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“Europa sufre de indignación selectiva ante los atentados islamistas”

Mohammed Moulessehoul, que firma como Yasmina Khadra, en Valencia.

Voro Maroto

Valencia —

Mohammed Moulessehoul (1955, Kednasa, Argelia) es un exmilitar que ha conseguido gran popularidad en su país y Francia gracias a decenas de noveles firmadas desde el anonimato proporcionado por el pseudónimo de Yasmina Khadra, los nombres de su mujer. Sus obras, escritas en francés, tocan varios palos -incluida la novela negra- como excusa para diseccionar los avatares de la convivencia entre culturas, la corrupción o el integrismo.

Moulessehoul ha visitado España para hablar de varias cosas, entre otras, su última novela, La última noche del Rais, un relato del auge y caída de Muamar el Gadafi, el fallecido dictador libio.

Pregunta. ¿Qué le ha fascinado de Gadafi?

Respuesta. Nada. Absolutamente nada. Para mi es solo un personaje literario al que he tratado como cualquier otro conocida su vena shakesperiana, su pasión -permítame el pleonasmo- desmesurada,  que tan bien explica todas las contradicciones, complejidadades y paradojas del ser humano. Para un escritor, para mi, eso es mágico.

Fue abatido a tiros y su cuerpo exhibido.

Estoy en contra de la pena de muerte. Los criminales deben explicarse ante un tribunal y no ser asesinados. Precisamente por eso, le he prestado mi voz para que se explique.

¿En qué punto está la primavera árabe?

Son ustedes los occidentales los que han hablado mucho de la primavera árabe, nosotros no lo hemos hecho. Para ustedes era una cosa fascinante, como una estación del año agradable. Para nosotros, sin embargo, la expresión de una cólera legítima pero también peligrosa porque no había continuidad en las ideas. Después de expulsar al tirano no sabíamos como reemplazarlo. Tras su caída, el vacío ha sido ocupado por los islamistas. Después de la primavera, directamente el invierno.

En cualquier caso, es un error hablar de primavera árabe o del mundo árabe, aunque sea una generalización habitual en Europa. El mundo árabe no existe. Un marroquí, un argelino o un tunecino se pueden entender y comprender, pero el Magreb no tiene nada que ver con el Oriente Medio, que es otra cultura, tradición y estado de ánimo. Y lo que pasa en Iraq tampoco tiene relación con la realidad de Arabia Saudí o Qatar. Ese mundo árabe como un todo no existe, es una ilusión óptica.

Aclamado por algunas de sus novelas policiacas, usted huye de ser encasillado en ese género.

He escrito novela negra pero no soy un autor del género. He escrito obras de distinto tipo y siempre he logrado destacar, como prueban mis ventas y mis numerosas traducciones. No soy arrogante sino sincero cuando digo esto. Los que me tachan de autor de novela negra, un estilo que creen menor, me quieren quitar importancia. Lo importante no es el género sino que la obra sea buena. Yo he dejado sin publicar cinco o seis que creo que no daban el nivel porque soy un perfeccionista.

¿La novela negra es un buen género para analizar la sociedad actual?

Depende del autor. Algunos explican la realidad mejor que un filósofo y otros no. Quién define un libro es el autor.

Algunos de sus libros versan sobre los atentados en Irak, Argelia, Afganistán. Ese tipo de violencia también ha llegado a Europa.

Es un horror que no puede aceptar, algo que ya se ha sufrido en Argelia durante más de diez años. Los atentados, sin embargo, no ocurren solo en Europa, aunque ustedes solo se fijan en ellos y muestran indiferencia ante las decenas de miles de muertos en otras partes. Hay que acabar con la indignación selectiva. Tenemos un enemigo común, y debemos unirnos para luchar contra él.

Usted escribió libros muy controvertidos en su país, cuando combatía con el ejercito argelino contra varias organizaciones islamistas. 

Siempre me he expresado con libertad, incluso cuando escribía libros muy peligrosos para mi en Argelia. Combatía en la guerra y estaba seguro de que iba a morir. Mis hombres morían, mi adjuntó murió. Estaba convencido de que yo también iba a morir. No era valentía, sino la libertad que siente para hacer lo que quiere un hombre condenado a muerte.

Usted vive en Francia. ¿Cómo es su vida allí?

En Argelia estaba implicado en la lucha antiterrorista con el ejercito y tenía enémigos por todos lados. Me fui para recobrar la serenidad. En Aix-en-Provence [una ciudad en el sureste del país] pasé los años más felices de mi vida y en Francia me he reconstruido gracias a la generosidad de muchos amigos y lectores.

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