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Apolo 1: los 15 segundos que cambiaron la carrera espacial

La tripulación dentro de la cápsula

José Cervera

Pruebe a contar 15 segundos; uno, dos, tres, y así hasta 15. Es el tiempo que duró el incendio del Apolo 1 (originalmente AS-204) en la base de lanzamiento de Cabo Kennedy el 27 de enero de 1967. El accidente costó la vida a tres astronautas y pudo acabar con el proyecto estadounidense de ir a la Luna. Tan sólo 15 segundos que revelaron toda una serie de fallos de ingeniería y procedimientos y dieron lugar a una completa remodelación del Programa Apolo sin la cual quizá nunca se hubiese llegado a pisar nuestro satélite.

Hasta el 11 de octubre de 1968, año y medio después de la tragedia, no se produjo el siguiente vuelo tripulado con el nombre Apolo 7. La misión AS-204 fue renombrada Apolo 1 en homenaje a los muertos en la tragedia; los tres siguientes lanzamientos (Apolo 4, 5 y 6) fueron no tripulados y nunca hubo misiones Apolo 2 y 3.

Aquel día la tripulación del Apolo, los astronautas ‘Gus’ Grissom, Edward White II y Roger Chafee, realizaban en el Pad 34 una rutinaria prueba de desconexión de los sistemas umbilicales de la cápsula en preparación del lanzamiento previsto para el 21 de febrero. Fuera de la nave, numerosos técnicos revisaban procedimientos y cableados: iba a ser el primer vuelo tripulado y había que poner a punto los sistemas y la secuencia de lanzamiento.

La prueba era una simulación: la cápsula montada sobre el cohete Saturno IB, cerrada, tripulada y equipada pero sin combustible soltaría las conexiones de electricidad, comunicaciones y demás para comprobar que los sistemas internos se hacían cargo. Los astronautas y los técnicos llevaban allí desde las 13:00, hora local, en la cápsula y en los niveles 7 y 8 de la torre, situados a entre 48 y 54 metros de altura, trabajando en los sistemas según las checklists (listas de comprobación). Diversos problemas habían provocado paradas en la cuenta atrás y retrasos y estaba previsto reanudar la prueba hacia las 18:30.

Dentro de un Módulo de Mando del Apolo no hay mucho espacio: menos de 10 metros cuadrados en los que tres hombres vestidos con traje de astronauta se sientan en bancos con la espalda en el suelo y las piernas en alto, con los brazos casi rozándose. Frente a los asientos hay un complejo panel de control repleto de diales y multitud de interruptores; los tripulantes a la derecha (Chafee) y la izquierda (White) tienen además unos pequeños ventanucos en el casco y el comandante (Grissom), en el centro, una palanca de control: el espacio es claustrofóbico.

La estrecha puerta de entrada al módulo estaba sobre la pared, detrás de ellos y por encima, cerrada por tres cubiertas: una cobertura de protección y una puerta externa con bisagras y un portillo interior suelto que se encajaba desde dentro ayudado por la presión interior.

A las 18:30 horas, el control anunció el reinicio de la cuenta atrás en un minuto. En la planta 7ª, cuatro técnicos esperaban para recoger los umbilicales al soltarse, mientras en la planta 8ª (la llamada ‘Sala Blanca’) otros aguardarían al final de la prueba para abrir la escotilla y ayudar a salir a los astronautas.

Entonces hubo un pico de tensión en la alimentación eléctrica de la cápsula y pocos segundos después se escuchó a uno de los astronautas (probablemente Grissom) anunciar “Fire” (fuego) seguido de ruidos de micrófono; después otra voz (tal vez Chafee) dijo “hay fuego en la cabina” y 6,8 segundos más tarde un mensaje difícil de entender (puede que White) pareció hablar de “intenso fuego” y de “salir de aquí”.

La última transmisión terminó en un intenso y breve grito que fue ahogado por el rugido de las llamas seguido de estática. 15 segundos después de la primera alerta, la cápsula, diseñada para resistir el vacío del espacio, reventó por la sobrepresión interna; por la grieta salieron denso humo negro y fragmentos de aislante ardientes que inundaron las plantas 7ª y 8ª de la torre.

La fractura permitió la entrada de aire que primero reavivó y luego ahogó el fuego. Para preservar la limpieza de instrumentos y cables, los técnicos de la ‘Sala Blanca’ llevaban ropa y guantes de nailon, que se fundieron; no tenían equipo antincendios pero iniciaron la apertura de la escotilla.

Cuando consiguieron entrar, cinco minutos después, la luz seguía encendida pero el humo cubría la escena; cuando se despejó descubrieron la cápsula arrasada y a la tripulación, muerta. Los cuerpos quedaron sellados de tal modo por la cascada de nailon fundido de sus trajes que hicieron falta más de 90 minutos para poder sacarlos.

