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El guardia urbano que disparó a Sota alega ante el juez que sintió miedo porque la perra “se abalanzó” contra él

Concentración animalista en la Ciudad de la Justicia

Oriol Solé Altimira

Gruñiendo, enseñando los dientes y sumamente agresiva. Así ha descrito el estado de la perra Sota el guardia urbano de Barcelona que la mató de un disparo. Según fuentes presentes en la declaración, el uniformado ha alegado que tuvo que usar el arma al sentir “miedo”, ya que la perra “se abalanzó” contra él. Tanto el animal como el dueño, además, estaban muy agresivos, según la versión de los dos agentes que han comparecido como imputados por lesiones y maltrato animal ante el juez que investiga la muerte de la perra. Hace una semana el dueño afirmó lo contrario, esto es, que la perra estaba tranquila antes de recibir la bala.

Ante el titular del juzgado de instrucción 4 de Barcelona han declarado este lunes los dos guardias urbanos imputados y dos testigos, que no presenciaron el momento del disparo. El agente que disparó ha explicado que vieron a Sota cruzar la calle sin correa y sin collar, lo que provocó que dieran el alto a su dueño, un sintecho que vive en los aledaños de la plaza España de Barcelona.

Según ha relatado ante el juez el agente, el dueño de la perra estaba “muy agresivo”, les insultó e intentó lanzase sobre el coche patrulla. El dueño, según el agente, transmitió su estado nervioso al animal, que en un primer momento intentó morderle el codo, agresión que el urbano pudo repeler. La versión del uniformado es que antes de sacar la pistola intentó contener a Sota con su porra, pero que el animal no se calmaba debido a que su dueño estaba muy alterado.

Para intentar calmar la situación, ha continuado, los dos agentes fueron hacia el coche patrulla para pedir refuerzos. En ese momento el segundo agente imputado ha explicado que vio al dueño, Tauri Ruusalu, “azuzar” al animal para que los atacara. Los agentes han negado que golpearan a Ruusalu, tal y como sostiene el dueño de la perra.

Y al bajar del coche se produjo el fatal desenlace: Sota, gruñendo y enseñando los colmillos, “se abalanzó” contra él, y además del miedo que sintió, el agente ha concluido que la única forma de “proteger” su integridad física era disparar su arma, toda vez que los anteriores intentos para calmar al animal con la porra habían fracasado.

El caso desató una oleada de protestas animalistas el pasado mes de diciembre, y obligó al Ayuntamiento de Ada Colau a establecer nuevos protocolos para los agentes de la Urbana en el trato con animales. La investigación interna del consistorio ha respaldado al 100% la actuación de los agentes, concluyendo que el uniformado que disparó actuó de forma “defensiva y proporcional”.

No lo ven igual los colectivos animalistas (hay hasta seis asociaciones personadas como acusaciones populares para defender a la perra, mientras que la abogada Inés Guardiola representa a Ruusalu de forma altruista), que este lunes se han vuelto a concentrar frente a la Ciudad de la Justicia para exigir “justicia para Sota”.

La prueba del algodón sobre las dos versiones opuestas la podrían practicar dos testigos presenciales del incidente. Debían comparecer este lunes, pero el juez les ha quitado la condición de testigos protegidos, tal y como pedía la defensa de los guardias urbanos. La defensa de Ruusalu ha recurrido a la Audiencia de Barcelona, por lo que su versión de los hechos tendrá que esperar.

Sí han declarado otros dos testigos, que no vieron el momento del disparo porque llegaron pocos minutos después. Con todo, ambos testigos han coincidido en que la actitud de los agentes era “hostil” hacia Ruusalu y que tardaron en atender a la perra, que ya había fallecido.

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