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El imán del 17A intentó radicalizar a dos jóvenes de Castellón tras salir de prisión en 2014

Casa de Alcanar donde murió tras la explosión el imán Es Satty

Oriol Solé Altimira / Marcos Pinheiro

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Sobre el imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty, pieza clave de los atentados del 17A, hay más dudas que certezas un año después de los atentados. Lo que sí está claro es que su yihadismo no era sobrevenido. Los jóvenes de Ripoll a los que inoculó su ideología –desgraciadamente, con éxito– no fueron su primer intento: nada más salir de la cárcel en 2014, Es Satty buscó captar para la causa terrorista a dos jóvenes de Castellón.

Uno de los hombres, de hecho, llegó a tener contacto con el grupo de Ripoll, que, según se desprende de su declaración como testigo, no lo recibió como uno más y rechazó su presencia en la casa de Alcanar (Tarragona). El otro joven denunció ante la Guardia Civil después de los atentados que, tras entablar confianza con el imán gracias a que le arreglaba el ordenador, en 2014 Es Satty empezó a “adoctrinarlo”, defendiendo en privado atentados yihadistas y mostrando vídeos de los mismos, así como de propaganda del Daesh (Estado Islámico).

Es Satty salió de la cárcel de Castellón en abril de 2014 tras cumplir una condena de cuatro años por intentar entrar en España 120 kilos de hachís. Durante el tiempo que pasó entre rejas el CNI contactó con él “siguiendo los protocolos”, según los servicios inteligencia. Tras quedar en libertad, en el Ramadán de 2014 dirigió los rezos nocturnos de una mezquita de Castellón, y en dos ocasiones hasta llegó a hacerse cargo de la 'jutba', el equivalente al sermón cristiano de los viernes en las mezquitas. Un joven nacido en Castellón y convertido al Islam tres años antes se interesó por el imán, al que consideraba “una referencia” por su conocimiento del Islam.

Un día, Es Satty pidió al joven que fuera a su casa a arreglarle el ordenador. A partir de esta visita, declaró el hombre a los investigadores, empezó a visitar casi semanalmente la casa del imán. Poco a poco y, en sus palabras, “de una manera sutil”, Es Satty empezó a hablar y a defender la yihad, y le mostró vídeos del DAESH en Internet, algunos de ellos de decapitaciones. “Abdelbaki justificaba las acciones y decía que había que hacer algo así en España”, aseguró el joven tras los atentados a la Guardia Civil de Castellón. El imán también le recomendó los escritos del clérigo salafista Abu Muhammad al-Maqdisi. Si no dijo nada entonces fue porque pensó que “no iba a pasar nada”.

No era el primer síntoma de que el imán era un radical. En el sumario del caso también están documentadas las declaraciones de dos testigos protegidos que habían tenido contacto con Es Satty en el año 2008 en Vilanova y la Geltrú (Barcelona), época en la que, según uno de ellos, el imán ya hacía “viajes habituales” a Bélgica y Marruecos. El otro testigo tildó de “radical” el discurso de Es Satty en esos años y con constantes alusiones a la guerra en Afganistán y a Estado Islámico.

Durante seis meses, el joven de Castellón acudió tres veces por semana al piso del imán en Castellón. El hombre describe a Es Satty como un “paranoico de la seguridad” porque le hacía traer su ordenador al piso para ver los vídeos. Primero lo visitaba solo y después con un amigo, al que también habría intentado captar. A diferencia del primer testigo, este joven mantuvo el contacto con el imán después de que Es Satty abandonara Castellón. De hecho, estuvo en la casa de Alcanar donde los terroristas preparaban sus explosivos, e hizo un croquis a los agentes.

El contacto telefónico de este joven, también convertido al Islam desde hacía tres años, con el imán permite confirmar los viajes a Bélgica que realizó el imán tras poner fin a su etapa en Castellón a finales de 2014. En 2015 aparece ya en Ripoll, donde le contrata como imán la comunidad Annour. También empieza a viajar a Bélgica y a Marruecos, donde residen su mujer y sus seis hijos. ¿Los viajes incluyeron algún contacto con otro terrorista? Los posibles contactos internacionales del imán son una de las partes del sumario que permanece bajo secreto.

Pese a sus viajes, en estos dos años Es Satty siguió visitando a sus antiguos conocidos de Castellón. Según el único de los dos jóvenes con quien mantuvo el contacto, se vieron unas diez veces, aunque “lo normal” era que hablaran por teléfono una vez al mes, aunque a veces más. Incluso lo visitó algunas veces en la casa de Alcanar en 2016, aunque aseguró que el imán no vivía en el domicilio. “El imán era una tumba y los marroquíes se enfadan si preguntas mucho”, aseguró en su declaración.

El joven, además, pidió ayuda a Es Satty a finales de 2015 porque necesitaba formar una cuadrilla para la temporada de recogida de la naranja. Es Satty le envió a dos jóvenes de Ripoll, uno de ellos Yousseff Aalla, el terrorista que murió junto al imán en la explosión de Alcanar. Aalla, según explicó este testigo, le instaba a rezar y criticaba a su paisano por no ser religioso. Tras tres meses, al terminar la temporada, la cuadrilla pasó una semana en un camping. Los dos venidos de Ripoll y el joven de Castellón purificaron en el mar su ropa, lavándola 7 veces en agua y una en tierra, porque un perro la había chupado.

Al terminar la temporada de la naranja, conoció a unos amigos de Ripoll de Yousseff: Younes Abouyaaqoub, el terrorista de la Rambla, y Mohamed Hichany, abatido en Cambrils. Incluso se quedaron a dormir en su casa de Castellón. Se vieron en total una decena de veces. Yousseff hasta le explicó en junio de 2016 que habían okupado una casa en Alcanar. Cuatro meses antes de los atentados, el testigo llamó a Yousseff y le ofreció comprarle la casa de Alcanar. El terrorista le mintió y le dijo que “se la habían quitado unos rumanos”, cuando en realidad la célula empezaba a preparar los explosivos.

De hecho, pese a haber visitado la casa de Alcanar en cuatro ocasiones durante el verano de 2016, el testigo explicó que desde abril de 2017, a cuatro meses de los atentados, sus antiguos amigos “eran reticentes a que se pasara” por la casa. Tras ver en las noticias el estallido de la casa, llamó a Youssef y al imán. No daba tono. El joven tampoco acudió a la policía aquel día porque tenía miedo de perder el trabajo y que le echaran de su piso.

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