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Educación crítica contra la desinformación: el nuevo modelo de aprendizaje en la escuela

Miguel Soler, secretario autonómico de Educación, en una comparecencia en las Corts Valencianes.

Laura Martínez

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Un sistema educativo capaz de formar a ciudadanos críticos, preparados para los retos del siglo XXI, y con una “renta cultural mínima”; un suelo de conocimiento que permita saber interpretar la realidad. El enunciado cuasi utópico es el objetivo del grupo de expertos que ha asesorado al Ministerio de Educación en el nuevo modelo curricular escolar, la base de contenidos y las fórmulas pedagógicas para las distintas etapas educativas.

En un contexto en el que el término fake news es un acompañante diario, en el que gran parte de la comunicación se dedica a desmentir o tratar de revertir manipulaciones que pasan por información, educar a ciudadanos críticos es una prioridad aunque suene a odisea. El secretario autonómico de Educación de la Generalitat Valenciana, Miguel Soler, forma parte del grupo de expertos que ha preparado el nuevo modelo curricular, un documento que se trasladará a distintos decretos en las próximas semanas y se trasladará a las aulas en el curso 2022. El decreto desarrolla la reforma educativa iniciada por Isabel Celaá, ahora sustituida por Pilar Alegría, y supone una enmienda a la totalidad a la llamada Ley Wert, tanto en los contenidos como en las fórmulas de aprendizaje.

La reforma educativa parte de la idea de que el alumnado que entra hoy en las aulas no requiere el mismo tipo de conocimiento que el que cursó sus estudios hace 40 años; requiere unas competencias digitales, en gestión del conocimiento o en educación medioambiental alineadas con los objetivos de la Agenda 2030 y con los retos que esta plantea, una solvencia personal y profesional que debe ir actualizándose. El cambio de modelo “intenta responder a cuáles son los grandes retos del siglo XXI, qué significan los objetivos de desarrollo sostenible, la agenda 2030, qué modelo de sociedad queremos fomentar”, explica Soler, uno de los referentes del PSOE en el ámbito educativo. En este contexto, “el sistema educativo debe garantizar una formación común para toda la población que permita que cualquier persona pueda seguir incorporándose a nuevos procesos de formación a lo largo de la vida, combinando formación y empleo”.

Licenciado en Ciencias Exactas, Catedrático de Matemáticas de Educación Secundaria y docente, ha tenido distintas responsabilidades en los ministerios de Educación en los gobiernos de Felipe González (1992-1996) y José Luis Rodríguez Zapatero (2008-2012). Esa trayectoria le sirve para constatar que “habrá muchos momentos en los que una persona necesite actualizar conocimientos en cualquiera de las ramas del saber y en cualquiera de las profesiones”. Para muestra, los cambios en el mercado de trabajo que ha provocado la digitalización y la irrupción de las tecnologías de la información.

El docente insiste en la necesidad de que los jóvenes tengan unas competencias mínimas que les permitan filtrar la información: “Debemos ser conscientes de que los medios y las redes han cambiado la forma de acceder de la información y ver cómo esa información la transformamos en conocimiento. Y no es fácil. Manejar internet no necesariamente es saber buscar las cosas, es también distinguir un fake de algo fiable, y eso no es una asignatura, es aprender a usar una herramienta. No es tener un aula de informática a la que vas de visita, es que sea una herramienta fundamental. Las TIC no son una disciplina específica, son herramientas que hay que saber utilizar y aplicar en cualquier ámbito: en ciencias sociales, en las naturales, en todas las profesiones se introduce como un elemento central y eso requiere actualizaciones permanentes y cambios en la forma de organizar el trabajo”, señala el número dos de Educación.

El modelo busca una educación menos parcelada y que pase del imperativo de la mnemotecnia -que no desaparecerá- a un sistema centrado en la adquisición de competencias que permitan la resolución de proyectos. “Se asocian, por tradición, contenidos escolares a disciplinas muy concretas, cuando hay muchos de ellos que son transversales y no es una materia concreta la que lo resuelve. Un tema central hoy es saber buscar la información, seleccionarla, analizarla, ser crítico ante ella, saber qué fuentes son más fiables o menos fiables y todo eso no es una asignatura de buscar información, eso requiere que se utilice en todas las áreas de conocimiento”, insiste Soler. Lo mismo sucede con la comprensión lectora, un lastre en las pruebas de nivel como el informe PISA. “La lectura no es un tema de [la asignatura de] lengua. Hay que leer textos científicos, textos literarios, hay que leer de todo; así es como se desarrolla la comprensión lectora, con textos de distintos ámbitos de conocimiento. Te permite tener una mayor capacidad de expresión y comunicación, de mejorar tu competencia escrita”, añade.

Respecto a las metodologías de evaluación, el sistema introduce una serie de cambios y aboga por la renta cultural mínima. Un examen es una foto fija de lo que uno sabe en un momento determinado, expresa el experto, que considera el aprendizaje algo más amplio. “No se trata de tener un listado de contenidos. En el currículo debe haber cuestiones en negrita. Son todos aquellos elementos, hechos, procedimientos y valores que permitan desarrollar esas competencias clave de comunicación, espíritu crítico e innovador, de aprender a aprender, una competencia social y ciudadana... Tener una visión del mundo que permita conocer que hay diferentes culturas, tradiciones y que eso nos tiene que llevar a tener más respeto por otras sociedades, comprenderlas, conocerlas”, define.

El documento que guía el decreto apoya una bajada de la ratio, que debe ir acompañada “de un cambio metodológico, con actividades individualizadas y formas de organización curricular que de verdad permita que los alumnos entiendan lo que están estudiando, por qué lo están estudiando y qué aplicación tiene lo que aprenden en el ámbito escolar”. Asimismo, la propuesta insiste en que haya un espacio de autonomía para que los centros implementen el sistema, cierto margen para adaptar el modelo educativo a las necesidades del alumnado, condicionadas por el entorno y por los niveles de renta. La meritocracia que no tiene en cuenta las condiciones de partida abre un terreno peligroso para la autoestima de los estudiantes. “Otro debate absurdo es el de la cultura del esfuerzo. No se esfuerza igual un chaval que en su casa tiene que hacer de todo, que tiene que ayudar a su madre o padre porque no tiene otros medios que el que tiene todos los apoyos porque tiene un ambiente sociocultural más elevado. Hay que ser consciente en el ámbito escolar, no para exigirle menos, sino para apoyarle más. No influye solo lo que pasa en el aula”, sentencia.

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