerpo. ¿Por qué?

El discurso de la ficción ha dejado siempre a la mujer como un objeto, un complemento en la trama protagonizada por hombres, y esto lo acabas interiorizando incluso como actriz. No piensas que puedas opinar sobre lo que pasa en una trama o en un ensayo, te sientes complemento y no parte activa.

Luego hay un problema que tiene que ver con lo que decía Jan Fabre (acusado recientemente de acoso sexual) de que estas denuncias rompen el “vínculo secreto” que hay entre director y actriz. Se ha jugado mucho con esto, con que una actriz debe aceptar lo que le digan sí o sí, que no hay opción a negociar, que cómo es un desnudo lo decide siempre el director, que los comentarios sobre su físico –a menudo insultantes– son normales... Todo esto es algo con lo que vas cargando. Es un engranaje que no ayuda a que la mujer se libere, al contrario.

¿Cuando te dan un papel tienes que hacer sí o sí lo que diga el director o la productora, aunque te ponga en una situación indeseada?

No es algo tan claro como tener un papel y saber qué harás. En el proceso creativo debes confiar en el director, es un dar y recibir, él te dice y tu propones. Si es una relación construida desde el respeto, por mucho que haya escenas subidas de tono, de sexo, desnudos, no pasa nada. Queda clarísimo que estás trabajando. Pero si el vínculo no es de igual a igual, sino de alguien que abusa de su situación de poder... Además, cuando esto pasa suele ser desde la condescendencia y la infantilización, desde el “tu no sabes como va esto, hazme caso”. A ver, somos adultas, no idiotas, y podemos decir si hay límites que como actrices no queremos traspasar.

¿Cuando te proponen un papel, suele tener que ajustarse a ciertos cánones de belleza? ¿Te piden medidas del cuerpo, por ejemplo?

En el teatro no tanto. En los castings del audiovisual generalmente queda más claro qué tipología física necesita el personaje. Y es perfectamente comprensible que se busquen perfiles determinados. El problema es que el de las mujeres suele ser muy limitado: joven, delgada, con belleza normativa. Es tan restringido que muchísimas actrices nos sentimos excluidas, no vamos ni al casting. En Twitter se ve como muchas veces te aconsejan que lleves tal sostenedor, o que te operes la nariz. Esto es llevar la profesión de actriz a un lugar que no le corresponde. Ni siquiera les toca a las modelos. Ser actriz tiene un contenido mucho más diverso que esto.

¿Estos comentarios y comportamientos machistas, tan centrados en vuestro cuerpo, puede que tengan que ver también con la etiqueta de que la vuestra es una profesión muy liberal en lo sexual y afectivo?

Yo de más joven, cuando conocía a chicos y llegábamos a la clásica conversación del “a qué te dedicas”, a veces no decía que era actriz porque parece que iban implícitos una serie de prejuicios de carácter sexual. Y no, los actores no hacemos orgías cada día y medio. Esto son imaginarios del mundo de la farándula que propician que gente que no sabe de qué va el sector, o que sí lo sabe, se aproveche de ellos para tratarnos sin respeto.

¿Casos como la presión y comentarios sobre el cuerpo, incluso el acoso, no les pasan también a los hombres?

Seguro que sí. Pero el patrón suele venir desde la masculinidad, que es desde donde se ejercen a menudo estas faltas de respeto. La hipersexualización, sin ir más lejos, está mucho más presente en las mujeres.

¿En tu caso has sufrido agresiones o episodios machistas que hayan afectado de forma de vivir la profesión?

Yo he tenido suerte de trabajar en proyectos que me han interesado, en compañías con un ambiente de diálogo, y tampoco me he callado nunca nada con los directores. El problema son sobre todo comentarios que vienen desde representantes, castings, directores... Y que afectan a tu autoestima. O, por ejemplo, yo he recibido muchísimas solicitudes por redes sociales de supuestos directores y fotógrafos que me hacían propuestas que al final acabas viendo que son pornográficas, que te piden desnudos. He llegado a denunciar algunas. En Facebook dejé de agregar a hombres y desde entonces no me ha vuelto a ocurrir. Y es triste, porque nunca sabes lo que te pueden ofrecer. Pero lo hice por precaución.

Algunos mensajes de #SerActriuÉs bordean el acoso sexual. O directamente lo son. Aun así, ni en Catalunya ni en el resto de España ha habido denuncias como ha sucedido en Estados Unidos con el #MeToo. ¿A qué lo atribuyes?

A que no estamos preparados. Parece que no, pero la industria audivisual es pequeña en España. Y en Catalunya todavía más. No estamos preparados porque será poner nombres y apellidos a compañeros, a gente cercana, a personas que sabes que te encontrarás sí o sí. En Madrid está el grueso del trabajo audiovisual y es donde conviven más con esta industria. Pero aún así, creo que en algún momento aparecerán. Los casos existen y se sabe. De hecho, creo que el caso de Jan Fabre es todavía el primero que ha ocurrido en Europa.

¿No crees que pueda haber otros factores? ¿Quizás una mayor inestabilidad laboral que no da seguridad a las denunciantes?

Cuanto más pequeña es la industria, más claro está que te contratará tal o cual persona. Lo que pasa también es que hay una especie de miedo según el cual no se pueden decir ciertas cosas, porque luego entras en una lista negra. Y justo ahora empezamos a descubrir que se puede distinguir entre opiniones e ideología, y trabajo. En mi caso, hay gente que me ha agradecido lo que he hecho. Nadie de la profesión me ha venido a decir que la he liado. Al contrario. Es que lo que queremos las actrices no es venganza ni cortar cabezas, queremos ambientes de trabajo cómodos para todos.

