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El Diari de la Cultura forma parte de un proyecto de periodismo independiente y crítico comprometido con las expresions más avanzadas del teatro, la música, la literatura y el cine. Si quieres participar ponte en contacto con nosotros en  fundacio@catalunyaplural.cat.

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¡Ser payaso es lo mejor que hay!

El 'Matx de pallassos' se está convirtiendo en un clásico./Gina Aspa

Toni Polo

Dos equipos, un ring, un árbitro, el público y mucha inteligencia. Son los ingredientes principales del match de payasos que ha entusiasmado a los espectadores del Espai Lliure y que, dada su deportividad, su fair play, podría sacar los colores a muchos profesionales y aficionados a otras disciplinas en las que se enfrentan dos equipos... No se trata de hacer goles, ni hablar. El reto es hacer reír a la concurrencia con agilidad mental e ingenio (humor inteligente, ¿no?). Los asistentes tienen doble trabajo: elegir los argumentos a partir de los cuales tendrán que improvisar los payasos y puntuar después de cada actuación. La idea es de la compañía brasileña Jogando no Quintal y la versión catalana, de Jaume Mateu y Montserrat Trias, ya ha corrido por Cabaret Coluche y el Festival Circ Cric, en la sede de este en el Montseny.

Para empezar, se escogen los equipos. Cuatro payasos irán de naranja Y cuatro, de azul. Las plantillas, de Champions: por un lado quedaron el Tortell Poltrona, el Claret Clown, Alba Serraute y Lola González. Por otro lado, Pere Hosta, Cristi Garbo, Jordi Martínez y Merche Ochoa. Pep Callau no calló haciendo de árbitro y maestro de ceremonias y Sabanni fue el justo y magnánimo linier. La música y los efectos sonoros, desde arriba, a cargo de Lluís Rodríguez. Lo más interesante de la propuesta es ver en el mismo escenario una nómina de los mejores payasos de Catalunya: la veteranía de Tortell Poltrona, la perfecta dicción de Jordi Martínez, la sensualidad de Cristi Garbo, el esoterismo fascinante y acrobático de Alba Serraute, la tozudez de Claret Papiol, la seguridad de Merche Ochoa, la deliciosa descoordinación de Pere Hosta y la locura de Lola González.

El espectáculo no está nada encorsetado. Hay unas directrices, unas reglas del juego, pero manda la improvisación, lo que quiere decir que cada día será diferente. Esta libertad da a los artistas la posibilidad de mostrarse en estado puro (el trabajo del payaso es este, después de todo). Y, aunque el tema propuesto por una espectadora sea “las patatas al jamón”, los cuatro artistas lo pueden hacer venir bien para hablar de Bárcenas, los sobres y las cuentas en Suiza. No se puede negar que el tema, si no fuera porque es real, tiene una altísima dosis de humor.

De esta manera, asistimos a un espectáculo para todas las edades (digamos que a partir de los 10 años, no es para más pequeños) en el que se reivindica la inteligencia, la libertad, la felicidad por encima de todo. Las pruebas que deben superar los dos equipos van más allá de la diversión pura y dura (que la hay, y mucha). Nos hacen ver, por ejemplo, que los objetos sirven para más cosas que para lo que fueron inventados: la imaginación puede ser más agradecida que la funcionalidad. Y que, aunque nos dicten lo que tenemos que hacer (empezando las frases de una historia por una letra del abecedario: ¡gran juego para jugar en casa!), somos libres de hacerlo como queramos. Hay quien a eso lo llama imaginación; otros dicen que es inteligencia. De una y de otra, hay a raudales en Matx de pallassos.

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