White estaba bajo la puerta: siguiendo el procedimiento de emergencia había intentado abrir la escotilla sin conseguirlo por culpa de la sobrepresión interior. Sus cinturones estaban fundidos, como su traje; el fuego había barrido el espacio de izquierda a derecha. Grissom se había soltado de sus cinturones y yacía en el suelo de la nave. Chafee estaba en su asiento aún atado: en una emergencia su tarea era mantener las comunicaciones y no moverse. Todas las superficies estaban ennegrecidas y el suministro de oxígeno a los trajes seguía abierto, silbando al fondo de la cápsula. El accidente había durado apenas 15 segundos.

La autopsia mostró que los cadáveres tenían amplias quemaduras de tercer grado: en una atmósfera con el 100% de oxígeno a presión incluso materiales que no arden en condiciones normales se pueden convertir en combustibles, como la carne humana. Misericordiosamente los análisis demostraron que los tres astronautas habían muerto casi al instante por inhalación de letal monóxido de carbono al arder sus trajes de nailon y quedar expuestos al humo: las quemaduras fueron postmortem. No tuvieron ninguna posibilidad de sobrevivir.

Dos de los tripulantes eran veteranos: el comandante Virgil Ivan Grissom, apodado ‘Gus’, había sido el segundo estadounidense en salir al espacio en el Programa Mercury y el primero en hacerlo dos veces, la segunda en el Gemini 3. Su segundo, Edward H. White II, había sido el primer norteamericano en hacer un paseo espacial en la Gemini 4. Sólo el tercer tripulante, Roger B. Chafee, carecía de experiencia aunque llevaba años trabajando en la NASA para las misiones Gemini y era un experimentado piloto naval.

Grissom y Chafee están enterrados en tumbas vecinas en el cementerio de Arlington, mientras White reposa en el cementerio de la academia militar de West Point. La cápsula del Apolo 1 está almacenada en unas instalaciones de la NASA, y en los cimientos del desmantelado Complejo de Lanzamiento 34 de Cabo Kennedy hay un monumento a su memoria. Tres cráteres lunares llevan sus nombres y el Apolo 11 dejó una insignia de la misión en la superficie lunar, entre otros homenajes.

Un diseño chapucero

Tras el accidente se llevó a cabo una exhaustiva investigación que reveló numerosos problemas con el diseño y la construcción de las astronaves Apolo y, quizá peor, una peligrosa cultura de la chapuza y la prisa que había permitido los defectos que provocaron el incendio.

Así las modificaciones del cableado y los sistemas de la nave eran habituales y no estaban documentadas; como consecuencia nunca se llegó a descubrir exactamente qué cable provocó la chispa, aunque se señaló a uno cercano a un tubo de refrigerante que había tenido problemas de fugas cerca de la zona inicial del fuego. La prueba estaba considerada como no peligrosa por lo que no se tomaron precauciones ni había a mano personal de emergencia: tanto el vehículo de lanzamiento como la propia cápsula estaban vacíos de combustible y materiales criogénicos y los pernos explosivos estaban desactivados.

Pero había un peligro grave que no se tuvo en cuenta: el procedimiento incluía reemplazar el aire de los trajes de la cabina por oxígeno puro a presión. Y en el interior de la cabina se habían usado numerosos materiales combustibles, que lo eran todavía más en esa atmósfera.

Los defectos del cableado causaron la chispa y la atmósfera de oxígeno y los materiales combustibles provocaron el incendio; la escotilla de cierre interno a presión (plug door) y la falta de personal de emergencia hicieron el resto.

¿Qué cambió?

La investigación sobre las causas del accidente provocó la revisión completa de la arquitectura interna de las naves Apolo para dar lugar al diseño Block 2, que usaba una atmósfera mixta a nitrógeno/oxígeno en el lanzamiento, no tenía elementos combustibles internos, llevaba el cableado completamente aislado y un portillo interior rediseñado para abrir hacia afuera. En los trajes de los astronautas el nailon se reemplazó por Tela Beta de fibra de vidrio y Teflón, que no arde ni se funde, aunque los astronautas siguieron respirando oxígeno puro en su interior.

También se revisaron los procedimientos y controles de la NASA: la cultura del apaño y las prisas que había reinado hasta entonces desapareció reemplazada por una extrema atención a los detalles y por el uso de sistemas de trabajo que tenían muy en cuenta la seguridad en los procedimientos.

Es posible que sin aquellos 15 segundos trágicos el Programa Apolo hubiese fracasado en un vuelo posterior debido a sus defectos iniciales, pero la suerte de la tripulación del Apolo 1 nos recuerda una verdad básica: las grandes gestas de la Humanidad no se consiguen sin riesgos ni sacrificios.

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