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¿Qué fue antes, el modelo o la marca?

Miles de transeúntes en el Portal del Ángel de Barcelona. / ORIOL PUIG

Oriol Puig

Barcelona —

A menudo nos preguntamos si Barcelona tiene que ver con un modelo específico y exclusivo de hacer ciudad o si la mera ilusión a un 'modelo Barcelona' es un intento de singularizar un logo, una marca que permite legitimar la venta de la ciudad a industrias como la turística.

Este es el trasfondo del estudio El sueño de Barcelona ¿Una ciudad para vivir o para ver? (Editorial UOC). El libro analiza líneas y conceptos que nos ayudan a entender cómo el pasado de la ciudad ha inspirado y optimizado las luchas del presente, el llamado 'modelo Barcelona' y su reverso mercantil, la 'marca Barcelona'. La idea de una marca específica y de un modelo con ánimo de legitimar maniobras como el crecimiento a golpe de grandes eventos.

La antropóloga y activista feminista y vecinal, Eva Fernàndez Lamela, escribe: “Barcelona está inmersa en el mismo proceso del capitalismo post-industrial y financiero global que se manifiesta en muchas otras ciudades. En este sentido su posición y las problemáticas que se derivan no tienen nada de modelo propio. Se trata de un capitalismo depredador que hace de la ciudad un producto, que obtiene los poderes locales, los recursos, el marco legal y los mecanismos de legitimación y consenso necesarios. Las consecuencias, la conversión de la ciudad en un gran parque temático, la generación de desigualdades crecientes, la alienación del espacio público y su privatización creciente”.

La 'marca Barcelona' es fruto del modelo de ciudad construido a partir de una estrategia discursiva y publicitaria. Un modelo de ciudad generado y gestionado por los diferentes gobiernos municipales desde el 1979, aunque podemos encontrar las raíces en el Ayuntamiento franquista de los últimos años sesenta y los primeros setenta del siglo XX. El modelo expresaba una idea fija ya existente de ciudad, muy alejada de la complejidad de los fenómenos urbanos y la dificultad de encontrarlos el contexto adecuado. Pero tras el concepto de modelo nacía el conflicto y la negociación; poner de acuerdo lo público con lo privado; ver cómo se atendía a las demandas de una ciudadanía crítica y culta; debatir qué se hacía con el patrimonio o como se podía conseguir una ciudad más sostenible. Ahora, siguiendo la lógica empresarial, todo se comprime detrás de la marca, evidenciando que lo más importante es la marca comercial vista desde fuera.

Autores como Jordi Borja, Horacio Capel o Manuel Delgado han analizado los orígenes, evolución y consecuencias de este modelo. Sus defensores, lo consideran un modelo válido en los años 70 y 80, sus detractores, consideran que la versión original ya llevaba los gérmenes de su perversión y coinciden en la crítica al modelo de urbanismo y de gestión de la ciudad. Es cierto que esta 'marca Barcelona' no existiría sin un contenido potente, pero lo único relevante es la imagen del producto. Los que la promueven delatan que ya no les importa la ciudadanía, que ya no existe para ellos lo que pasa en los barrios o como presiona el turismo sobre el tejido ciudadano.

Si la marca estaba integrada dentro del modelo es otro debate. La verdad es que la discusión sobre el modelo tenía una dimensión social y urbana, se refería a la esfera de la vida cotidiana. En cambio, la 'marca Barcelona' se erige hoy como símbolo de lo que quieren sus varones que sea la ciudad: un producto que compita en el mercado global. Desde hace un tiempo las instituciones han introducido gradualmente este nuevo término. Lo que haya detrás es irrelevante. Lo importante son los objetivos comerciales y su reluciente logotipo asociado a maniobras especulativas que irradian la influencia benéfica en clave de negocio a otros puntos del territorio.

Según las autoras, este modelo de ciudad, ha desaparecido del todo y Barcelona vive un momento complicado en el que es necesario que se reinvente. “Barcelona, además de una ciudad, también es una marca. Y quizás también represente un modelo. El quid está en saber si este modelo se ajusta a la realidad y que hay de él en la marca, en discernir si la ciudad es capaz de seguir creciendo sin renunciar a ser ella misma”, dicen las periodistas en el libro.

El sueño de Barcelona ¿Una ciudad para vivir o para ver? escucha a profesionales de diferentes ámbitos: urbanistas, arquitectos, especialistas en marca y turismo y algún político (aunque no en activo). “Hemos querido reflejar en el libro un amplio abanico de opiniones de diferentes ámbitos”, afirma Marta Monedero. Parece imprescindible buscar fórmulas de convivencia para conjugar la Barcelona escaparate, donde el turismo es una fuente importante de ingresos para la ciudad, con la Barcelona que viven los barceloneses.

Después de escribir el libro las autoras proponen posibles vías de futuro: “Lo que más nos ha sorprendido es que la ciudad está muy bien posicionada en temas de I+D, quizás este sea el camino por el que debe apostar la nueva Barcelona”, apunta Núria Cuadrado. “Una de las virtudes de Barcelona, su capacidad de consenso, es también un impedimento a la hora de tener un fuerte liderazgo para atraer y retener el talento”, concluye Monedero.

Núria Cuadrado y Marta Monedero coincidieron cubriendo noticias culturales para los diarios El Mundo y Avui. Aunque después sus caminos se separaron (Núria dejó el periodismo de trincheras y Marta pasó a la sección de internacional de El PuntAvui), han mantenido algunas inquietudes en común: una de ellas es su interés por Barcelona, por como palpita y como el mundo la contempla.

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