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El camión de la esperanza del patrimonio llega a Ucrania

Cargadores de la empresa de embalaje y transporte André Chenue introducen en un camión material para Ucrania

Peio H. Riaño

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Este miércoles un camión francés de 15 toneladas ha llegado a Varsovia con un cargamento especial. En el remolque hay correas, rollos de plástico de burbuja kraft, protectores de esquinas de espuma azul, rollos de tyvek, rollos de varias cintas adhesivas (de pintor, marrón, reforzada, azul y transparente), cartones, cajas de madera, mantas, papel de seda, guantes, cajas de plástico y un largo etcétera de elementos imprescindibles para proteger las obras de arte ante los ataques del ejército de Vladimir Putin. Desde Polonia se repartirán entre los profesionales que vacían los museos amenazados en Ucrania. Se han quedado sin materiales para embalar las colecciones y evacuarlas.

El ocho de marzo los representantes de los museos ucranianos y polacos se citaron en una reunión telemática con sus colegas de los museos franceses. “Más de 200 personas asistieron a ese primer encuentro en el que los profesionales de los museos ucranianos pudieron contarnos cuáles eran sus necesidades más urgentes. Todos coincidieron que necesitaban equipamiento para asegurar sus obras”, explica a elDiario.es la presidenta de Consejo Internacional de Museos (ICOM) de Francia, Juliette Raoul-Duval. Nos envía una amplia lista con los materiales que más de 20 museos franceses acaban de donar para salvar el patrimonio ucraniano de su destrucción. El Museo de Burdeos ha sido el más generoso, seguido del Louvre. La responsable de la operación indica que las donaciones han sido tan numerosas que ya han programado un segundo y un tercer convoy para llevar más material.

Aquel encuentro a primeros de marzo provocó una “fuerte movilización” en el seno de la profesión museística francesa. “Nos organizamos inmediatamente para realizar las donaciones del equipamiento que esperaba Ucrania. Al mismo tiempo, la empresa de transportes Chenue se ofreció a almacenar y, luego, transportar estas donaciones hasta el punto de entrega que considerásemos más adecuado”, cuenta Juliette Raoul-Duval al final de una semana agotadora. Las cargas de los museos repartidos por toda Francia fueron llegando poco a poco al almacén del transportista y el martes 22 de marzo salió el primer camión de 15 toneladas. “El destino fueron los hangares del Instituto del Patrimonio Nacional de Polonia, en Varsovia, que han resultado ser un centro eficaz para recibir y redistribuir a los museos de Ucrania”, cuenta la presidenta de ICOM Francia.

Un gobierno implicado

La iniciativa ha puesto en marcha un grupo muy activo de profesionales de todos los museos, que se comunican y dialogan entre sí para mantener la ayuda a Ucrania con nuevos planes. Sin embargo, desconocen a cuántos museos llegará toda esta ayuda que hoy ya se está repartiendo entre las instituciones ucranianas. “Es difícil precisar a cuántos museos ucranianos va a llegarles la ayuda. Creemos que todos los de las zonas de combate están preocupados por la necesidad de proteger sus obras. Pero el frente es muy cambiante”, añade la experta.

Francia ha dado un paso muy importante en la ayuda a los museos de Ucrania, pero también a los artistas y profesionales. Juliette Raoul-Duval señala que el Gobierno francés ha puesto a disposición una suma de un millón de euros para facilitar la acogida de los refugiados culturales en el país. También revela a este periódico que desde hace unos días muchos museos franceses se ofrecen a acoger a profesionales ucranianos.

ICOM es el organismo que asesora a la UNESCO en la protección y difusión del patrimonio mundial y cada país tiene una delegación con sus socios. La francesa cuenta con cerca de 6.000 socios, la española con unos 1.200 socios, como indica Teresa Reyes, presidenta de la delegación de ICOM en España. Reconoce que su dimensión no les permite actuar con tanta premura como lo ha hecho Francia: “No tenemos tanto músculo ni un camión que lo lleve todo hasta Polonia. Necesitamos hablar con las diferentes administraciones para que nos ayuden. Vamos a hacer un llamamiento a los museos en breve”, indica Reyes. Todavía no tienen una fecha de reunión con el Ministerio de Cultura, que tampoco ha anunciado una acción de ayuda.

Teresa Reyes indica que lo que más necesario en zona bélica son materiales de embalaje para la evacuación de los bienes a lugares seguros. Los museos no lo son en estos momentos. Juliette Raoul-Duval informa que el Instituto del Patrimonio Nacional de Polonia ha elaborado una base datos donde se actualizan las necesidades reales, según van indicando los profesionales ucranianos. “Es fundamental comprobar las necesidades reales de los museos ucranianos, para evitar que los mismos materiales lleguen en abundancia mientras otros falten”, dice Raoul-Duval, que mantiene en las últimas semanas un contacto estrecho con este instituto.

