¿Se puede adiestrar a un gato?

Un gato juega

Marta Chavarrías

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Entrenamiento y gatos. Muchas personas ven como imposible este binomio. Y es que solemos pensar que los gatos, por su naturaleza menos social que los perros, no se pueden adiestrar. De hecho, la mayoría de las personas nunca consideran entrenar a un gato porque asumen que será independiente y distante y que esto les impedirá aprender cualquier tipo de orden que podamos darles.

Sin embargo, y como nos cuenta Vanesa Carbonell, conductista animal, psicóloga sanitaria y directora de Diéresis Animal, “la socialización no tiene nada que ver con la 'adiestrabilidad'. Todos los animales, sin excepción, son capaces de aprender”.

“Que podamos enseñarles cosas depende de que tengamos los conocimientos sobre cómo aprende esa especie en concreto”, matiza Carbonell, que por su experiencia, ha podido comprobar porque lleva años haciéndolo, que se pueden entrenar distintas especies, tanto domésticas como salvajes como tigres, ocelotes, puercoespines, caballos o loros, entre otros: “Todos aprenden: la diferencia radica en ganarnos la atención del animal para que aprender sea un proceso que les interese y les motive”. Y el gato no es una excepción.

¿Aprenden los gatos igual que los perros?

Tanto si estamos buscando corregir un comportamiento problemático, como enseñarle algunas habilidades de obediencia o entrenar al gato para que aprenda alguna acción en particular, el adiestramiento es algo que puede llegar a ser enriquecedor y gratificante para ambas partes. En este sentido, Carbonell nos dice que, de hecho, los gatos no son muy distintos de los perros a la hora de aprender, aunque solemos pensar lo contrario.

La particularidad está, según la experta, en que “parten de una base innata diferente”. ¿Qué quiere decir esto? Pues que “los perros poseen una característica fundamental que hace que enseñarles sea muy fácil y que se conoce como 'neotenia”, que se define como la retención de rasgos juveniles en el animal adulto. Es decir, es lo que explicaría que los perros “sean como individuos infantiles toda su vida y que, aunque tengan la edad de un lobo adulto —su antecesor—, van a conservar características psicológicas infantiles que harán que sean más dependientes de sus figuras de apego”, detalla Carbonell.

Esto explicaría también que los perros suelan ser más juguetones que un lobo adulto y que tengan mucho más interés por el humano y lo que este les pueda pedir.

¿Qué ocurre con los gatos? ¿Tienen esta misma particularidad? No tenemos que ser muy observadores para confirmar que los gatos no poseen estos rasgos neoténicos, de ahí que tengan una forma de ser “menos dependiente del humano y, por tanto, es más complejo ganarse su atención para procesos de aprendizaje”, detalla la experta. Por tanto, “la diferencia radica en la motivación que muestra el animal en cuestión para hacer cosas junto al humano y no en la capacidad de aprendizaje de cada especie”, sentencia Carbonell.

Que los gatos pueden aprender órdenes y aspectos curiosos lo demuestran también estudios como este publicado en Nature, cuyos resultados nos dicen que los gatos domésticos pueden llegar a relacionar los nombres que les dan los humanos al menos a dos compañeros felinos más que conviven con ellos en casa. Es decir, reconocen los nombres de los compañeros.

Cómo podemos enseñar a un gato

Dicho esto, y partiendo de la base de que un gato sí puede aprender si sabemos cómo hacerlo, ahora nos falta saber la forma de abordarlo. Como ya hemos avanzado antes, sabemos que para ello debemos “conseguir que el proceso de aprendizaje les motive”, reconoce Carbonell. Para la experta, los principios básicos para adiestrar a un gato son los mismos que para cualquier otra especie.

Tenemos que tener muy claro por dónde queremos empezar, marcar un rumbo desde el principio y decidir con qué tipo de comportamientos nos gustaría empezar. ¿Cuáles son nuestros objetivos? ¿Queremos corregir un comportamiento no deseado o mejorar algunas de sus habilidades? Tenemos que dar con un punto de partida sólido que nos impida ir en demasiadas direcciones a la vez que no nos llevarán a ningún lado.

¿Podemos enseñarle cualquier cosa? Sí, todo lo que un gato pueda llegar a hacer, eso está claro. Como nos cuenta la directora de Diéresis Animal, entre las cosas que los propietarios de gatos suelen pedir más para enseñar son conductas que van desde permanecer quieto cuando se les ordena, que no se suba a los muebles en casa, que arañe solo el rascador, que suba o baje a la orden de lugares concretos y todo lo relativo a habituación a estímulos como acostumbrarlos a ir en el transportín o a visitar al veterinario.

¿Qué hay de los castigos? ¿Podemos usarlos como herramienta para que aprendan? Aquí la experta aclara que habría que matizar porque “una cosa es que sirvan, que sí lo hacen, y otra es que sea éticamente adecuado”. Podemos usar otras técnicas más agradables para entrenar a cualquier animal en las que no necesitamos el castigo, como “programas de reforzamiento”.

Cuál es el mejor momento para enseñar a un gato

Si tenemos previsto adoptar a un gato, lo mejor es que nos preparemos “antes de que llegue a nuestra casa”, dice Carbonell. El motivo es que de esta manera podrá empezar a aplicar las normas de una forma más ordenada y evitaremos que aparezcan problemas que estropeen la convivencia y nuestro vínculo con él. Porque, en palabras de la experta, “no es lo mismo prevenir problemas que intervenir en ellos”.

La formación no solo nos puede ayudar a conocer, por ejemplo, cómo podemos llevarlo al veterinario en el transportín sin que se estrese y acepte lo que le hagan en la consulta sin miedo, sino que podemos ir más allá y llevar la convivencia a otro nivel, como llevarlo a “excursiones a la montaña, la playa o de viaje”, puntualiza Carbonell.

Pero, gracias a que los gatos aprenden durante toda su vida, podemos enseñarles habilidades en cualquier momento, tanto si es joven como adulto, siempre que “adaptemos las actividades y órdenes a su estado físico y mental”.

Buena parte de la clave del éxito del entrenamiento de nuestro gato estará en que tengamos toda la información sobre cómo aprenden los gatos y lo sepamos aplicar; que tanto gato como propietario tengan un vínculo saludable; y que el gato haya tenido un periodo de socialización – aproximadamente 45 días— en el que haya sido estimulado correctamente, concluye Carbonell.

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