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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

La improvisación permanente

Xavier Ribera Peris

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“Ah poble meu cansat de dar perdó

i de cremar els símbols de l’engany;

tot palpitant de calda il·lusió

has fet la Falla Gran de l’averany.”

Carles Salvador, 1952

No hay coronavirus que valga para enmascarar la improvisación permanente en la política valenciana. La descoordinación quedó patente en el desamparo del “ Comunicat Oficial” de la Generalitat. Por el que se anunciaba la suspensión de las “fiestas” de las Fallas de València y de la Magdalena de Castelló, en la Comunitat Valenciana. Momentos antes el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, había afrontado con firmeza y soltura la rueda de prensa por la que se transmitía, tras la celebración de un Consejo Europeo por videoconferencia, el estado de la situación frente a la pandemia, el talante del ejecutivo español ante la gravedad de los acontecimientos y la determinación de arrostrar la dificultad del momento “para hacer todo lo que haga falta”.

Aquí mando yo

El parte del Consell valenciano, que no se había consultado ni consensuado con el Ayuntamiento de la ciudad de València, decía lacónicamente: “La Generalitat, seguint la instrucció del Ministeri de Sanitat, ha acordat ajornar la celebració de les festes (… )La decisió ha sigut adoptada per responsabilitat, per la indicació dels experts i pensant en el bé general de la població.” Más dubitativo, impreciso y sumiso no pudo ser. El texto indica que la decisión la tomó el ministro de Sanidad, Salvador Illa y se la trasladó a la consellera valenciana de su ramo, Ana Barceló. Los demás, miraban.

Más que fiesta

Esta forma de abordar la Fallas de València evidencia desconocimiento de una manifestación social que es más, mucho más, que una fiesta. Con origen en el siglo XVIII, se celebraron hasta durante la guerra civil. El lamento no se debe a tener que anularlas o trasladarlas. El pueblo valenciano, en fallas y en otras cuestiones, no se arredra a la hora de suspender o dejar de celebrar actos falleros. Le incomoda que no se digan las cosas claras y a su tiempo. Siguiendo las pautas de respeto y consideración que exige la gravedad y la trascendencia de la resolución. Con el antecedente de la supresión de los carnavales en Venecia y ante el incremento de los contagios, todo presagiaba que el agravamiento de la enfermedad afectaría a las Fallas. En su totalidad o en algunas de las aglomeraciones que las caracterizan. Las fallas además de ser conocidas en su versión festiva, tienen la faceta de acto social con historia, de industria, dedicación profesional y popular, repercusión directa e indirecta, de representatividad .De identificación común multitudinaria que incumbe a diferentes segmentos generacionales y variados estratos sociales. Las fallas no son una broma, a la que se da carpetazo con seis líneas de una nota incoherente e imprecisa. Por orden de un ministerio de Madrid.

Economía fallera

Los valencianos, a menudo, tenemos lagunas mentales y olvidamos que aparte del rincón de los afectos y de las emociones, está el de las realidades domésticas de cada día. La economía fallera, la industria fallera, los artistas falleros, la colegiación de comisiones falleras y las numerosas derivaciones de la cultura fallera. Que tienen su idiosincrasia y se rigen por unas normas, a veces no escritas, y que van más allá de la “coentor” de determinados intrusos que pretenden mangonear las fallas a base de talonario, con casales exclusivos o la importación de modas extemporáneas. Sin arraigo en el acervo fallero, porque provienen de otros países y zonas de la geografía española. Las Fallas tienen sus códigos que rigen sus usos y costumbres.

La cuenta

La hecatombe de las Fallas en 2020 deja precedentes y consecuencias. Las Fallas este año han visto que se frustraba la peculiar iniciación a la primavera, de acuerdo con los cánones de cientos de comisiones y muchos miles de personas que las protagonizan. Más otros que las alaban y disfrutan. ¿Quién pagará la “fiesta”, en este caso el desastre? Los falleros saben que la parte sustanciosa de la cuenta correrá a su cargo. En dinero y en ilusiones. No es la primera vez que las Fallas sufren el embate de la adversidad. Lluvia, viento, derrumbes, desfalcos o la desgracia de los accidentes con víctimas. De todo esto, con respeto, ni el ministro Salvador Illa ni el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no tienen ni idea. Ni Pablo Iglesias, tampoco.

Respeto y dignidad

A la hora de tratar materias que no vienen en los manuales, es aconsejable dejarse asesorar por quienes conocen el tema y tienen experiencia directa en la trascendencia de determinadas decisiones. Es casi normal que Salvador Illa, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias estén en otras cosas, importantes y de mayor enjundia. Se entiende peor que el president Puig y la vicepresidenta Mónica Oltra, más arraigados a la peculiaridad del País Valenciano, no hayan prestado mayor cariño y empeño para tratar la suspensión de la Fallas con sensibilidad. Un drama con repercusión municipal y de país, que las circunstancias han motivado y que los falleros asumen.

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