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La CNTC estrena el “Hamlet” dolorido, asesino y suicida de Del Arco

La CNTC estrena el "Hamlet" dolorido, asesino y suicida de Del Arco

EFE

Madrid —

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Soliloquio de la pena y de la certeza de la orfandad, del terror a la muerte, el vértigo suicida y la pulsión asesina, el montaje que Miguel del Arco ha hecho de “Hamlet” para la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) ha conmocionado esta noche en su esperado estreno al público, subyugado por su apuesta.

Con las entradas agotadas desde hace semanas para cada una de las sesiones programadas hasta el 20 de marzo en el Teatro de la Comedia, esta versión del clásico de Shakespeare que Helena Pimenta, directora de la CNTC, encargó a del Arco y que este ha realizado en coproducción con su propia compañía, Kamikaze, promete ser uno de los estrenos de la temporada.

La propuesta de Del Arco ha sido recibida con aplausos enfervorecidos y gritos de “bravo” del publico, entre el que se encontraban el ministro de Cultura, Educación y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, varios de los directores de las unidades del INAEM -Antonio Najarro (BNE), José Carlos Martínez (CND) y Antonio del Moral (CNDM)- y muchos compañeros de profesión.

Una cama, unas cortinas y una pantalla con proyecciones de vídeo y fotografía han sido los únicos elementos de escenografía en los que se han desenvuelto durante 2 horas y 45 minutos, sin descanso, los siete intérpretes, encabezados por Israel Elejalde.

El actor que interpreta a Hamlet transmite la emoción y la valentía que requiere un papel que solo se puede hacer desde una magnífica preparación técnica y una solida formación.

“Me muero, me muero. Estoy muerto”, ha sido su primera frase en escena y en ese momento transmitía todo el dolor que se siente ante la primera muerte de un ser realmente querido y el asombro que produce caer en la cuenta de que “todo el que vive debe morir” y el ansía “por diluirse y ser rocío” para dejar de sufrir.

La línea imprecisa entre el sueño y la vigilia, la muerte y la vida, la sombra y la certeza, el ser y el no ser, ha sido la presencia constante en un montaje que Del Arco ha pretendido tan “poliédrico” como su visión de Hamlet.

La iluminación, de Juanjo Llorens, acentúa de forma soberbia el el espacio mental de Hamlet, su profundo dolor y las púas de su difícil relación con el mundo, al que desprecia, y canaliza la transformación de la reflexión en constante y cambiante acción.

Elejalde maneja el “oxímoron” que es Hamlet, un ejercicio puro de contradicción, con absoluta soltura, siendo de capaz de hacer tan creíble “lo uno como su contrario”, de ser astuto y de ser un payaso, de ser el más cuerdo y el más loco, de ser un ingenioso humorista y de ser “un patético delirante”.

Del Arco ha querido que las escenas fueran cambiando con los pensamientos de Hamlet, obsesionado por las ideas y carente de empatía, y ha desordenado y desestructurado el texto para que las imágenes aparecieran como recuerdos, según la percepción del príncipe.

Las escenas se pisan unas a otras componiendo una sensación de irrealidad, la misma que se tiene alrededor de la muerte de un ser querido, en la que uno se pregunta cómo es posible que el mundo siga girando como lo hacía cuando ya no existe esa persona.

El director y autor de la versión ha impregnado el montaje de un humor que, sostiene, está en el original y, por eso, le ha dado una especial relevancia a la escena de los enterradores, en la que José Luis Martínez, que ha incorporado los papeles de Polonio, sepulturero y Osric, ha estado sembrado.

Muy aplaudidos han sido también Ana Wagener en el papel de Gertrudis, Daniel Freire en el de Claudio, Ángela Cremonte en el de Ofelia y Cristóbal Suárez en el de un conmovedor Laertes en “la hora bruja en la que bostezan los cementerios y el infierno lanza su fétido aliento contra el mundo”.

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