¿Qué debería cambiar en la industria para favorecer que se denuncien estos casos? ¿O para prevenirlos?

A nivel cultural y teatral hay que exigir que se aplique la ley de paridad, que existe y está aprobada, pero a la que nadie hace caso. Las programaciones no son paritarias, hay más hombres dirigiendo, escribiendo, imponiendo su punto de vista, dirigiendo teatros e instituciones públicas... No hay otra solución que las cuotas, porque el engranaje tiende hacia a los hombres. Si esto cambia, seguro que afectará a las prácticas a nivel humano. Seguro.

Antes has dicho que todo esto empieza en la etapa de formación. ¿A qué te referías?

Yo estudié hace años en el Institut del Teatre. Recuerdo que con las amigas decíamos “jo, qué suerte” cuando nos tocaba hacer talleres –obras con directores– en los que no teníamos que enseñar los pechos. Nos lo tomábamos a broma. O otros comentarios terribles que recibíamos, pero tendría que empezar a dar nombres y apellidos, y no me apetece. Uno de los tuits, de hecho, denuncia que algún profesore se iba a la cama con todas las alumnas que podía. Esto es un abuso de poder que se da en todo tipo de escuelas, pero en este sector está el componente del cuerpo a cuerpo, que trabajas con material que son tus emociones. Esta es una línea muy fina, sobre todo cuando eres una actriz joven e ilusionada y dispuesta a apechugar.

Antes de entrar en el mundo profesional ya te han dicho que si no adelgazas no tendrás demasiados papeles. O que mejor te operes los pechos. Y ojo, que lo dicen de buena fe, ¿eh? Pero no, gracias, yo prefiero que la industria no sea tan hipernormativa.

Al otro extremo, ocurre una mayor discriminación de género en la vejez. O en la maternidad, a juzgar por los tuits publicados.

Es que partimos de que en una profesión precarizada como esta, en la que no hay dinero para la mayoría, ser madre es muy complicado. Si ya lo es de por si en España, imagínate en un trabajo donde es difícil cogerte la baja. Si no trabajas, ¿cómo lo haces? Luego piensas que si te quedas embarazada no te llamarán durante un año, y esto es demasiado tiempo para luego recuperar tu puesto... No es una baja y volver. Todo suma. Y esto que yo no soy madre.

Lluís Pasqual dimitió a principios de septiembre como director del Teatre Lliure de Barcelona acusando al colectivo Dones i Cultura, del que formas parte, de haber orquestado una campaña contra él dando credibilidad a unas acusaciones de maltrato y abuso de poder –que él rechaza– publicadas por la actriz Andrea Ros. ¿Cómo fue todo?dimitió a principios de septiembre como director del Teatre Lliure de Barcelona acusando al colectivo Dones i Culturapublicadas por la actriz Andrea Ros

Desde Dones i Cultura no se pidió su dimisión, sino su cese. Es decir, que se implicaran el patronato del Teatro y las instituciones. Se dice que todo empezó con una denuncia de Andrea Ros, pero en realidad todo empezó cuando alguien decidió que se pude maltratar a actores encima de un escenario. Él ha dicho esto de que las redes sociales pueden llegar a destruir tu reputación... Pero no hubiera habido tanta difusión del caso si la gente no hubiera creído que era real. Pensar que cualquier denuncia tiene esta repercusión es ser ingenuo; si tanta gente, medios, trabajadores, le dieron credibilidad es porque eran ciertas.

¿Por qué se hizo ese comunicado desde Dones i Cultura pidiendo su cese antes de esperar a que se hiciera un informe sobre salud laboral, tal como ahora se está preparando?

En las reuniones de Dones i Cultura se dijo que este era un tema recurrente, y que por lo tanto era suficientemente grave para pedir el cese. Paralelamente, el comité de trabajadores del Teatre Lliure hizo sus asambleas y decidió hacer este estudio. Y si se hizo esto es porque creen que algo pasa. Se ha escuchado muy poco a los trabajadores y se ha puesto mucho el foco en el manifiesto de Dones i Cultura. Esto no es una caza a Pasqual, es que hay una forma de hacer que no queremos que se mantenga. ¿Podemos hablar de ello? Cuando lo hacemos, resulta que la gente se siente atacada y todo son prejuicios contra el feminismo y las redes.

A raíz de este caso se ha hablado otra vez de la supuesta fina línea que separa lo que un abuso de poder en ámbito laboral de lo que es una corrección o una indicación.

Cualquier persona que esté en un proceso creativo sabe distinguir entre lo uno y lo otro. No creo que haya nadie que no sepa hacerlo. Nos dicen que no sabemos de qué va la profesión, que nos confundimos, pero yo he trabajado con hombres y con mujeres, mayores y jóvenes, y se distingue perfectamente en qué procesos de ensayos se trabaja con comodidad, respeto y también rigor. Sé distinguir una indicación exigente de una falta de respeto. Hay gente que juega a decir que esto son líneas complejas en nuestro sector, que es cuestión de sensibilidades, y no. Es mentira.

El debate parte de una queja laboral, pero ha acabando asociado a una reivindicación de género. ¿Por qué?

Porque creer que el feminismo es sólo denunciar abusos sexuales es un prejuicio. El feminismo es una red de personas que buscan igualdad en todos los aspectos, es un movimiento transversal. Defiende a la mujer porque está más oprimida que el hombre, pero también puede denunciar el racismo, el abuso laboral, la censura.

Etiquetas
stats