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A quien lea

La hora de los liberales

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“Però¿com, per a qui? No com un joc

d’imbecil habitud, no com un arma

d’ambigua pau, sinó com un

crit decidit enmig de la tenebra.“

Miquel Dolç. Imago Mundi. Mallorca,1973

La política valenciana entra de pleno en la recta final hacia las elecciones de mayo de 2023. Dos opciones y varias disonancias. ¿Valen ahora las viejas distinciones entre derecha, izquierda y centro? ¿Cómo determina el debate territorial sobre la trastienda ideológica? La democracia española es joven e imperfecta. Se quiera o no, sobrevuelan por encima de las próximas singladuras, las precipitaciones de una Transición de la Dictadura a las libertades que condicionan los veredictos electorales. Sigue vigente el esquema del bipartidismo –ahora dos bloques– desde la pluralidad de opciones. Sabemos que solos el PSOE y el PP tienen muy difícil gobernar en solitario. Al PSOE le quema la acción de gobierno y al PP le corroe la corrupción que aún cotiza ante la acción de la Justicia. ¿Se vende Génova o no?

Liberales de pacotilla

En las dos últimas legislaturas el Consell de la Generalitat y el consistorio de Valencia han albergado diversas formaciones políticas. La oposición, en espera de destino, ha visto formar en sus filas a PP, Ciudadanos y el rampante Vox que se asimila a la extrema derecha de siempre. La de los palos para amedrentar sobre los argumentos y el diálogo. La anunciada disolución del incipiente partido Ciudadanos, da pie a diversas incógnitas–con la pretensión de ser liberales no pasaron de meros figurantes: ¿qué creyeron votar los electores de esta formación política que se ha mostrado endeble y difusa? ¿Dónde ha ido a parar el respaldo que proporcionaron a la entelequia que lideró un empleado de banca, Albert Rivera, desde Catalunya? ¿Para qué sirvió? ¿Por qué Luis Garicano se inmoló en su respaldo?

Fracasos

En la casilla de salida gubernamental, PSOE y Compromís exhiben expectativas–ajenos a la opción liberal– ideológicas. El balance de su gestión en la entente del Botánic ha suscitado desencanto y frustración entre sus seguidores. Principal objetivo a conseguir: recuperar la confianza de sus votantes en base a un programa de fraternidad y defensa radical del hecho diferencial valenciano. El centralismo proverbial del PSOE se interpone entre ellos. El eje Valencia-Madrid, acaba basculando hacia la visión centralista: Eje Cantábrico. Al Mediterráneo ni se le espera. Si estas dos formaciones no hacen examen de conciencia y acto de contrición convincente, tienen asegurado el fracaso. Sus partidarios, que son de múltiple adscripción, son serios y rigurosos. No hay lugar para las risitas ni para las florituras a la hora encarar el incumplimiento de expectativas tan cacareadas como la solución de la financiación autonómica que lastra las posibilidades de desarrollo del País Valenciano. Las poltronas y los cargos son tentadores para quienes en su vida pudieron soñar con salir de la mediocridad política que ocupaban en sus partidos políticos de antaño. En consecuencia, no merecen su reenganche personal. Uno a uno, con tozudez, se han empeñado en fracasar. Les salva que la opción política que les avala sigue siendo válida. La única que puede afirmar que no toma las decisiones desde los cubículos del poder que tienen su sede en Madrid, en Barcelona o en Bilbao. Esa característica es suficiente para justificar la reconstrucción de un proyecto político integral para el País Valenciano. Sobran conocimientos, capital humano, inteligencia, voluntad de ser, bases programáticas para actuar de inmediato, razones que sustentan su necesidad y audacia para desarrollar una acción de gobierno indeclinable para el pueblo valenciano.

