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Bofetón a Merkel: la Documenta de Kassel propone aprender de Atenas

Xavier Febrés

La Alemania reunificada ejerce una hegemonía implacable sobre la política económica del resto de la Unión Europea, con la imposición de la austeridad presupuestaria que ha beneficiado al país más fuerte y perjudicado a los demás.

Ninguno de ellos ha chistado contra los recortes dictados por la canciller Angela Merkel, excepto el intento de Grecia con el actual gobierno de izquierdas de Alexis Tsipras, obligado finalmente a pasar bajo las horcas caudinas de los acreedores. La Alemania de Merkel ha querido convertir el sometimiento de Grecia en lección para prevenir contagios. Sin embargo no todos piensan igual en Alemania.

La próxima edición de la célebre Documenta de Kassel, que se celebra cada cinco años como muestra de arte contemporáneo abierta a otros géneros, se descentralizará por primera vez fuera de la ciudad alemana. Se abrirá el 8 de abril en la capital griega bajo el lema 'Aprendiendo de Atenas'. Es una bofetada del mundo alemán de la cultura a la política de la dama de hierro.

La iniciativa de la Documenta de Kassel de entroncar con la Grecia actual responde a una arraigada tradición de la cultura alemana que no coincide con la de la canciller Merkel. Alemania siempre fue un país de alta cultura, también hoy. Algunos de los mayores helenistas han sido alemanes.

Las corrientes de pensamiento y de poder siempre han oscilado entre el Mediterráneo y el norte. La reforma luterana del siglo XVI representó de algún modo una negativa germánica a subir al carro del Renacimiento surgido en Italia como reformulación moderna del legado grecolatino. En cambio, a partir del siglo XVIII, la antigüedad clásica se vio reivindicada en Alemania por Johann Joachim Winckelmann, fundador de la nueva visión de la historia del arte como disciplina moderna y de la recuperación del ideal helénico como canon estético, seguido por los poetas-filósofos del primer Romanticismo como Novalis, Schiller, Hölderlin, Goethe…

En el Primer programa de sistema del idealismo alemán, redactado en común hacia 1796 por Schelling, Hegel y Hölderlin, se referían a los clásicos grecolatinos no solo como una mitología literaria sino como una mitología de la razón. Retomar conciencia del legado clásico equivalía a un humanismo nuevo frente al rigorismo protestante, una reivindicación de los sentidos, una transformación cultural y social, un deseo de renovación y modernidad de la burguesía germánica en ascenso ante el aristocratismo anclado en el prestigio del pasado medieval o feudal.

Posteriormente han pretendido presentar a Grecia de nuevo como un mito romántico, una exhalación evanescente de historiadores y literatos, un rastro remoto de las raíces de la cultura occidental sin relación directa con la actualidad de un país que encuentran tan oriental y deslavazado, cuando no se atreven a decir tan turco. El mundo baja repleto de simplismos identitarios, manipulaciones, soberbias y racismos. Son las nuevas batallas de una guerra muy vieja, la peste negra de siempre, el vientre todavía fecundo de la serpiente.

Europa vuelve a ser un continente marcado por la voluntad alemana de dominio, primero mediante el militarismo y hoy con la economía. El desenlace de aquel militarismo es bien conocido, el del dominio económico empieza a serlo... El dogmatismo luterano, el celo mesiánico de la austeridad económica, la obsesión de disciplina presupuestaria es una filosofía moral rigorista. En alemán la palabra schuld significa a la vez deuda y también culpa...

Los países endeudados son culpables, han pecado, deben expiarlo, deben pagar, deben redimirse. Los gobiernos hegemónicos no pueden salvar a los ineficientes gobiernos endeudados, pero sí salvar al ineficiente sistema bancario con inyecciones de dinero infinitamente más elevadas.

Dicen que el esforzado “compañero Wolfang” del sector del metal alemán se ve obligado a pagar las fiestas y las siestas de los griegos, los españoles, los italianos, los portugueses… El florilegio de sandeces del diario populista Bild Zeitung recuerda al caldo de cultivo del nazismo, una vez desacreditado a conciencia el frágil régimen democrático de la República de Weimar.

Parece como si a los alemanes les desazonara la sensualidad de Grecia y el Mediterráneo, de los meridionales “improductivos” hacia los que peregrinan en vacaciones para descansar de su severa competitividad. Los prejuicios sobre el carácter de los pueblos están tan estereotipados como algunas cosas del patriotismo, tal vez como el patriotismo en general.

En democracia el concepto de hegemonía debe implicar la capacidad de crear consensos y adhesiones, no de imponer el predominio a través de planteamientos simplistas que fomenten los bajos instintos, entre ellos la xenofobia, la confusión de conceptos y la discordia entre culturas vecinas. Contra eso se alza, desde la propia Alemania y 'Aprendiendo de Atenas' la Documenta de Kassel y sus creadores invitados, para deshacer a través del arte el cíclico intento de confusión de conceptos, que es la base de la manipulación del electorado.

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