Las cuatro claves para conseguir que tu gato no se estrese al cambiar de casa

Unos gatitos siameses colocados en una cesta. Nueva Jersey, 1962.

Eva San Martín

Es cierto: los gatos tienen prioridades distintas a las de los perros. No resulta extraño: mientras que el perro ha evolucionado del lobo, un animal de manada cuyo cerebro ya viene preparado para la vida social, nuestros mininos descienden de un depredador solitario y, por tanto, muy territorial: el gato salvaje Felis lybica, un felino árabe que pasa la mayor parte de su tiempo solo. Y si dependes de ti mismo para no morirte de hambre y sobrevivir ahí fuera, es lógico que defender tu territorio se convierta en una prioridad, cuestión de vida o muerte. Y que lo protejas a maullido limpio si hace falta.

Incluso ahora, cuando la mayoría de los gatos consiguen su alimento a través de sus queridos humanos, tener un sitio seguro donde vivir aún constituye una prioridad: su casa se erige como ese espacio donde pueden sentirse tranquilos, donde tienen su fuente de alimento (nosotros) y se saben protegidos del ataque de otro animal. Por eso tu minino lo pasa tan mal cuando toca dejar el hogar y abandonar su territorio. Es más: una mudanza puede convertirse en una experiencia traumática para muchos gatos; de hecho, para la mayoría lo es.

El mundo gatuno: cuestión de olores

Aunque los gatos nos quieren, y mucho; para ellos, tan importantes somos nosotros como el espacio donde viven. No te lo tomes mal: solo es parte de lo que supone ser un gato. Tu minino lo lleva en los genes, heredados hace miles de años de sus ancestros: su olfato le guía por el mundo para saber qué es familiar y dónde hay peligro.

Por pequeña que te parezca la nariz de tu gatete, este órgano captura olores en concentraciones entre 1.000 y 10.000 veces menores de lo que son capaces de distinguir nuestras relativamente insensibles narices. Además, y a diferencia de los humanos, los gatos -y también los perros- poseen un segundo órgano olfativo: una segunda nariz alojada entre el paladar y los orificios nasales (narinas), llamado órgano vomeronasal. Una herramienta aún más poderosa que la nariz a la hora de capturar olores y otras señales químicas similares.

Todo esto explica por qué los olores son tan importantes para los gatos, y por qué juegan un papel esencial a la hora de ofrecerles seguridad, y decirles qué espacio es familiar (no da miedo) y cuál desconocido (sí da miedo, y mucho). Como los gatos caminan por el mundo, en buena parte, guiados por su olfato, tengámoslo en cuenta para ayudarles a enfrentarse al cambio de casa, y hacer que la experiencia resulte, al menos, un poco menos aterradora.

1. El día de la mudanza con gatos

Antes de que llegue el camión de la mudanza, y el caos comience en casa, prepara una habitación para tu minino (o mininos) y mete dentro todos sus objetos y muebles favoritos: su transportín, su camita, rascadores, el arenero, los cuencos de la comida y de la bebida, y no olvides sus juguetes predilectos. También puedes dejar una butaca donde le guste dormitar, o sus cojines preferidos. Así, tu gatete estará rodeado de objetos ya impregnados de su propio olor, y se sentirá más seguro.

Asegúrate de que la puerta, así como las ventanas, permanecen cerradas. Y coloca una pegatina que recuerde a los trabajadores de la mudanza que esa puerta debe permanecer siempre cerrada. Cuando el resto de la casa esté vacía, podremos meter en el camión los muebles que quedaron en la habitación de los mininos, que irán en la parte trasera del camión, lo más cerca posible de las puertas.

2. El viaje al nuevo hogar

Pero antes de sacar los muebles de la habitación, mete al gato en su transportín y llévalo a tu coche para que esté seguro. No hace falta decirlo, pero aquí va por si acaso: tu amigo peludo debe viajar contigo, nunca en el camión de la mudanza. Si el viaje resulta muy largo, puedes parar y ofrecer al gatito un poco de agua del grifo o darle la posibilidad, si el viaje es largo, de usar su arenero dentro del vehículo; pero con el coche siempre cerrado. Si hace calor, ventila bien, y nunca dejes solo a tu amigo en el coche, ni lo saques del transportín.

3. Gatos en su nueva casa

Cuando llegues a tu nueva casa, saca primero los muebles que estuvieron en la habitación del gato (por eso se metieron en la parte más cercana a las puertas), e instálalos, antes que cualquier otro, en una habitación cerrada y segura. Para ayudar a tu minino a familiarizarse, en esa misma habitación puedes enchufar un difusor de feromonas felinas, a ser posible varias horas antes.

Cuando la habitación esté terminada, deja dentro a tu gato, con su comida, agua, arenero, rascadores y comida, y cierra la puerta. Sería ideal que un amigo humano se quedara al principio con él mientras explora la habitación. Este será el refugio seguro de tu gatete, donde se quedará mientras terminas el resto de la mudanza.

Cuando la mudanza haya acabado, tu minino podrá inspeccionar el resto de la casa; si detectas algún signo de ansiedad, una habitación cada día, para no abrumarlo. Resulta importante permanecer lo más tranquilos posibles mientras tu gato descubre su nuevo hogar. Y vigilar que todas las puertas que dan a la calle, así como las ventanas, estén cerradas. Ten especial cuidado con la cocina o el cuarto de lavandería, y no lo dejes solo: un gatito asustado buscará cualquier hueco para esconderse, y estas habitaciones están llenas de cables y aparatos potencialmente peligrosos.

4. Restaurar el olor hogareño

Otro consejo: además del difusor, utiliza un espray de feromonas gatunas (pídeselo a tu veterinario) para impregnar los muebles a una altura de entre 20 y 25 centímetros: al alcance de la nariz de tu amigo ronroneante. Así, esos objetos tendrán un olor más familiar, darán menos miedito. Otras ayudas: ofrécele de comer cada poco tiempo y mantén sus rutinas. Y, sobre todo, dale tiempo: a un gatito, ganar confianza con su nuevo territorio hasta que pueda llamarlo hogar le lleva su tiempo: unas dos o tres semanas.

No podemos convencer a nuestros gatos de que cambiar de casa y abandonar su zona segura es algo agradable. Pero sí podemos ayudarles a que lo vivan de forma menos traumática: mientras vuelven a convertirse en los reyes peludos de la casa.

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