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Ve la luz la vida de Teresa, combatiente intersexual cubana de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil

La presencia de cubanas y cubanos de raza negra en la Guerra Civil está bien documentada, como prueba esta imagen. / Robert Llopis

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Dénia —

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En 2013, Robert Llopis, el principal experto sobre la huella que las brigadas internacionales dejaron en la Marina Alta, entrevistó para una de sus investigaciones al brigadista franco-hispano Joseph Almudéver, quien, casi de soslayo, como una anécdota, le reveló la existencia de una teniente cubana llamada Teresa, que también había luchado en la Guerra Civil. Almudéver la había conocido en enero de 1939 a bordo de un barco que evacuaba a aquellos combatientes desde València a Barcelona: “Subí a la cubierta del barco y vi a una mujer apoyada. Me puse detrás y me presenté. Al cabo de un rato me dijo: ”teniente Teresa. Cubano“. Y era un cubano vestido de mujer [de civil]. Y nos pusimos a hablar los dos en castellano”. Así se lo relató Almudéver a Llopis tantos años después.

Y el historiador quedó fascinado. Empezó a hacerse preguntas que con los años y “tirando mucho del hilo” ha ido poco a poco contestando. ¿Quién era Teresa, qué decir de su identidad de género, qué papel desempeñó en la guerra? Tras consultar innumerables archivos y hablar con investigadores estadounidenses y cubanos, Llopis ha podido presentar unos resultados provisionales que ha publicado en la revista norteamericana The Volunteer

Una entrevista a Teresita

Una pista fundamental se la aportó a Llopis el libro War is people, de la periodista norteamericana Lorna Lindsley, publicado en 1943. Lorney narraba en parte de su obra experiencias personales de la Guerra Civil y uno de los capítulos recibía el nombre de Teresita. En él cuenta cómo conoció en Dénia a un brigadista internacional cubano que se hacía llamar Teresa y que vestía de mujer. La misma persona que vio Almudéver en el barco.

Lorna recibió en octubre de 1938 autorización para visitar Dénia. Allí se localizaba desde mayo el único hospital de las Brigadas Internacionales en zona no catalana, después de que el territorio republicano hubiera quedado dividido en dos al alcanzar los franquistas el Mediterráneo en Castelló. 

La reportera describió así su primer encuentro con la brigadista: “Conocí a Teresita por primera vez en Denia. Estaba caminando hacia el puerto con algunos brigadistas convalecientes y una enfermera de Nueva York llamada Rose. Rose gritó: ”¡Mira, ahí está Teresita! Ahora te divertirás un poco. ¡Oiga Teresita! Venía hacia nosotros una figura extraña. Era una negra alta, delgada y de piel clara. Llevaba en la cabeza una gorra de oficial; su sórdido vestido de seda parecía extrañamente fuera de lugar en sus largos brazos musculosos y por encima de sus piernas y pies delgados. Iba calzada con chinelas descoloridas, pantuflas femeninas con un mechón de plumas de avestruz marchitas. En su pecho izquierdo estaban cosidos galones de oficial y llevaba dos condecoraciones militares. […] Su nombre era Teresita Lamoneda, pero tenía claro acento americano.  Respiraba con dificultad y las gotas de sudor en su frente eran señal de su debilidad […] Nació en Cuba de padres afrocubanos. Era bailarina de profesión […] Había trabajado en pequeños actos de vodevil desde Florida hasta Texas y una vez incluso llegó a Fresno en una gira. Me dijo que amaba Texas y que era ciudadana estadounidense“. (LINDSLEY 1943, 79).

Según refleja Llopis en su artículo, Teresa le contó a la periodista que su apellido era Lamoneda y que era una ciudadana americana nacida en La Habana. También, que en 1935 había viajado a España para bailar en Madrid y que el golpe militar contra la Segunda República la sorprendió en Toledo, junto a su pareja, un joven gallego. Éste fue hecho prisionero por los militares sublevados, pero consiguió escapar en una fuga en la que se vio envuelta Teresa y por la que recibió un disparo de bala de un guardia franquista.

Teresa fue entonces trasladada a un hospital republicano y tras la convalecencia se presentó voluntaria en las milicias y combatió contra Franco en el frente de Talavera de la Reina junto a su pareja. “Teresa le dijo a Lorna que había obtenido dos medallas, una por su herida y otra tras ser declarada inútil para el ejército. También que fue ascendida a teniente, de ahí las insignias de graduación en su vestido y sombrero”.

“En Dénia la querían pese a que era un misterio”

Llopis continuó trabajando. En los listados consultados de combatientes internacionales hospitalizados en Dénia entre abril de 1938 y enero de 1939 no constaba ninguna Teresa Lamoneda. No obstante, fuentes orales confirmaban su presencia en la localidad durante la Guerra Civil. Teresa no pasó desapercibida para el vecindario, por mucho que la vida cotidiana de aquella ciudad no demasiado grande se hubiera visto alterada por la guerra. La propia Lorna relató en su libro que Teresa “era una mujer de gran popularidad y querida por la población civil de Denia”. Por su parte, según el testimonio del vecino denier Juan Pérez Tamarit, Carrasca “junto a los Internacionales, había una negra o un negro que era negra… era un misterio y hacía expectación”.

Para Llopis el gran quebradero de cabeza fue averiguar por qué no aparecía Teresa Lamoneda en los listados de combatientes hospitalizados en Dénia. Y concluye que “estaba en esas listas, pero con otra identidad; se trataría de Juana Tomás Llamacero aunque, entre julio de 1938 y enero de 1939, su nombre y apellidos presentan alteraciones en la documentación militar... Entre otros, Juana Llamacero Tomás, Tomás Llamacero Juana, Tomás Llamacero y Tomás Juan (nombre) Llamacero (apellido)”. Casi nada. 

