Miquel Roca (1940) es como aquel jubilado que no se conforma con observar las obras, jugar a la petanca o ir a buscar a los nietos a la escuela. Quiere más, y vuelve al trabajo para opinar y volver a opinar, consciente de su sabiduría, pero inconsciente del relevo generacional.
Durante una época jugó a ser todo, pero se tuvo que conformar con el segundo puesto. Como Perón de Evita, Garfunkel de Simon o el escudo de la espada, Miquel Roca tuvo que aceptar que era, ad eternum, el número dos de Jordi Pujol. Y eso no es fácil. Dicho de otra manera, como Bob Dylan al Nobel de Literatura, Carlos de Inglaterra a la Corona o Holanda en la Copa Mundial de Fútbol, Miquel Roca ha sido un gran eterno aspirante.
Aspiró a relevar a Jordi Pujol como rey de Cataluña y, a pesar de su innegable persistencia, al final vio cómo un jovencito Mas le avanzaba por la derecha mientras él se distraía discutiendo con el incombustible Josep Antoni Duran i Lleida. Intentó lo más difícil todavía, destronar a Maragall de la alcaldía de Barcelona, y tampoco. Quiso conquistar las Españas con la operación reformista haciendo de primer espada, y el desastre fue mayúsculo. A pesar de este currículum, Roca, como los gatos, siempre cae de pie.
Nacido en el exilio, en Burdeos (Francia), vuelve a Cataluña con tan sólo un año. Es hijo de Juan Bautista Roca i Caball, uno de los fundadores de Unión Democrática de Cataluña (llegó a formar parte de las juventudes democristianas). Es licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona, también ha sido investido doctor honoris causa por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), la de León y la de Girona.
Militó en el Frente Obrero Catalán, junto a Maragall y Narcís Serra. Se vincula al proceso de constitución de Convergencia Democrática de Cataluña, que impulsaba Jordi Pujol. Fue diputado en las Cortes por Barcelona y presidente del Grupo Parlamentario Catalán entre 1977 y 1995. Fue candidato a presidente del Gobierno español en 1986 por el Partido Reformista Democrático, sin que este partido consiguiera representación. Actualmente se dedica a la asesoría jurídica a través del bufete Roca i Junyent, que fundó en 1996. Y pasa a la historia como uno de los padres de la Constitución española.
Hay modas y personas del pasado que, sea por a o por b, y de manera cíclica, se vuelven a llevar: los pantalones de campana, los tops cortos y Miquel Roca. La imputación de la infanta Cristina hizo que su padre y rey llamara a Miquel Roca porque, en su calidad de abogado de prestigio, la defendiera, como así ha hecho. Mientras su partido y él mismo festejan con la posibilidad de hacer un referéndum independentista, el padre de aquella Constitución que, según dicen, lo prohíbe, no ve inconveniente en defender a capa y espada a la hija del jefe del Estado del que Cataluña se separaría.
Por otra parte, la muerte del expresidente Adolfo Suárez también ha hecho visible a Miquel Roca. La coeternidad histórica de ambos personajes y unas polémicas declaraciones de Mas reivindicando el talante dialogante y arriesgado de Suárez, enmendadas por Roca, que tiró de manual pujoliano diciendo 'ahora no toca', han vuelto a situar al viejo político en la primera línea de fuego. Rápidamente y después, se apresuraba a decir que es de burros no dialogar, ergo, él ha sido un sabio.
Miquel Roca es, ha sido, y seguramente será, un ejemplo claro de lo que los catalanes llamamos 'hacer la puta y la ramoneta' o, dicho de otra manera, quedar bien con todos.