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Llombai, oficialmente deshabitada desde 1977, vuelve a tener vida

Dos farolas solares instaladas por el ayuntamiento en Llombai.

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València —

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Una pequeña victoria, pero cargada de simbolismo, contra la despoblación. Llombai, un núcleo de la Vall de Gallinera oficialmente deshabitado desde 1977, ya no lo está: vuelve a tener vida. El Ayuntamiento ha comunicado este lunes que al pueblo “han llegado nuevos habitantes”, aunque ha preferido no precisar cuántos por lógicas razones de intimidad. Pero lo cierto es que el asunto va en serio, tanto que el consistorio acaba de dotar a Llombai de farolas solares “con el objetivo de dignificar el estado del pueblo, que hasta hace poco estaba deshabitado y por lo tanto olvidado de la vida diaria”. Además, ha querido que esta nueva iluminación, que logra que las noches ya no sean tenebrosas en este núcleo cuatro décadas después, sea sostenible.

Su último muerto, en 1977

Desde hace 45 años, Llombai se encontraba en esa larga lista de pueblos deshabitados que conforman las tierras vaciadas de todo el Estado. Su hilera de casas a un solo lado sobre una minúscula franja de terreno se hallaban en perenne silencio, olvidadas del mundo. Si se marca esa fecha de 1977 como el momento oficial de su despoblación es porque en diciembre de aquel año murió su último habitante, rodeado además de una cierta leyenda; se trataba de Stefan Gregor, de origen yugoslavo, nacido en 1914 y apasionado de la pintura. Varias investigaciones periodísticas aseguraron que era en realidad un refugiado nazi camuflado en este paraje al que se le imputaron incluso crímenes de guerra, eso sí, sin ninguna prueba fehaciente.

Pero más allá de la historia de Gregor, de la que los habitantes de la Vall de Gallinera andan ya un poco cansados, hubo una época en que Llombai tuvo vida, la que ahora trata de recuperar. Hasta quince casas llegó a tener en sus buenos tiempos, dos o tres de ellas con horno particular. Contaba con una almazara cuyo aceite se vendía después a tratantes que lo llevaban para su venta en Pego y otras poblaciones más próximas a la costa. Algunas familias contaban con rebaños.

La vida en los años cincuenta

También sufrían las carencias de los lugares pequeños, sus vecinos no disponían de iglesia y acudían a la de Alpatró, donde también recogían el correo, ni escuela, iban a la de Benisili, que en la década de 1950 recibía aún una decena de niñas y niños procedentes de Llombai. Tampoco disponían de médico, pero el de Benialí acudía hasta allí en taxi si se producía alguna urgencia. Por fin, hacían suyas las fiestas patronales de Alpatró y el primer día era costumbre realizar un pasacalle entre los dos núcleos con los músicos de Lorxa. Para compras importantes acudían a Pego.

En realidad, aunque el fallecimiento de Gregor marcó la despoblación absoluta de Llombai, el núcleo se había ido quedando sin habitantes en la década de los 60. El envejecimiento, la opción de poder vivir en Alpatró, donde había mejores servicios mientras continuaban cultivando las tierras en Llombai, y la historia tantas veces repetidas de una juventud necesitada de migrar para buscarse la vida provocaron que se apagaran las voces y las luces que ahora, aunque sea tímidamente, vuelven a encenderse en este pueblo.

*Noticia publicada en lamarinaplaza.com.

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