'Dones en Xarxa' promueve los derechos de las mujeres y apuesta por su empoderamiento usando las TIC. Cree en el potencial de internet para alcanzar la igualdad efectiva.
Tiene mucho mérito
La globalización generó muchos anticuerpos cuando irrumpió en nuestras vidas. Con el paso del tiempo comprobamos que esa transformación, como muchas anteriores, se materializa también en ventajas. Para las mujeres, muchas. La primera: la viralización de que los obstáculos y los desafíos vinculados a ellas son comunes sin distinción del origen. Y, con ello, la posibilidad de emprender acciones globales para fomentar la igualdad de trato y de oportunidades. No sin olvidar por el camino que la aparente diversificación también tiene visos de atrincherarse en una unificación.
En el mundo laboral se libra en estos momentos la batalla definitiva, que puede consolidar o marginalizar la posición femenina. Y ahí es donde de forma más evidente afloran las resistencias y, como instrumento, el control partidista de los términos. Por ejemplo, el de meritocracia. Un término gratificante, reclamado por las mujeres desde años, que sufre en su credibilidad al ser usado como arma contra la implantación de cuotas, la discriminación positiva y el aumento, en general, de las mujeres en los puestos de dirección. Ese mal uso del concepto incluso provoca en muchas féminas situadas en la parte alta de la pirámide una fuerte inseguridad dado que, sabiendo de su preparación y valía, se les recuerda que están ahí “de prestado” porque ese no es en realidad un lugar para las mujeres. La experiencia ya nos deja bien claro que los varones se recomiendan entre ellos, se relacionan entre ellos de tal manera que aumenta el conocimiento mutuo y la confianza. Que se reconocen, poniendo en duda la imparcialidad que lleva aparejada la meritocracia. En un contexto global sobre las dificultades de las mujeres para tener las mismas oportunidades que los hombres, la histórica y pasada unificación saca la cabeza. Un estudio de la Universidad de Carolina del Norte revela que los hombres casados con mujeres que no trabajan fuera de casa contemplan de forma desfavorable la presencia de las mujeres en los lugares de trabajo, son mucho menos propensos a trabajar en empresas con consejeras, e incluso pasan por alto a sus compañeras a la hora de los ascensos. ¿Qué entienden ellos por meritocracia?
Hace unos días, una ejecutiva de una empresa familiar me comentaba que “desde arriba” se tendía habitualmente a buscar de interlocutor al varón que tiene la misma categoría que ella y que ella, también a pesar de estar en la franja de la mediana edad, seguía siendo “la joven,” la típica etiqueta para restar credibilidad. Incluso las empresas que se dieron cuenta de que los estereotipos y las desigualdades torpedeaban la meritocracia dan ahora pasos atrás. La compañía telefónica holandesa KPN abandona la política de cuotas femeninas en los puestos directivos, sin cumplir los objetivos marcados cuando empezó a aplicarse en el 2009, y prima ahora “a los varones de minorías étnicas con formación adecuada”. No nos queda ni Europa: ¿Hay vida después de Viviane Reding?
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