Mitos y verdades sobre el cortisol, la hormona del estrés

La hormona del estrés

Darío Pescador

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Internet ha traído consigo el acceso generalizado a información relacionada con la salud, un caldo de cultivo y consulta que ha dotado de una inesperada fama a las hormonas. Antes eran el reducto de los médicos y los expertos en bioquímica los que conocían e investigaban sus funciones, pero hoy hay millones de artículos donde se identifica a estas hormonas como superhéroes o supervillanos. La oxitocina, la hormona del amor. La adrenalina, la hormona del miedo. La testosterona, la hormona del poder. Y cómo no, el famoso cortisol, la hormona del estrés. 

Sin embargo, muchos de estos epítetos son simplificaciones. Todas las hormonas son necesarias, ninguna sobra y de su equilibrio depende que estemos sanos. Sin embargo, una búsqueda en TikTok basta para concluir que el cortisol es malísimo. Se atribuyen todo tipo de males al cortisol elevado, desde el acné hasta el insomnio, pasando por la acumulación de grasa en la cintura.  

Cómo funciona el estrés

Seguramente habrás oído que hay estrés bueno, el que te salva de una situación peligrosa, y estrés malo o estrés crónico. Cuando tu cerebro detecta que hay un peligro (un perro rabioso que te persigue, por ejemplo), se activa el sistema nervioso simpático (el pedal del acelerador) para enviar energía a todo el cuerpo lo antes posible. Se segregan adrenalina y noradrenalina, que hacen aumentar los latidos del corazón y el ritmo de la respiración. Se contraen todos los músculos y se agudizan los sentidos. 

Esta respuesta es la que nos permite luchar o huir; durante unos minutos, somos superhéroes con todas nuestras capacidades al máximo. Esto explica fenómenos como la fuerza histérica, en la que las personas en peligro son capaces de proezas físicas inimaginables de otro modo. 

La segunda respuesta de estrés es más lenta, tarda una media hora en actuar y consiste en la activación del eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA). Cuando percibimos que el peligro no ha pasado, el hipotálamo en el cerebro estimula a la glándula pituitaria, que envía una señal para que las glándulas suprarrenales fabriquen cortisol, y aquí hace su aparición la hormona del estrés. 

Esta vía tarda una media hora en actuar y te permite sobrevivir cuando la amenaza persiste. Lo que hace el cortisol es quitar el suministro de energía (glucosa) a todo lo que no sea imprescindible para enviarla a los músculos. Aumenta la resistencia a la insulina, empieza a descomponer músculos para convertirlos en glucosa, se desactivan partes del sistema inmunitario que consume mucha energía, se detiene la formación de nuevos tejidos, aumenta la presión arterial y la retención de sodio en los riñones. 

Los peligros del cortisol elevado crónicamente

Este estado nos ayudaba a mantenernos con vida en una situación de estrés prolongado, como sobrevivir a una tormenta o a un desierto, o a un lobo acechando fuera de la cueva. En estas circunstancias, el cortisol es nuestro amigo. Pero hoy el estrés es una hoja de Excel, la incertidumbre de si llegaremos a fin de mes, o una conversación difícil con el jefe. Es estrés “virtual”, también llamado psicosocial, pero el cuerpo no sabe distinguirlo del lobo. Toda esa energía extraída de otras partes del cuerpo para los músculos no se gasta, porque no hacemos esfuerzos físicos. 

Los niveles crónicamente elevados de cortisol, también conocidos como hipercortisolismo, hacen estragos en nuestra salud física y mental. Algunos de los problemas de salud asociados al cortisol elevado son el síndrome metabólico (la combinación de hipertensión, diabetes y obesidad), la disminución de la densidad ósea (osteoporosis) y la depresión.

Cuando los niveles de cortisol están elevados la mayor parte del tiempo, afectan al sistema inmunitario, provocando inflamación crónica y supresión de las defensas del organismo; lo que a su vez puede provocar enfermedades autoinmunes, hacernos más vulnerables a las infecciones de virus y bacterias y acelerar el envejecimiento. 

