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La ocupación de viviendas pone el foco en las prácticas de las empresas inmobiliarias

Ocupants de pisos al Carrer Lleida 38 de Barcelona; Obra Social Barcelona.

Victòria Oliveres

“No busco dinero, lo que quiero es un hogar”. Esto es lo primero que quiere dejar claro Samira Tamalkoutan que, con cuatro hijas de entre 7 y 18 años, ocupa uno de los pisos de un bloque en el barrio del Poble Sec de Barcelona des de hace una semana.

El bloque donde vive Samira, en la calle Lleida 38, está ocupado desde el último viernes de julio por 13 personas, 5 de las cuales son menores. Tras una acción colectiva de ocupación del bloque la Obra Social Barcelona lo ha bautizado como bloque Llavors (“semillas”). El edificio es propiedad de Vauras Investment, con sede en la capital catalana y dedicada a la “promoción inmobiliaria”.

La empresa es conocida entre los colectivos de defensa de la vivienda en Barcelona por el litigio que mantuvo contra los inquilinos de la calle Leiva 37. Vauras Investment, tras hacerse con la propiedad de todo el edificio, notificó a los vecinos su intención de no renovar sus contratos de alquiler. El bloque finalmente fue comprado por el Ayuntamiento de Barcelona que así impedía que los vecinos fueran expulsados.

En el caso del bloque del Poble Sec, la mayoría de pisos estaban ya vacíos en el momento de la ocupación porque los inquilinos fueron abandonando sus viviendas. En un comunicado de la Obra Social Barcelona, el grupo de activistas detrás del Llavors y que cuenta con dos edificios ocupados más en la ciudad -la Bordeta y la Jahnela-, se asegura que “el bloque estaba siendo vaciado por medio de extorsiones -mobbing- y a base de no renovar los contratos” de alquiler.

“Aquí llegamos un poco tarde y el destroce ya estaba hecho”, cuenta Borja Fernández, otro de los nuevos inquilinos de la calle Lleida. Él llegó a Barcelona desde el País Vasco cuando estaba estudiando el grado de Antropología. Ahora es becario en la Universidad de Barcelona y cobra 350 euros por lo que “llegó un punto en que no podía pagar mi antigua habitación”. Entonces decidió irse a vivir al bloque Llavors. 

Samira se encontraba igualmente con graves dificultades económicas. Es camarera de piso y trabajaba, hasta hace poco, por 900 euros al mes. “En el mercado inmobiliario, con esta nómina y sin ningún aval no te dan el alquiler”, explica. Ahora convive con los inquilinos que se resistieron a abandonar sus hogares o tres vecinos con contratos de alquiler a punto de finalizar.

El resto de pisos están reformados o con obras de reforma paralizadas. “Los estaban revalorizando”, según Fernández, para una “venta elitista” destinada al alquiler turístico. “Se pueden ver espacios claramente divididos, hay dos habitaciones y dos baños que ni se tocan”, cuenta para evidenciarlo. “Hay hasta electrodomésticos de calidad”, añade Samira.

Samira y Borja son dos ejemplos de vecinos de la ciudad que han optado por la ocupación de vivienda porque según cuentan “no tenían otra opción”, pero aseguran que los suyos “no son casos puntuales, van llegando muchos casos a la Obra Social de Barcelona”.

Según cuentan estos vecinos, en el bloque Llavors, nombre que sugiere al crecimiento de una propuesta colectiva para frenar la especulación y asegurar el derecho a la vivienda, “tiene en su interior el potencial de una vida pasada y la promesa de algo nuevo”, según cuentan. La empresa propietaria les ha visitado para ofrecerles dinero para que abandonen los pisos. Ellos, pero, insisten en que lo que necesitan es otra cosa: un hogar.

“Mis hijas estos últimos 5 o 6 años han hecho varios cambios: de un colegio a otro, de una casa a otra y psicológicamente están fatal”, explica Samira. “Quiero tener una vida estable para mis hijas y para mi, y creo que es mi derecho” dice Samira mientras que a este reclamo se le suma Borja que afirma que “cuando eres consciente que pocas personas pueden permitirse vivir en Barcelona, vale la pena luchar por eso”.

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