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Poefesta, la fiesta imprescindible de la poesía

Un momento del acto celebrado en Oliva.

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No es normal que una sala multiusos, uno de esos enormes centros polivalentes de metal y vidrio construidos en pueblos valencianos con buenos ingresos por turismo, se llene de gente dispuesta a escuchar poesía durante casi dos horas. Tampoco lo es que, como apuntó Àngels Gregori, la responsable de Poefesta, “Oliva, un pueblo que no quiere ser ciudad se haya convertido en la capital de la poesía”. Volvió a serlo el sábado, en la primera edición de la fiesta de la poesía sin Francisco Brines, que el año pasado recibía el Premio Cervantes coincidiendo con sus últimos meses de vida. Como es sabido no pudo ir a recogerlo.

Su ausencia, su recuerdo y su obra fueron una presencia constante en esta XVII edición en la que Gioconda Belli, Bernardo Atxaga, el valenciano Marc Granell, la andorrana Teresa Colom y los catalanes Mireia Calafell y Esteve Plantada volvieron a obrar el prodigio de que la poesía transmitiese con fuerza la riqueza de diferentes hablas y acentos.

Aunque no pudo asistir finalmente el granadino Luis García Montero, si se escuchó El dulce acento nicaragüense de Gioconda Belli, el euskera de Bernardo Atxaga en un poema del propio Brines titulado “Donde muere la muerte”, y la lengua catalana con matices, de Sur a Norte, en un Festival de Poesía que además contó con la presencia y el respaldo del president de les Corts Valencianes, Enric Morera, o la directora general del Llibre del Ministerio de Cultura, María José Gálvez

La certidumbre de la poesía

Comenzó Poefesta 2021 con fragmentos de un video protagonizado por Brines, “La certidumbre de la poesía”, material incluido en el documental que sobre el poeta de Oliva ultima la actriz Rosana Pastor, convertida ahora en directora, y que entre otros formatos tendrá el del programa Imprescindibles de la 2 de Televisión Española. Rosana, que subió al escenario, destacó que “Poefesta ha superado el mejor de los pronósticos posibles”.

Vosotros ahora sois la contracultura

Atxaga leyó poemas en euskera, castellano y catalán que hablaban del paraíso y sus alrededores, de trombones y cebras. Demostró que la poesía también puede provocar alegría, antes de dar paso a Mireia Calafell y Esteve Plantada, dos poetas catalanes. Hubo poètiques del cor, denuncias rimadas de la violencia de género, poemas evocando el paso del cometa Halley o la revuelta turca de la plaza Taksim. Ambos celebraron que Poefesta haya logrado convertir a Oliva en una referencia de la poesía. “Es una pasada ver a tanta gente dispuesta a escuchar poesía. Vosotros- dijo dirigiéndose al público-ahora sois la contracultura”.

La andorrana Teresa Colom subió al escenario formando tándem poético con Marc Granell, ese poeta valenciano de tan largo alcance y recorrido, “un símbolo de la ciutat de València”, fundador de revistas como Cairell, director de la colección Gregall Poesía, traductor de Bertolt Brecht al catalán y de Vicent Andrés Estellés al castellano, Premio Ausiàs March y Premi de les Lletres Valencianes. Granell escogió poemas de su último libro Cel de fang y también uno dedicado a la Brigadas Internacionales. Confesó su entusiasmo por estar ante un público “tan generoso y numeroso” y afirmó que Poefesta “es una fiesta imprescindible de la poesía”. Teresa Colom declamó sobre Cercles, Gàbies y Canaris.

Poeta despatriada con pie robótico

Si Granell subió al escenario ayudador por un andador, la peta nicaragüense Gioconda Belli llegó a Oliva en silla de ruedas después de un accidente a su llegada a España- “He tenido que venir con un pie robótico”- que abandonó en el momento de leer sus poemas esta mujer de volcanes y prestigio mundial que cuando quien esto escribe viajó a Nicaragua, en 1987, era además dirigente del Frente Sandinista que había tomado el poder por las armas en julio del 79. “Hoy-conto Àngels Gregori- ”se ha convertido en una de las voces más duras y críticas contra el gobierno de Daniel Ortega y su represión. Gregori recordó que hizo de telonera suya en un recital en Buenos Aires, “y fue tan espectacular que me sentía como si fuera la telonera de Madonna”.

En su intervención hubo poemas de amor atormentado, consejos para la mujer fuerte, antes de acabar con un poema titulado Despatriada, en el que habla de la misma casa de Managua donde la entrevistamos en agosto de 1987 el fotógrafo Valenciano José Vicente Rodríguez y un servidor, a la que ahora no puede volver por temor a que la detengan. “Vengo despatriada. En mi país hay una situación terrible después de que un antiguo compañero de lucha (Daniel Ortega) se haya convertido en un tirano)”. No tengo donde vivir/ Escogí las palabras…

También hubo poesía en la actuación musical que cerró Poefesta, el festival, la fiesta de la poesía, que el año que viene llegará a su mayoría de edad. Recitada por Lucía Espín, o cantada por Carmen Linares, que no casualmente eligió su versión de Andaluces de Jaén (Miguel Hernández), Se equivocó la paloma (Rafael Alberti) y guardó a Juan Ramón Jiménez para el obligado bis.

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