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¿Por qué a los perros les gusta rebozarse con cosas apestosas?

¿Por qué a los perros les gustan lamernos los pies?

Eva San Martín

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Los perros son criaturas adorables, que nos quieren sin condiciones y cuya capacidad para robarnos el corazón parece fuera de discusión. Pero también son criaturas fascinantes, cuyos comportamientos, a veces, nos desconciertan.

¿O no te has preguntado nunca por qué a tu perro le gusta rebozarse en cosas que a ti te parecen repugnantes, cuando no, directamente, asquerosas? Hay varias teorías para explicar la fascinación de tu perro por los charcos hediondos y otras zonas nauseabundas, incluido el estiércol, las heces humanas o un ratón muerto.

Una de ellas, es que se trata de un intento de comunicación con otros congéneres (“Aquí estoy, y huele todo esto que te digo”). O, todo contrario, una intentona para pasar desapercibido y camuflar su propio olor con otro mucho más intenso; algo que, según esta hipótesis, parece que podría resultar útil si tu perrito tuviera que sobrevivir por sí mismo, y cazar sin ser reconocido.

El olfato de tu perro es realmente complejo, ¡y activa su cerebro!

Pero otra hipótesis cada vez más aceptada en el entorno científico es que el olfato de tu perro constituye un complejo sistema motor que está directamente relacionado con el cerebro. En otros ladridos: cuando tu perro o tu perrita descubre una ardilla muerta en el parque, un charco apestoso o un montón de estiércol, “ese mismo olor que activa su lóbulo olfativo”.

Pero “también viaja hasta la corteza motora de su cerebro, y le dice que reboce todo su cuerpo en ese objeto de deseo que acaba de encontrar”, explica Alexandra Horowitz, directora del Laboratorio de cognición canina de la Universidad de Barnard (Columbia) y autora de Being a Dog: Following the Dog into a World of Smell (Ser un perro: adentrarse con el perro en el mundo del olfato). 

¿Y por qué mi perro se restriega con cosas que huelen mal?

Lo primero: no juzgues a tu perro. Su cerebro, a diferencia del tuyo, carece de receptores de “olores asquerosos”. Es decir, ese olor que a ti te parece repulsivo, no lo es para tu amigo peludo. Y si algo sabemos quienes vivimos con un perro, es que nuestro amigo parece especialmente interesado en rebozarse y restregarse en cosas con olores que a los humanos nos resultan repelentes, o directamente asquerosas.

No es el único comportamiento perruno de narices que nos llama la atención. Hace unos días también te contamos por qué a los perros les gusta lamernos los pies (y, spoiler si aún no lo has leído, tiene que ver con su olfato).

Porque muchos comportamientos perrunos que nos llaman la atención (como los lamidos y los estornudos) están relacionados, de un modo u otro, con su olfato. Sí: también esas croquetas perrunas en cosas asquerosas. [No solo los perros: también los felinos tienen un olfato extraordinario, que explica comportamientos como que tu gato prefiera beber agua del grifo.]

Es más: ¡tu perro disfruta restregándose en olores intensos!

No es tan extraño: el olfato de tu perro es soberbio. Su hocico aloja 300 millones de células receptoras de olores, mientras que nuestra nariz apenas cuenta con seis millones. Y mientras que los humanos tomamos aire una sola vez cada segundo y medio, tu perro lo hace entre cinco o diez veces.

Pero hay otra cuestión: parece que tu perro realmente disfruta restregándose en olores intensos. “Mientras que los humanos estamos obsesionados con la visión, y con lo que vemos, el sentido dominante para los perros es su olfato”, aclara el científico Stanley Coren, otra referencia en el mundo de los perros, y que ha escrito decenas de libros sobre la materia perruna.

Es decir, mientras que los humanos vivimos en un mundo de imágenes, tu perro navega, sobre todo, en un mundo de olores. Aunque hay algo que en lo que sí puede que nos parezcamos. “Tanto perros como humanos disfrutamos con la estimulación de los sentidos: y ambos nos sentimos, en ocasiones, tentados de estimularlos hasta un grado excesivo”, afirma Coren.

Según este razonamiento, el motivo que lleva a tu perro a rebozarse en olores asquerosos sería similar al que nos lleva a las personas a vestirnos de forma extravagante; o a ponernos un perfume demasiado intenso. “Para los perros, restregarse en olores intensos sigue la misma lógica de una estética excesiva y algo descabellada que nos lleva a los humanos a vestirnos una camisa hawaiana excesivamente chillona y colorida”, concluye Coren. 

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