Además, para dormir es necesario que desciendan los niveles de cortisol y cuando está demasiado alto, afecta a la calidad del sueño, hace que nos despertemos en medio de la noche y durmamos menos horas. En un experimento en el que se dio melatonina a los participantes, descendieron los niveles de cortisol y mejoró la calidad del sueño. 

Por último, el cortisol elevado es la razón por la que el estrés engorda, provocando un aumento de la grasa abdominal. El incremento de la resistencia a la insulina no afecta a las células de grasa, que se dedican a acumular. También hay un aumento del apetito, los antojos de azúcar y comer por estrés

Por qué necesitamos el cortisol

Por todo lo anterior, el cortisol parece el malo de la historia y las redes están llenas de supuestas fórmulas efectivas para bajar sus niveles. Pero no todos los males se pueden atribuir a esta hormona. Tanto el estrés como el cortisol son ingredientes básicos de nuestras vidas y los necesitamos. De hecho, muchos de los síntomas que aparecen en TikTok señalados como problemas derivados del “cortisol alto”, se deben en realidad a niveles bajos de cortisol. 

Para empezar, el cortisol es la hormona responsable de levantarnos por las mañanas. Los niveles de cortisol suelen alcanzar su máximo por la mañana y disminuir a lo largo del día, alcanzando las concentraciones mínimas por la noche. Si tienes problemas para salir de la cama no es por exceso, sino por falta de cortisol.

Las personas que sufren estrés postraumático también tienen niveles de cortisol por debajo de lo normal, así como los niños que han sufrido experiencias traumáticas y padecen depresión. Otros síntomas del cortisol bajo son la fatiga, dolores musculares, problemas de piel y sensibilidad al sol, pérdida del cabello y pérdida de las menstruación.

Por desgracia, no podemos saber si tenemos el cortisol alto o bajo a no ser que nos hagan un análisis de sangre, orina o saliva para determinarlo. Aún así, estos resultados pueden no ser indicativos de un problema, ya que los niveles varían a lo largo del día y las oscilaciones pueden deberse a otras causas o enfermedades. 

Cómo regular el cortisol

El problema, entonces, no parece ser el cortisol elevado sino la falta de regulación; la incapacidad del organismo para hacer que el cortisol esté alto cuando toca y descienda cuando ya no lo necesitamos. Lo recomendable es siempre acudir a un profesional que valore si se trata de un problema y nos guíe para abordarlo. Pero hay también algunas intervenciones sin medicamentos, que pueden practicarse de manera complementaria y que no con llevan riesgos, y nos pueden ayudar:

  • El ejercicio físico es una de las armas más potentes contra el cortisol desregulado. Los estudios indican que el ejercicio habitual ayuda a reducir los niveles percibidos de estrés, depresión y ansiedad.  
  • La práctica de meditación, mindfulness, y la terapia cognitivo-conductual pueden reducir la reactividad de la respuesta al estrés, y por tanto regular los niveles de cortisol.
  • Los adaptógenos son sustancias derivadas de plantas que, como su nombre indica, ayudan a que nos adaptemos, es decir, a regular los niveles de estrés. Esto quiere decir que si el cortisol está elevado ayudan a bajarlo, y viceversa. Entre estas plantas se encuentran el ginseng, la rodiola rosea, la ashwagenda, y el ahora famoso hongo cordyceps. 
  • Las conexiones sociales, el apoyo y el afecto de los demás ayudan a estabilizar el estrés y las fluctuaciones del cortisol, algo que se ha comprobado experimentalmente en niños, pero que también ocurre en adultos.  
  • La dieta influye en nuestra capacidad de regular el estrés. En especial, las dietas bajas en carbohidratos tienen un efecto positivo, ya que el consumo de azúcares hace que aumente el cortisol. 

En definitiva, antes de culpar al cortisol alto de tus males, hazte un chequeo completo y echa un vistazo a otros ámbitos de tu vida.

* Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.

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