La comparecencia de Jordi Pujol, su esposa y su hijo mayor en el Parlament fue una nueva escenificación del hundimiento de la era en la que el expresidente de la Generalitat y su partido mantuvieron la hegemonía política en Catalunya. Jordi Pujol ninguneó al Parlament, y al país que tanto utilizó como bandera, con sus silencios y con sus expresiones (“Dicen, dicen, dicen…”). Pero la sucesión de preguntas y la falta de respuestas resultaron demoledoras. Configuraron un retrato del pujolismo, de un régimen clientelar en torno al clan familiar que lleva su nombre.
La estrategia de la familia es remitirse a los tribunales, pero lo que se dirime en la Comisión de Investigación del fraude Fiscal, conocida como Comisión Pujol, es la responsabilidad política. Y en el Parlament se celebra un juicio a una época, un juicio político. No jurídico y, como consecuencia, no está pendiente de sentencias y recursos. El juicio político que, semana tras semana, se celebra en el Parlament lleva camino de convertirse en una pesada condena sobre el legado de Jordi Pujol, y para el mayor de ellos, Convergència Democràtica de Catalunya. La gestión de esta losa marcará la política catalana y decidirá si la sangría se limita al pujolismo o acaba afectando al movimiento político que encarna hoy CDC.
Cada jornada de la comisión de investigación abre heridas que sólo el tiempo dirá si se cierran y permiten, de nuevo, fotos conjuntas entre CiU y, por ejemplo, ERC y la CUP, que ayer mantuvieron una actitud implacable. O si estas profundas heridas incidirán directamente en el eje que se vislumbra para las próximas contiendas electorales, donde la regeneración democrática puede jugar un papel decisivo. Tanto o más que el soberanismo.
Cada paso hacia la refundación de CDC va en la dirección de desprenderse del pujolismo. El líder del partido, el president Artur Mas, sabe que debe soltar lastre. La familia que le encumbró al poder se siente ahora abandonada. Jordi Pujol lo llegó a verbalizar: “Suponiendo que mi partido me hubiera abandonado, que no le digo ni que sí ni que no (…) no me siento nada abandonado por mucha, mucha gente”. Marta Ferrusola fue más lejos y proclamó que “Catalunya no se merece” una comisión de investigación como la del Parlament. Su hijo, Jordi Pujol Ferrusola, mantuvo un tono desafiante ante los parlamentarios. Los tres, padre, esposa e hijo, reflejaron la Catalunya que el clan Pujol consideró su patrimonio. Por fortuna, esta Catalunya ya no existe. Se ha emancipado. Este es el verdadero cambio de época que se escenifica en el Parlament.