Por qué mi perro ladra sin parar y qué puedo hacer para que se calme

¿Cómo conseguir que mi perro deje de ladrar?

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Algunos perros ladran continuamente, ya sea a otras personas, a la puerta, cuando escuchan algún ruido en el exterior de la casa o a otros perros cuando están jugando en el parque con sus compañeros peludos. Esta costumbre sin duda termina por ser molesta para todos, no solo para sus dueños. 

Pero creer que el perro ladra para fastidiarnos y hacernos la vida imposible es un error. Al contrario, debemos pensar que si el perro presenta esta actitud seguramente sea porque tiene un problema o bien nos está demandando algo que no sabemos darle.

En palabras de David Menor, doctor en etología y profesor interino en el Departamento de Medicina y Cirugía Animal de la Universidad de Córdoba, así como editor de la revista científica especializada Pet Behaviour Science, “los perros ladran básicamente para comunicarse con el mundo que les rodea”. Es decir, que el ladrido le sirve al can para decirnos que está ahí y lo usa para llamarnos o para avisar a alguien de que no se acerque.

A la pregunta de si es normal que los perros ladren Menor da “un rotundo sí”. A diferencia de los lobos, que utilizan otro tipo de vocalizaciones como los aullidos en detrimento de los ladridos, los perros, sobre todo, ladran. De hecho, parece que nosotros somos los responsables en esta evolución del aullido al ladrido.

“El ladrido ha sido un elemento clave y reforzado por su selección durante miles de años de convivencia con humanos, una capacidad que hemos utilizado para que nos avisen de peligros o de la presencia de intrusos”, apunta este veterinario experto en comportamiento animal.

Con esto en mente, no resulta casual que nuestro perro, perteneciente a la especie Canis lupus familiaris, sea uno de los cánidos con una mayor y más variada comunicación vocal. Según Germán Quintana, doctor en veterinaria y también experto en comportamiento, “la convivencia con el humano obligó al perro a perfeccionar aquellas capacidades que le permitían fortalecer su relación y comunicarse con nosotros de forma más eficiente; entre ellas, el ladrido”.

Cuando el perro ladra, el humano entiende

La estrategia perruna funciona: un artículo publicado por la American Psychological Association asegura que captamos el ladrido de nuestros amigos y sabemos interpretar su causa.

Según el citado documento, no nos suena igual el ladrido de un perro feliz que celebra la hora del paseo o que saquemos sus chuches preferidas del armario, que el de uno asustado o harto de pasar el día solo en casa. “De hecho, comprendemos mejor lo que dicen sus ladridos que su lenguaje corporal”, corrobora Quintana.

El veterinario explica que las personas que comparten su vida con un perro no suelen tener problemas para distinguir un ladrido que busca llamar la atención de otro que denota que está asustado o furioso. “El tono, la fuerza, la intensidad del ladrido es distinta y las personas aprendemos a diferenciarlo”, apunta Menor.

Así, según el artículo, mientras que el ladrido de atención tiene un tono más agudo y conforma cadenas de ladridos aislados con pausas para evaluar la respuesta que provoca, el que emite un can que se siente amenazado será más grave y gutural, entremezclado con gruñidos y pausas para escuchar.

En cambio, un ladrido de alerta es firme y agudo y puede ir acompañado de respuestas fisiológicas como el erizamiento del pelo dorsal. Y los ladridos de juego serán agudos y cortos, y suelen acompañarse de la conocida postura de juego o play-bow, la invitación perruna más habitual para jugar, que consiste en el que el perro se inclina y agacha las patas delanteras para levantar las traseras. 

Cuando tu perro no para de ladrar

Aun así, el ladrido canino a veces nos desconcierta; sobre todo cuando suena incesante y parece que no vaya a terminar nunca. “El ladrido como respuesta al aburrimiento, frustración o estrés puede ser muy molesto, monótono y repetitivo”, admite Quintana. Ladran, aúllan y hasta gimen por ansiedad o puro estrés; por ejemplo, cuando no están acostumbrados y no soportan quedarse solos.

Otras veces tu amigo ladra porque padece alguna patología, muchas veces asociada a su avanzada edad. Cuando empieza a perder vista o sufre problemas cognitivos, como el llamado Alzhéimer canino o la demencia, es normal que tu compañero incremente sus ladridos sin motivo aparente: se trata de una reacción a la alteración de su percepción del entorno. Por ello, el primer paso es realizar una revisión veterinaria y descartar un problema médico.

No le castigues: haz esto

Un perro estresado o con ansiedad por separación puede ladrar sin parar durante horas. O hacer sus necesidades en casa, incluso destrozar objetos que no son sus juguetes. Pero los expertos coinciden en que no hay que castigarles. “El castigo nunca es recomendable; aunque puede interrumpir un comportamiento que nos disgusta no le estamos enseñando lo que queremos que haga”, explica Menor.

La clave: en lugar de castigar lo que no nos gusta, debemos premiar el comportamiento que sí nos gusta. El etólogo pone un ejemplo: en los albergues de animales es muy frecuente que los ladridos sean un problema y los perros lo utilicen para llamar la atención de visitantes y cuidadores. De hecho Menor hizo su tesis doctoral sobre este asunto.

“Sin embargo, se puede modificar el comportamiento recompensando a los perros con premios cuando están calmados, enseñándoles a sentarse para llamar la atención en vez de ladrar”, aconseja.

Lo mismo opina Quintana: ni collares de impulsos, ni citronela (un compuesto en aerosol que se vende como método antiladridos para pulverizar el hocico), ni golpear al perro sirve para otra cosa que no sea agravar la situación.

Tampoco los castigos psicológicos, en forma de castigo verbal o confinamiento, la mejoran. Y además, todas estas medidas son crueles y desaconsejables. “Incluso pueden empeorar las cosas o provocar un problema más grave, como agresividad o un proceso de indefensión aprendida”, advierte.

Igual de importante es no reforzar el comportamiento que no nos gusta. Si un perro nos trae su pelota, y nos ladra para llamar nuestra atención e invitarnos a jugar, cada vez que accedamos a ello estaremos reforzando esa conducta. La estrategia le habrá funcionado y la próxima vez que quiera jugar, volverá a ladrar.

Sin embargo, “si empiezas por pedirle que se siente y cada vez que lo haga sin ladrar recompensas ese comportamiento tirándole la pelota, probablemente la próxima vez se limite a sentarse cuando quiera que juegues un poco con él”.

Ambos expertos concluyen que nuestro perro ladra porque no sabe qué otra cosa hacer en esas situaciones en las que siente estrés, miedo, ansiedad o demasiada excitación, incluso felicidad. Conviene aprender a reconocer qué desencadena estos ladridos y si sentimos que no funciona, buscar ayuda profesional.

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