También fue objeto de confusión su nacionalidad, “alternada entre la americana de Estados Unidos y la cubana, e incluso en un documento aparece como española”. Por otro lado, “su rango de soldado, y no de teniente, permanece invariable en toda la documentación, excepto en su declaración de inutilidad total por el Tribunal Médico Militar Permanente de Alicante, en mayo de 1938”.

El diagnóstico que no le permitió seguir combatiendo en el Ejército Popular de la República -agrega el historiador- fue “hermafroditismo y tuberculosis pulmonar”. Lorna, en su libro, indica que Teresa se presentaba como una genuine lady hermaphrodite y que estaba enferma de los pulmones. Del mismo modo, describe la reacción de otros Internacionales heridos en Dénia cuando les preguntó su impresión sobre Teresa: Todos coincidieron conmigo en que Teresita era una persona encantadora, pero no podían confirmar nada de su historia salvo que había luchado, y luchado con valentía. Había sido herida dos veces, y condecorada, pero no la creían teniente […] Su heroísmo era innegable, pero su sexo seguía siendo motivo de controversia”. (LINDSLEY, 1943, 83-84).

“Yo soy una mujer”

Con esa precisión un tanto emocionante que sólo conceden las investigaciones exhaustivas, Llopis logra reconstruir físicamente al personaje ochenta años después: “Sabemos que Teresa/Juana tenía 33 años en 1938, que su altura era 1,70 metros y que calzaba un número 40”. Según Lorna, el color de su piel era light-skinned Negress, y para Almudéver “no era ni blanco ni negro. Mulato”. En toda la documentación consultada aparece adscrita a la XV Brigada Internacional.

Lorna la vio por último vez entre octubre y noviembre de 1938, le dio su dirección en París y la combatiente le dijo que después de la guerra quería irse a Rusia, “si el doctor creía que sus pulmones podían soportar ese clima”. La periodista intentó ayudarla a través del cónsul general de Estados Unidos en València, “pero éste no pudo acreditar su ciudadanía norteamericana”.

Lo que sucedió después ahonda en la controversia que la identidad sexual de Teresa provocaba entre sus coetáneos. Ante el Consulado, se le atribuyó un pasaporte masculino pero ella siguió insistiendo que era una mujer, algo que también confirmaron otros testigos que acudieron allí a declarar. “Así que el cónsul optó por someterla a una revisión médica privada para acreditar su sexo, con dictamen masculino”. En cambio, la Sanidad Militar republicana había diagnosticado hermafroditismo“. El cónsul la vio marchase de allí ”desesperadamente enferma“. 

Llopis echa mano en su artículo, enriquecido con una amplísima bibliografía, de la definición actual de intersexualidad de la Academia Nacional de Medicina: “Situación clínica caracterizada por la existencia, en un sujeto, de características somáticas y sexuales de ambos sexos”. 

Qué fue de ella

En The Volunteers, Llopis se pregunta qué fue de Teresa. Pocas respuestas. “Sabemos que estuvo en el hospital militar de las Brigadas Internacionales en Denia entre el 6 de julio y el 15 de noviembre de 1938”. En esa última fecha consta su salida quizás porque acudió a València para gestiones consulares. Regresó el 20 de diciembre del 38 a Dénia, donde permaneció hasta su evacuación marítima, en la que coincidió con Almudéver, y arribó al puerto de Barcelona el 18 de enero de 1939. ¿Y luego?

Luego, nada. Se pierde su rastro: “A partir de aquí no hemos localizado qué itinerario de evacuación hacia Francia pudo seguir y si consiguió cruzar la frontera en esa retirada. Lorna oyó que había muerto en el campo de concentración francés de Gurs, pero allí solo falleció un cubano llamado Florencio Villaray-Suárez”. Y tampoco aparece entre los cinco cubanos deportados a campos de exterminio nazis durante la Segunda Guerra Mundial.  Llopis explica que “la pista de Teresa se pierde en la caída de Barcelona, durante la caótica y angustiosa retirada hacia Francia”. Incluso llegó a consultar los archivos de la isla de Ellis por si hubiera regresado a los Estados Unidos. Sin éxito.

“Un referente LGTBI hasta ahora desconocido”

A modo de conclusión, Llopis subraya que al rememorar los “fragmentos de la historia de esta combatiente intersexual” perseguía lo mismo que en sus investigaciones anteriores sobre otros brigadistas: “Reivindicar a personas que tuvieron una trayectoria vital muy comprometida y habían sido olvidadas”. Y en este caso con unas circunstancias muy especiales, ya que “Teresa, que tuvo una vida muy dura, es también un referente LGTBI hasta ahora desconocido”.

Sostiene que la investigación sobre la brigadista cubana debe continuar, como ya se hizo con el guerrillero valenciano, Florencio (Teresa) Pla Messeguer, La Pastora. Por eso ha publicado su investigación en una revista norteamericana: “Se trata de explorar la posibilidad de que, teniendo presente la fuerte conexión entre Cuba y Estados Unidos, algún historiador de uno o de otro país puede seguir tirando allí del hilo” y saber qué fue de aquella Teresa ya enferma cuyo rastro se difumina hasta borrarse entre los sucesos de aquel implacable siglo XX.

*Reportaje publicado en lamarinaplaza.com

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