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“El Procés no puede acabar bien porque no tiene herramientas válidas de presión al Estado”

Guillem Martínez es periodista y guionista televisivo

Oriol Solé Altimira

El llamado 'Procés' soberanista tiene programado para septiembre del 2017 un nuevo capítulo: el referéndum. Pero antes ya había previsto proclamar la independencia en 2014 o celebrar una consulta de autodeterminación que terminó siendo un proceso participativo con una pregunta doble. El periodista Guillem Martínez (Cerdanyola, 1965) contrasta en La gran ilusión (Debate, 2016) las palabras grandilocuentes con los escasos avances hacia una Catalunya independiente.

Son poco más de 200 páginas que ayudan a entender los años del Procés con contexto histórico, anécdotas y episodios interesantes, como la particular relación entre Artur Mas y Oriol Junqueras. Con Martínez hablamos de un Procés que ve definido a partir de la propaganda y con un final más bien lejano a la 'revolución de las sonrisas' que se proclama en las manifestaciones de la Diada.

En el libro explica que un senador estadounidense le preguntó a Alfons López Tena si el pueblo catalán quería la independencia o manifestarse por ella.Alfons López Tena

Es la pregunta del millón. ¿Qué quiere la gente? Sólo se sabrá con un referéndum, pero como todo el mundo sabe que un referéndum costaría mucho los dirigentes han intentado hacer otras respuestas que no cuadran y que son propagandísticas.

Otorga un papel clave a la propaganda. ¿Cree que se sustenta en la cantidad de nuevas palabras que ha dado el Procés? La última parece ser el llamado RUI, el Referéndum Unilateral de Independencia.

La riqueza léxica es una de las variantes de la propaganda. La propaganda gubernamental siempre está sustentada en un léxico que suele ser muy sexy. La segunda legislatura de Aznar fue una máquina imparable de propaganda y léxico relacionado con la Constitución, la libertad, “la unidad de todos los demócratas”, “tolerancia cero a”... Aquí hemos tenido un léxico vibrante creado, eso sí, desde fuera del Estado: en medios y difundido por la Assemblea Nacional Catalana (ANC), que no es Estado.

Califica la ANC como “una bicoca gubernamental, una organización civil sólo comparable, en sus funciones y capotas a un Gobierno, a la Asociación de Víctimas del Terrorismo”.

La ANC es un fenómeno único en Europa. Es lo más parecido al populismo sudamericano, en el sentido que vincula ciudadanía y gobierno de una manera sentimental y propagandística. La propaganda está hecha para creérsela, es un hecho indistinto de la democracia. Pasa en todos los países y España siempre ha tenido un problema con eso. La cultura democrática española ha sido muy vertical, ha hecho mucho caso a los gobiernos y los medios han recurrido al gobierno como fuente casi exclusiva. También está pasando en Catalunya. Pero no quiere decir que la gente sea tonta.

Critica el papel de los medios de comunicación, que tanto desde Madrid como desde Barcelona apunta que han actuado más como altavoz de los políticos que como medios.

En los medios ha habido un deber más allá de lo estrictamente periodístico. Esto no quiere decir que el periodista sea un cínico sino que es un creyente. Ha hecho lo que cree que consiste su oficio, y desgraciadamente en Catalunya y España el oficio a veces está relacionado con crear cohesión. La cohesión no se crea ni con la información ni con la cultura. Se crea con los impuestos, los derechos y la economía. Todo ello mientras ha habido una caída atómica del bienestar. Los medios han cambiado declaraciones de políticos. Palabras de Artur Mas que no eran rupturistas y no independentistas en los titulares se transformaban en declaraciones rupturistas e independentistas.

¿Esto lo ha hecho más la prensa de Barcelona o la de Madrid?

En Barcelona seguro que ha pasado. En Madrid también porque a Mas se lo han llegado a tomar en serio. Hay que decir que a determinada prensa de Madrid el Procés le ha ido muy bien para hacer un determinado discurso de la crisis. Han podido decir que el Gobierno central era un Ejecutivo fuerte que defiende la democracia, la igualdad y el Estado de derecho frente Artur Mas. Y la prensa de Barcelona igual, en este caso diciendo que había una Generalitat fuerte que defiende la democracia y el derecho a la autodeterminación.

