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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

La complicidad internacional con la ocupación israelí

Xavier Abu Eid

Se han cumplido cuarenta y ocho años desde el comienzo de la ocupación israelí de 1967, lo que incluye la franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. Ello es el equivalente al 22% de la Palestina histórica, y son los territorios que quedaron en manos árabes tras la Nakba, la catástrofe de 1948. Si bien la ocupación israelí no ha sido aceptada como legítima por la comunidad internacional, son sus propios integrantes quienes han premiado a Israel por sus constantes crímenes y han permitido que los colonos puedan celebrar casi medio siglo de vida en lo que los Convenios de Ginebra definen como un crimen de guerra.

La decisión de construir colonias en el territorio ocupado en 1967 paradójicamente no fue tomada por el Likud, sino por el Partido Laborista. Fueron referentes de ese partido como Yigal Allon y Shimon Peres quienes definieron las áreas del territorio ocupado que Israel anexionaría, siempre bajo el principio de tomar la mayor cantidad de tierras y recursos naturales con la menor cantidad de palestinos. Tal decisión se adoptó una vez que el gabinete israelí entendió que no podría repetirse una expulsión masiva como la ocurrida en 1948. No obstante, en 1967 más de 200.000 palestinos se convirtieron en refugiados, sin contar a otros 300.000 cuyos permisos de residencia fueron revocados por Israel entre 1967 y 1994.

La derrota de junio de 1967, conocida en el mundo árabe como la Naksa, fue uno de los golpes más duros dados a la idea del “panarabismo” que dominaba la zona, bien mediante Jamal Abdel Nasser en Egipto bien mediante la ideología baazista predominante en Siria, Irak y Yemen. El ataque sorpresa israelí que liquidó a las fuerzas aéreas árabes en tierra antes de ser operativas para el combate, las bajas defensas dispuestas en zonas estratégicas como Jerusalén y sus colinas, así como la imagen de soldados israelíes entrando en los lugares santos cristianos y musulmanes de Jerusalén terminaron por convencer al movimiento nacional palestino de que la liberación de Palestina debía ser liderada por palestinos. Así fue como la OLP se volvió una organización más importante con el ingreso de una serie de grupos que no eran parte de ella, incluidos Al Fatah y el Frente Popular para la Liberación de Palestina.

Con todos esos antecedentes en la bitácora, no pude sino sentarme con algunos amigos y familiares para preguntarles qué les sucedió aquel fatídico 5 de junio de 1967. Para todos fue un proceso muy rápido. Los más adultos recordaron las masacres de 1948. Recordaron la retirada de las tropas árabes a las pocas horas, pero recordaron también las lecciones aprendidas del pasado. A pesar de que las familias estaban aterrorizadas con la idea de los israelíes invadiendo sus aldeas como lo habían hecho años atrás, la gran mayoría decidió no salir de sus hogares. Me llamó la atención saber que mi bisabuelo simplemente llevó a la familia a una cueva bajo la casa, pero se negó a dejar su campo en pleno inicio de la cosecha del albaricoque, un distintivo de nuestro pueblo, Beit Jala.

Cuarenta y ocho años después de la ocupación israelí de 1967, la comunidad internacional sigue premiando a Israel por sus violaciones sistemáticas del Derecho internacional. La ocupación israelí, que claramente no es “temporal” sino permanente, ha llevado a cabo un proceso de desplazamiento forzado de población y anexión sistemática de territorio ocupado; procesos que no han podido ser detenidos por los comunicados de prensa emitidos por los ministerios de relaciones exteriores, particularmente europeos. Los mismos que dicen apoyar la solución de dos Estados son los que comercian con las colonias israelíes, se niegan a reconocer el Estado de Palestina y ofrecen garantías a Israel de que, independientemente de sus violaciones a los derechos humanos, sus gobiernos no adoptarán acciones punitivas de acuerdo con su responsabilidad bajo el derecho internacional.

Fue veintiún años después de la ocupación cuando la OLP llevó a cabo su compromiso histórico de reconocer a Israel sobre las fronteras de 1967, abandonando el programa inicial de un único Estado. Se trató de la culminación de un proceso de consultas y debate interno, donde una serie de países europeos -y particularmente España- jugaron un papel muy destacado. La solución de los dos Estados que Palestina se esfuerza en salvar mientras Israel opta por destruir con sus políticas sobre el terreno, no es nada más ni nada menos que la adopción palestina de la posición internacional; algo que esos mismos gobiernos se niegan a apoyar con acciones concretas tras veintisiete años de esa dolorosa concesión palestina. A cuarenta y ocho años de la ocupación, Palestina sigue siendo la prueba de fuego para demostrar la voluntad real de la comunidad internacional. Por el momento, el mundo ha optado por entender la ocupación y negación sistemática de los derechos del pueblo palestino como un mero dato secundario en sus relaciones con Israel.

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