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Al rescate de los ascensores centenarios de Barcelona: “Nos explican la historia de nuestra ciudad”

El ascensorista Joan Camprubí en el elevador de la calle València 213, registrado en el mapeo de ascensores históricos del Ayuntamiento de Barcelona.

Carla Quintana

Barcelona —

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En pleno centro de Barcelona, el Ayuntamiento ha localizado un ascensor de incalculable valor patrimonial. La cabina está hecha de madera noble tallada, que intercala elaborados vitrales que recubren las mismas puertas que se despliegan hasta el rellano del vestíbulo. Todos estos componentes interiores quedan resguardados por una estructura de malla metálica con florituras que recubre el espacio por donde se desplaza el elevador.

Está situado en la Casa Martí Llorens, una finca modernista de 1904, y es uno de los múltiples ejemplos del patrimonio que esconden cientos de ascensores antiguos repartidos por la ciudad. El consistorio ha decidido catalogarlos y situarlos en un mapa para intentar proteger su apariencia tradicional ante las reformas que la Generalitat exigirá a estas máquinas. Por ahora ha localizado 420, pero se cree que podrían ser muchos más.

La apariencia arquitectónica de estos ascensores puede dar la sensación de que albergan una maquinaria antigua y desfasada. Pero no es así: son elevadores plenamente modernizados. Las guías originales de madera fueron sustituidas por guías nuevas y cuenta con un cuadro de maniobra electrónico y puertas automáticas en la cabina que mantienen la esencia del art noveau catalán.

“Hemos intentado preservar la estética original al máximo, pero siempre respetando los parámetros de seguridad”, explica el gerente de Ascensores Camprubí, quien asegura que existe “cierta sensibilidad” entre los propietarios de este tipo de fincas para conservar el carácter auténtico de sus elevadores.

Ayudas para preservar los elementos patrimoniales

Aunque este tipo de artefactos modernistas de uso cotidiano carecen de una protección patrimonial específica, el Ayuntamiento de Barcelona ha elaborado su clasificación ante los cambios que impulsará la normativa de la Generalitat, que implicará más exigencias de seguridad, según apuntan fuentes municipales. 

Para evitar que en estos ascensores históricos se produzcan modificaciones sustanciales, el consistorio ofrece una subvención municipal para costear parte de la restauración de los componentes patrimoniales de los 420 elevadores censados, la mayoría localizados en la zona del Eixample de Barcelona, aunque no se descarta que aparezcan más en otros barrios de la ciudad.

La ayuda prevé sufragar el 30% del gasto de los propietarios. Y, además, no incluirá los cargos que ocasionarán las reparaciones vinculadas con la mejora de los aspectos de seguridad. 

Montserrat Prado, directora técnica del Instituto Municipal del Paisaje Urbano de Barcelona, remarca la importancia de preservar estos ascensores a toda costa, a pesar de que no estén abiertos al público, porque también cuentan la historia de la ciudad. “El consistorio quiere ayudar económicamente a los propietarios a mantener un patrimonio que es común y compartido”, detalla.

“Las solicitudes de las subvenciones están llegando poco a poco y esperamos que para finales de año se incremente la demanda”, expone Prado, quien también destaca que la mayoría de los ascensores históricos son perfectamente adaptables. Es cierto, pues, que existen ejemplares que demuestran que es posible cumplir el reglamento a la vez que mantener los elementos patrimoniales.

“Para nosotros hubiera sido mucho mejor que esta subvención también fuera a parar en la mejora de la seguridad”, comenta Camprubí, alegando que este tipo de costes suelen ser más caros. En la misma línea, desde el Gremio Empresarial de Ascensores de Catalunya estiman que unos 13.000 ascensores —incluidos los históricos— se verán afectados por el cambio que insta la normativa de la Generalitat.

Respecto a la ayuda que otorga el consistorio, Jordi Sarrats, vicepresidente del gremio de ascensoristas en Catalunya, opina que es “insuficiente” y que genera “cierta desigualdad”. “Los propietarios de ascensores construidos entre finales del siglo XIX o primer tercio del siglo XX tendrán que gastarse el doble o el triple”, afirma Sarrats, refiriéndose a las modificaciones que entrarán en vigor.

Más conciencia por proteger los elementos patrimoniales

Jordi Horts es el administrador vertical de la finca situada en el número 198 de la calle Padilla. Él ya se ha anticipado a los cambios legales que se propiciarán en los próximos meses y ha incorporado en el elevador de este edificio, que data de 1926, las mejoras técnicas que reclamará la nueva ley.

Los operarios de Camprubí trabajan aquí en la sustitución de las guías cilíndricas por unas metálicas y en la renovación del sistema mecánico y eléctrico.  “Es importante hacer un esfuerzo por conjugar la seguridad con la estética tradicional”, apunta el ascensorista, destacando el valor de la cabina de madera y la estructura de malla que recubre la puerta. 

“Cada vez es más difícil encontrar personal cualificado para el mantenimiento de los elementos patrimoniales”, sentencia Horts. Aun así, cree que es necesario “mantener el encanto” y “la personalidad” de este tipo de artefactos históricos siempre que se pueda. Por eso, no descarta pedir la subvención del Ayuntamiento de Barcelona en un futuro. 

“Es fundamental que las administraciones y los ciudadanos tutelen conjuntamente la memoria patrimonial de nuestra ciudad”, comenta Alessandro Scarnato, arquitecto y coordinador de la Taula Ciutadana pel Patrimoni de Barcelona, quien insiste en los beneficios de ampliar y dinamizar la mirada sobre el patrimonio. “Iniciativas que propongan la catalogación de nuevos elementos favorecen también la reutilización sostenible en el paisaje urbano”, explica.

Scarnato remarca que la catalogación de ascensores históricos es una decisión innovadora que permitirá “hacer pedagogía”, y que, posiblemente, abrirá las puertas a nuevas formas de explorar y entender la arquitectura urbana de la capital catalana. “El gran reto de conservar el interés patrimonial pasa por ver cómo se conjugan estos planes con el lucro de las empresas especuladoras”, concluye el arquitecto.

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