¿Estas dos visiones contrapuestas han acabado dando una lectura demasiado sesgada de la realidad?

Estos dos marcos de lucha de la prensa han llevado a determinados medios a leer y ver cosas que no sucedían o declaraciones que no se habían dicho. Ha pasado cuando se describen resoluciones del Parlament como si fueran leyes cuando todo el mundo sabe que las resoluciones son el grado cero del parlamentarismo y que con resoluciones sólo haces propaganda. Se pueden hacer resoluciones donde se diga que se acabará con el hambre en el mundo, pero con resoluciones no se acabará con el hambre en el mundo.

¿Ve alguna diferencia entre Mas y Puigdemont más allá de que el segundo sea un independentista de toda la vida?

Puigdemont es independentista en el sentido de que el independentismo-procesismo consiste en decirlo, no hacerlo. Tiene un talante completamente diferente a Mas, es muy bueno hablando y tiene un discurso muy propio de la propaganda. A Mas le costó mucho. Sólo desprendió un discurso eléctrico en la última campaña electoral. Puigdemont es más eléctrico, está más en contacto con un abanico de alternativas más amplio. Por ejemplo, con los comunes.

Uno de los pasajes más interesantes del libro es el análisis de la relación entre Artur Mas y Oriol Junqueras. Apunta que Junqueras se siente traicionado por Mas y que algún día se lo cobrará.

Sí, por supuesto. La relación entre Mas y Junqueras ha permitido que en Catalunya se hayan hecho dos grandes coaliciones. La primera fue el pacto CiU-ERC, sin que Junqueras entrara en el Govern. La segunda es Junts pel Sí. JxSí es la gran coalición del Sur: derecha e izquierda unidas en la austeridad y en la posdemocracia. No era un proyecto para la autodeterminación sino otra gran coalición europea. Y se ha hecho con el monopolio que tenía Mas antes y después de la consulta del 9-N del concepto Catalunya.

¿Lo sigue teniendo?

Esto lo veremos en los próximos meses. Empiezo a ver perturbaciones a la fuerza, es decir, menos posiciones de fuerza de la propaganda. La última carta, la fecha del referéndum, creo que cada vez se la creen menos. Quizás una vez pase el referéndum, el futuro pasa por quitarle la fecha en todo, y que el independentismo- procesismo se transforme, porque si queda reducido en procesismo termina el independentismo.

¿Estas perturbaciones en la fuerza se producen porque Mas pierde el control del marco? ¿Qué persona o qué movimientos le disputan y le ganan terreno?

Mas ya no existe. Al desaparecer del poder, deja de existir. Él no lo sabía pero la vida es así. La refundación de Convergència creo que no ha funcionado de la manera que quería Mas. El electorado quiere una derecha católica y liberal, y esta era la razón de ser de Convergència, y creo que ya están empezando a volver a llamar a la puerta de estos inputs ideológicos.

¿Y la nueva Convergència todavía controla el marco?

Bastante. Pero los marcos propagandísticos no confirmados o no solucionados por la propaganda se oxidan. Y aquí es donde radica el problema. La dinámica catalana ha consistido desde 2012 en fundar en septiembre los marcos para el resto del año. Por eso cada Diada ha habido grandes consignas propagandísticas. Se nos olvidan, pero para ello el libro las repasa: en 2012 el marco era la independencia en 2014, y terminó como terminó. Este septiembre era la vinculación entre acción de gobierno, acción parlamentaria y acción de la ANC.

Ahora estamos en 'referéndum sí o sí', pero yo dudo de que se haga y estoy esperando la jugada. Se están metiendo en problemas propagandísticos muy fuertes y no sé cómo saldrán adelante. Pero pueden hacerlo. El gran hecho propagandístico español es el PP y el 11-M. Nunca han dicho que fuera ETA. Puedes vivir sin decirlo, pero han encontrado marcos nuevos: la recuperación económica y la defensa de la unidad nacional. Ninguno de los dos se está produciendo.

¿El referéndum, pues, es el último cartucho del Procés?

Lo que llamamos Procés no es un proceso hacia la autodeterminación sino una gran coalición en un momento de crisis social, económica y democrática absoluta. La cuestión no es tanto inventarse cartuchos, sino si pueden ser inferiores a la brutalidad de la crisis. Seguramente es lo que está pasando ahora. La crisis tiene forma de sierra y parece que el Estado aún no ha recortado todo lo que había que recortar.

