“I believe that clear thinking and clear statement, accuracy and fairness are fundamental to good journalism”.
Walter Williams, 1914.
Degà de la primera escola universitària de periodisme a Columbia Missouri (EUA)
La actualidad judicial reúne de nuevo ante la atención pública la antigua troika convergente formada por Jordi Pujol -presidente de la Generalitat durante 23 años-, Macià Alavedra -consejero sucesivo de Gobernación, de Industria y Energía y de Economía y Finanzas de la Generalitat durante 14 años, después de haber sido diputado a Cortes y diputado y portavoz en el Parlament- y el empresario Lluís Prenafeta -secretario general de la Presidencia de la Generalitat durante los primeros 10 años, que tuvo que dejar el cargo a raíz de una investigación de la fiscalía.
En el ámbito de los medios de comunicación, esta circunstancia invita a recordar las dos grandes operaciones que, con resultados desiguales, caracterizaron el poder pujolista. Con resultados favorables: la creación de la Corporación Catalana de Radio y Televisión, en 1983, convertida en Corporación Catalana de Medios Audiovisuales, en 2007. Con resultados desfavorables: el intento de acabar con la posición dominante de La Vanguardia y su sustitución por un nuevo diario conocido como El Observador de la Actualidad (1990-93).
El afán intervencionista de Pujol ya se había manifestado en los años 1970 en publicaciones que subvencionó, como Oriflama y Canigó, o que adquirió, como El Correo Catalán y Destino. Al llegar a la Presidencia de la Generalitat, combinó una intensa política de subvención y de control de la prensa con la creación de una radio y televisión públicas dependientes de la Secretaría General de Presidencia.
Construir un audiovisual público a la medida de los intereses del nuevo poder catalán no tenía una dificultad especial. Era un objetivo del todo comprensible y homologable en la España de la época. El modelo político y corporativo adoptado para el audiovisual catalán fue similar al de RTVE. Intervenir en el mercado de la prensa privada e incluso intentar modificar la hegemonía, como osó hacer Prenafeta con el nuevo diario, era más atrevido. A pesar de las amistades poderosas -y peligrosas- del emergente sector de negocios del pujolismo en que Alavedra tenía también un papel preponderante.
Muy de paso, Pujol reconoció en sus memorias el desacierto como empresario de prensa, en una referencia breve e indulgente a El Correo Catalán. No hay que olvidar la aventura de El Observador. Ni tampoco su utilización de Avui, el primer diario en catalán, que controló sin manías al llegar a la Generalitat, sin preocuparse de asegurar su viabilidad. Puso como presidente del consejo de administración al marido de una prima, Antoni Subirà i Claus, diputado de CiU en el Parlamento y sustituto de Alavedra, como portavoz y como consejero de Industria y Energía.
Son hechos conocidos, apenas cuestionados en la época, que toman un nuevo interés ahora que la actualidad judicial vuelve a reunir esta troika convergente ante la atención pública. Un audiovisual catalán muy marcado por la sombra del poder y una tradición bien establecida de intervención en el mercado de la prensa son aspectos centrales del legado del pujolismo.
Sobre este blog
“I believe that clear thinking and clear statement, accuracy and fairness are fundamental to good journalism”.
Walter Williams, 1914.
Degà de la primera escola universitària de periodisme a Columbia Missouri (EUA)