A las andadas

Los valencianos que discurren y son responsables conocen el grave riesgo de volver a las andadas de un gobierno frívolo e indeciso, liderado por personajes obtusos como Carlos Mazón y María José Catalá que provienen de las catacumbas del PP de Pablo Casado en las que oficiaba su lugarteniente Teodoro García Egea. El oportunismo de la incontrolada derecha ademocrática de Vox acecha para imponer sus dictados. Los acólitos son José Manuel García Margallo, Vicente Martínez Pujalte, Manuel Broseta Duprèe y el presidente murciano, Fernando López Miras. ¿Los conservadores valencianos están dispuestos a soportar el secesionismo alicantino alimentado desde Murcia y Madrid para desfigurar la autonómica Comunidad Valenciana? Este calvario ya lo vivieron los dirigentes del PP durante el gobierno de Eduardo Zaplana. El endeudamiento que dejó esta etapa de los gobiernos del PP todavía pesa sobre las posibilidades de desarrollo y progreso del País Valenciano. Denominación –nada anticonstitucional– que tanto asusta a los pusilánimes.

Fidelidades

Hay un posicionamiento– la ideología liberal– que nunca ha cuajado en la Comunidad Valenciana, desde los inicios de Unión de Centro Democrático o en paralelo, cuando predominaron personajes singulares: Ximo Muñoz Peirats. José Antonio Noguera de Roig, Joaquín Duato, Joaquín Maldonado Almenar y su hijo Joaquín Maldonado Chiarri, Ignasi Villalonga, Joaquim Reig Rodríguez, Juan Antonio Cervigón, Federico Lis Ballester, Rafael Calvo Serer, Francesc de Paula Burguera. El liberalismo, con derivaciones arraigadas, perdió consistencia con la Transición y el proceso de afianzamiento del bipartidismo: extinción de UCD y Alianza Popular cristalizada en el Partido Popular y la socialdemocracia central del PSOE obsesionada en erosionar y absorber a los restos del Partido Comunista- PSUC. En el resurgimiento de una fuerza política liberal comprometida con los intereses de los valencianos se podría concebir la regeneración de la política valenciana distanciada de hegemonías desgastadas y enrarecidas.

Sin libertad para el mal

Ser liberal de verdad no es fácil. En julio de 1975, antes de morir el dictador Franco, Ramón Trías Fargas, liberal convencido y catedrático de Hacienda Pública, irritado porque el falangista de chaqueta blanca y camisa azul– al igual que Adolfo Suárez y Rodolfo Martín Villa– pretendió dar a entender que él y los suyos eran “los últimos liberales de esta dichosa España”, resumió en una carta los principios fundamentales del liberalismo. Ni Ciudadanos ni el Partido Popular, ni la facción socialista de Rodríguez Zapatero ni otros voceros tienen nada de liberales. Trías decía que el liberalismo es una manera de organizar la acción social en un régimen de libertad para los asociados. Que los liberales creen que el Estado emana de la sociedad y que el poder dimana del pueblo. Que los liberales postulan la libertad para hacer el bien, porque no puede haber libertad para hacer el mal. Que la libertad exige siempre autocontrol a los hombres libres. No tiene nada que ver con la capacidad de hacer lo que te da la gana. “Exige austeridad en la cama, austeridad en la mesa, austeridad en el consumo y sobre todo, austeridad en materia de dinero”. No despilfarrar ni en lo público ni en lo privado. Si se consienten desigualdades de renta es para facilitar la inversión productiva y no el gasto suntuario. Es irrenunciable para los liberales contar con resortes de redistribución fiscal sin agravios comparativos territoriales. La disciplina liberal, lejos de la arbitrariedad, es rigurosa y supone serios sacrificios para los que pretendan actuar en su nombre. No hay libertad para abusar, robar, estafar, malversar, mentir, defraudar o enviar dinero negro a paraísos fiscales.

El primer paso

Si en la política valenciana se consiguiera reimplantar la ideología liberal y el liberalismo, por fin se reconciliaría con sus orígenes democráticos, previos a la Guerra Civil, para recomponer el sustrato ideológico que mejor cuadra con la capacidad de negocio y la extroversión de la economía valenciana y el librecambismo. Los lectores me recriminan, a veces, que insisto en una visión crítica y radical, a modo de estricta exigencia para la política y las economías valencianas. La solución liberal con sello valenciano para los problemas existenciales de la Comunidad Valenciana no es una broma.

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