Sin embargo, durante este Procés uno de los partidos más conservadores como Unió Democràtica se ha convertido en extraparlamentario y una generación destacada de políticos convergentes ha tenido que irse.

Los partidos con problemas estaban destinados a sufrir problemas por la crisis de régimen, no por el Procés. Unió Democràtica está en quiebra pero el Procés ha reforzado a Convergència. CDC debería haber caído a la misma velocidad que Unió y no lo ha hecho. El Procés sólo ha colaborado en la desaparición de la antigua Convergència con el hecho de que el Estado ha roto su antiguo pacto con Convergència y ha filtrado informaciones de Pujol que nunca filtraría de otro político.

Que no es poca cosa.

Sí, pero esto antes del Procés hubiera sido la muerte de Convergència. Antes del Procés había algo más grande que Convergència mimaba, que era Catalunya, un marco fabuloso. Ya se podía tirar una bomba atómica que Convergència tenía el marco Catalunya en la mano. Las repercusiones del caso Pujol han sido muy escasas.

Pero antes del Procés, mientras Convergència tenía este marco Catalunya en la mano, el PSC controlaba el poder metropolitano de Barcelona y las grandes ciudades.

El PSC también ha tenido problemas y los tendrá. Todos los grandes partidos de la Transición, aunque cueste creerlo, deberán desaparecer o mutar sensiblemente en esta nueva situación política. Estamos en un momento de cambio de régimen y no lo está modulando la gente sino entidades como la Unión Europea, el Banco Central Europeo o el FMI.

También analiza el llamado giro social del Procés. Se ha pasado de presumir de austeridad a decir cada año que son los presupuestos más sociales de la historia.

El nacimiento del Procés gubernamental es un proceso muy de derechas. Por ejemplo, a través de un documental de TV3, que luego repiten todos los tertulianos, se dice que Catalunya podría vivir sólo con el IVA que se recauda, sin IRPF. Esto es la máxima fantasía neoliberal. Y coló. Pero Convergència empieza a sufrir las sucesivas quiebras electorales y se produce el giro social. El giro social consiste básicamente en decirlo. Sin embargo, hay que matizar que hay una batalla soterrada entre Convergència y Esquerra en sanidad, por ejemplo.

¿Se puede hablar de un Procés de derechas mientras CDC en cada elección pierde votos, ERC los gana y el mundo de los comunes se está preparando para gobernar la Generalitat?

Sí. Las autoformulaciones no son siempre válidas. El votante catalán se autodefine como de izquierdas pero ante la pregunta de si quiere más impuestos dice que no. Por otra parte los cuerpos caen hacia el lugar donde se inclinan y un Procés basado en la propaganda recurre cada vez más a la identidad. Durante estos años se han dibujado etapas de frente nacional.

¿El Procés no acabará bien?

El Procés no puede acabar bien porque no tiene herramientas válidas de presión al Estado. Una manifestación no es efectiva. No hay herramientas de desobediencia económica. No las ha tenido y no las quiere tener. Si todo termina en catástrofe propagandística, nos podemos encontrar en una especie de frente nacional, una lucha por la inocencia y una búsqueda de la culpabilidad en los malos catalanes que no lo han creído o en los extranjeros.

Esto es lo opuesto a la 'revolución de las sonrisas' que se proclama en las manifestaciones de la Diada.

La identidad es así y tiene muy poco recorrido. No creo que se tenga que ser optimista por sistema. Los periodistas tenemos que informar de lo que hay. Lo que hay, si omitimos las declaraciones, el tratamiento informativo y el cambio de registro del Govern, es nada. Si analizamos los participantes del Procés es muy difícil llegar a pensar que son independentistas o que tienen una idea de democracia diferente a la española o un republicanismo potente. El periodismo español es muy declarativo y esto debe ayudar a pensar que las declaraciones no son importantes, son ruido que molesta el trabajo del periodista, que es explicar lo que no es ruido. El Procés ha sido un ruido. Tendrá repercusiones, el independentismo ha dejado de ser exótico, pero no sabemos si es un estándar internacional homologable al independentismo de otros territorios.

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