Ni con Pedro Sánchez, ni contra él
¿Habría ganado si no fuese presidente de la Generalitat? La fotografía de la noche electoral es muy expresiva. Ximo Puig compareció ante los militantes como ganador de las primarias. En medio de la euforia de los asistentes, le acompañaron en la tribuna miembros del equipo que le ha apoyado para conseguir esos 7.447 votos (el 56,7%) que le han permitido respirar aliviado al superar por casi 1.900 papeletas a Rafa García (5.557, 42,3%), su inesperado rival.
Logró parar el golpe que habría supuesto una derrota frente a un candidato surgido de las filas de los partidarios del líder del PSOE y evitar, así, su pérdida de autoridad como presidente de la Generalitat. Lo consiguió tras haberse lanzado a una frenética y maratoniana campaña por las agrupaciones del PSPV-PSOE en la que ha hecho valer, frente a la desorganización de su oponente, la experiencia en el manejo del aparato. Algunos de sus colaboradores consideran que ha protagonizado una auténtica “remontada”.
La mayoría que ha apoyado a Puig, con todo, ha sido fruto de una coalición de circunstancias de la que ha formado parte un sector del sanchismo. Era evidente al ver las caras de quienes le acompañaban en el estrado la noche del domingo, tras su victoria. Si aparecían en la fotografía el presidente de la Diputación de Valencia, Jorge Rodríguez; la portavoz socialista en Valencia, Sandra Gómez, o el alcalde de Mislata, Carlos Fernández Bielsa, que estuvieron con él en la campaña perdedora por Susana Díaz en mayo, también figuraban en ella dirigentes que apoyaron a Pedro Sánchez en aquellas primarias, como la consellera de Sanidad, Carmen Montón; el alcalde de Torrent, Jesús Ros, o la vicepresidenta de las Corts Valencianes y alcaldesa de Quart de Poblet, Carmen Martínez.
Desde luego, fue Puig quien ganó el envite, pero tal vez no lo habría hecho sin ese perceptible movimiento de posiciones. Tiene razón, pues, el reelegido líder del PSPV-PSOE cuando afirma que lo ocurrido el 16 de julio no fue una derrota de Pedro Sánchez. Y es cierto también que tras su victoria subyace la voluntad mayoritaria del socialismo valenciano de tener su propia voz, su autonomía, en un PSOE de estructura federal. La pregunta es si Puig puede administrar a partir de ahora su papel de 'barón' territorial desde una línea de oposición a Sánchez con ese bagaje. Y si puede enfocar el congreso del PSPV de finales de julio como si tuviera las manos libres (algo que insinuó la noche de las primarias al compararse con el líder del PSOE).
Es evidente que una parte de quienes le han apoyado no va a estar de acuerdo en que adopte una postura sistemáticamente enfrentada a Pedro Sánchez. Por eso, ya adelantó en sus primeras declaraciones que las conversaciones entre ambos van a sucederse porque hay una “magnífica voluntad por ambas partes”. Puig tiene un carácter que puede facilitar el deshielo entre los dos.
Otra cosa es el congreso del PSPV. La confección de la nueva dirección del partido debe reflejar la revolución que se ha producido en su seno. La revuelta de la militancia no es una broma y la exigencia de que, de una vez, cedan el poder interno quienes lo han patrimonializado durante años es compartida por algunos de los aliados de Puig en este trance.
¿En qué se va a traducir el carácter “coral” que Puig ha prometido para la nueva dirección del partido? ¿Cómo será eso compatible con la desaparición de las “cuotas” y la renuncia al reparto por “familias”?
El reelegido secretario general del PSPV-PSOE no es un incondicional de Pedro Sánchez, pero tampoco puede estar contra él. Sus adversarios reclaman un partido renovado, dirigido “por los mejores”. Buena parte de quienes le han aupado, también. Con esas variables tiene que resolver la ecuación.