La memoria española

Los museos españoles saben qué es no tener materiales para envolver las obras de arte. Ocurrió en el Museo del Prado, durante la Guerra Civil. La familia Macarrón se encargó del embalaje de los bienes en dos momentos capitales: en la salida de las obras con destino a Valencia y, después, en su regreso desde Ginebra, una vez acabó la guerra española y estalló la mundial. La primera salida de cuadros del Prado a las Torres de Serranos (Valencia) sucedió en octubre de 1936 y en ese momento se utilizaron cajas viejas y grandes, sobrantes de las exposiciones que se habían celebrado recientemente en el Palacio de Velázquez, en el Retiro. Para salvar las dimensiones de las cajas que excedían a las de los cuadros, los Macarrón se las apañaron como podían. Otros salieron en los camiones sin embalar, apenas con una lona.

Enseguida entendieron que no se quedarían en Valencia y que había que transportar hasta Barcelona las miles de obras de arte en cajas a medida. El problema entre octubre de 1938 y enero de 1939 fue encontrar material para los embalajes. En Madrid no había madera, ni viruta, ni clavos, ni tornillos, ni cuerdas y faltaba el papel de envolver impermeable. Gregorio Macarrón salió en su busca por diferentes ciudades españolas. La madera se trajo de Jaén, la viruta de Cuenca, los clavos y tornillos de Valencia o el papel de envolver de Alcoy.

Casi noventa años después, en Ucrania, las carencias y las necesidades son las mismas que tuvieron los profesionales de los museos españoles para proteger el tesoro artístico de la invasión del ejército de Francisco Franco. “Había una gran demanda de cajas grandes para bienes voluminosos”, asegura la especialista francesa Juliette Raoul-Duval. Estas cajas forman parte de este primer convoy. Dice la presidenta de ICOM Francia que confiaron en los museos donantes para elegir los materiales adecuados, siempre respetando la lista que habían elaborado previamente con sus colegas ucranianos. Cuenta que en el camión viajó un surtido de materiales tan amplio que será capaz de proteger todo tipo de obras, grandes y pequeñas, de arte y ciencia... Una vez haya recibido las donaciones, el Instituto del Patrimonio Nacional de Polonia realizará las asignaciones y redistribuciones a los museos ucranianos, en función tanto de la urgencia como de su capacidad para llegar a ellos.

Evacuar o no

El mundo aprendió a evacuar los museos gracias al protocolo que la República española puso en práctica durante la Guerra civil. Desde noviembre de 1936 miles de bienes del patrimonio español partieron, primero, a Valencia, donde se había habilitado las Torres de Serrano para alojarlas con seguridad. De ahí siguieron su paso a Barcelona y hasta Ginebra. La decisión española entró en los manuales de museística de todo el mundo. Demostraron que en caso de guerra lo mejor era evacuar. Hasta entonces la recomendación era bajar las obras a los sótanos.

Meses después, en septiembre de 1939, 30.000 obras de arte salieron del Rijksmuseum de Ámsterdam camino de varios búnkers de la costa holandesa. En mayo de 1940, cuando Hitler invadió los Países Bajos, la obra maestra de Rembrandt, Ronda de noche, volvió a evitar el frente y fue trasladada, junto con la mayoría, a la mina de Saint Pietersberg, en Maastricht. A finales de agosto de 1939 gran parte de la colección del Museo del Louvre, en París, fue transportada por 203 camiones que se llevaron del museo 1862 cajas con obras de arte, con destino al castillo de Chambord.

“Es difícil decir qué es preferible: trasladar las obras a una zona segura o salvaguardarlas in situ”, reponde Juliette Raoul-Duval. La especialista francesa cree que la decisión depende tanto de las obras en cuestión como de su ubicación en las zonas de combate. “Ahora nos preguntan por el posible traslado de obras a museos de Francia. Y sabemos que nuestros colegas en el extranjero también están examinando estas posibilidades. Pero estas cuestiones son fruto de discusiones y acuerdos intergubernamentales que superan el ámbito de actuación de nuestra asociación. Además, hay que tener mucho cuidado con la integridad de las obras porque los periodos de crisis y guerra generan riesgos de tráfico ilícito. Sin embargo, podemos decir que varios museos de Francia ya se han ofrecido a refugiar las obras cuando esto sea posible”, reconoce Raoul-Duval. La presidenta de ICOM Francia adelanta también que la próxima semana se pondrá en marcha una plataforma de cooperación de todos los museos europeos.

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