El Patrimonio de la Humanidad que no debes perderte en Murcia

Caballos de vino

Adrián Roque

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En el corazón de la Región de Murcia, dentro del municipio de Caravaca de la Cruz, se celebra cada primavera una de las fiestas más singulares del calendario nacional: los Caballos del Vino.

Este ritual festivo fue incluido en 2020 en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO, y no es para menos. Se trata de una explosión de color, fervor, adrenalina y tradición con siglos de historia, única en el mundo por su simbología y puesta en escena.

Cada año, el 2 de mayo, la localidad se convierte en un hervidero de emoción y orgullo colectivo. Decenas de caballos suben a todo galope la empinada cuesta del Castillo de Caravaca engalanados con mantos bordados a mano, custodiados por sus peñistas y vitoreados por miles de personas.

Una fiesta ancestral que mezcla devoción religiosa, elementos de origen medieval y una pasión desbordante por el arte, la costura, el caballo y la identidad local.

Un origen entre leyenda y resistencia

Aunque existen distintas versiones, el relato más extendido sobre el origen de los Caballos del Vino se remonta al siglo XIII, cuando Caravaca estaba sitiada por tropas musulmanas.

Según la leyenda, un grupo de caballeros logró romper el cerco y llegar hasta el castillo con odres de vino que, al no haber agua, sirvieron para salvar de la muerte a los cristianos sitiados.

Al regreso, los caballos habrían subido la empinada cuesta del castillo cargando el vino a toda velocidad. Desde entonces, ese gesto heroico se conmemora cada año.

Arte, adrenalina y devoción

La fiesta gira en torno a cuatro componentes que la hacen única: el concurso de bordados, el de caballos enjaezados a la antigua usanza, el desfile infantil y, por supuesto, la Carrera de los Caballos del Vino.

Cada caballo luce un manto bordado artesanalmente por manos expertas, con diseños que requieren meses de trabajo y que combinan motivos religiosos, heráldicos y culturales.

Durante la carrera, el caballo —siempre guiado por cuatro mozos— debe recorrer en el menor tiempo posible los casi 80 metros de cuesta que conducen al castillo. La escena, de una intensidad electrizante, es el culmen de un año entero de preparación.

Y aunque los caballos no compiten entre sí, sino contra el cronómetro, el honor de ganar permanece durante generaciones entre los miembros de cada peña.

Caravaca, ciudad santa y de peregrinación

No se puede entender esta fiesta sin hablar de Caravaca de la Cruz, una de las cinco ciudades santas del mundo cristiano, junto con Roma, Jerusalén, Santiago de Compostela y Santo Toribio de Liébana.

El Santuario de la Vera Cruz, donde finaliza la carrera, es el epicentro espiritual del municipio y lugar de peregrinación, sobre todo durante los Años Jubilares.

Caminar por sus calles en la semana del 2 de mayo es como entrar en otro tiempo. Las casas se visten con colgaduras, las plazas se llenan de música y color, y las peñas convierten cada rincón del pueblo en un espectáculo abierto.

Es una fiesta que se vive con todos los sentidos, y que deja una huella imborrable en quien la presencia.

Una experiencia única que no puedes perderte

La declaración de los Caballos del Vino como Patrimonio de la Humanidad no solo reconoce su valor cultural y simbólico, sino que asegura su preservación como legado vivo para las generaciones futuras.

Visitar Caravaca durante esta celebración es una oportunidad excepcional para entender cómo una comunidad entera vive y transmite su historia a través de un ritual colectivo.

Si estás en Murcia o planeas una escapada en primavera, no te pierdas esta joya cultural que galopa cada año hacia el corazón de quienes la descubren.

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