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2016: el año que casi termina con la “secuelitis”

Buscando a Dory

Francesc Miró

Hay debate sobre la titularidad de la primera secuela de la historia. Hay quien dice que responde a la “secuela” del guionista de El nacimiento de una nación, una de las obras fundacionales del séptimo arte, dirigida por David Wark Griffith, y también una de las más racistas de la historia del cine. La secuela la dirigió el guionista de la original, y la bautizó, en un alarde de originalidad, La caída de una nación. Eso fue en 1916. El título se lo podría arrebatar, en todo caso, El hijo de Kong. Una secuela rara pero divertida de King Kong que se hizo el mismo año que la original con menos presupuesto y más libertad. Eso fue en 1933.

Lo que está claro es que hacer secuelas es parte de la industria desde que existe como tal. Es lógico desde el punto de vista comercial y por eso funciona. Abarata los costes de producción y la recaudación de las películas suele conseguir un retorno aceptable. Para un ejecutivo hollywoodiense no debe ser una apuesta demasiado arriesgada: si al público le gustó la original, ¿por qué no va a pagar por ver más de lo mismo?

No obstante, tras aceptar que las secuelas forman parte de la la industria, se hace difícil negar que el nivel de producción de las mismas ha alcanzado en los últimos tiempos límites difícilmente sostenibles. Se han multiplicado como hongos las sagas, franquicias cinematográficas y universos narrativos complejos que abarcan decenas de películas pero que no son más que secuelas de secuelas.

A lo largo de este año y sólo en España, se han estrenado trece secuelas, aproximadamente una a la semana desde que dimos por iniciado el 2016. Cada fin de semana se exhibe en cualquier cine una segunda parte o continuación de una película que, suponemos, en su momento fue original. Y casi todas ellas se han mostrado incapaces de triunfar aprovechando el tirón de su público potencial.

Unos pocos superhéroes se salvan

Tras años de bonanza llegaron las vacas flacas. Las creativas y las monetarias. Así, secuelas que previsiblemente tenían la capacidad suficiente como para arrasar con la taquilla, no han llegado a cumplir las expectativas deseadas. Aunque también los hay que han sufrido sonoros batacazos en el box office. En enero Alvin y las ardillas 4 recaudaba 234 millones en todo el mundo. Una cifra que puede parecer un éxito si no la comparásemos con la original, que ganó 361 millones. Los siguientes fracasos vinieron de la mano de Zoolander 2, o Mi gran Boda griega 2, que no llegaron a recaudar ni tan siquiera la mitad de lo que se llevaron sus originales.

Las cifras se moderaban lo justo con estrenos de blockbusters, que disimulaban su caída gracias a una maquinaria enorme de promoción, patrocinios millonarios y ventas de merchandising. Alicia a través del espejo, lleva recaudados 810 millones menos que la original de Tim Burton. X-Men: Apocalipsis ha ganado un tercio menos que la anterior película. Malditos vecinos 2 poco menos de la mitad que la primera. O Leal, la tercera parte de la Serie Divergente, ganó nada menos que 121 millones menos que la anterior. O Las crónicas de Blancanieves: El cazador y la Reina de Hielo, que se ha hecho con 232 millones menos que su predecesora. Aunque técnicamente el último caso se trate de una precuela, el fenómeno se amplia a este tipo de productos.

Y suma y sigue, el fenómeno de la progresiva pérdida incesante de dinero que genera la “secuelitis” se puede extender a las taquillas de todo el mundo. Una serie de malos estrenos que han llevado a medios como Variety o The Playlist a verlo como un mal que el año 2016 lleva aparejado. Hacer secuelas ya no da el dinero que solía dar, y la falta de originalidad no se premia tan fácilmente.

Dos películas, no obstante, se resisten a la maldición de las secuelas: las de superhéroes enfrentándose entre sí. El brazo armado más incombustible de Warner y Disney. Batman v. Superman: el amanecer de la justicia se llevó duros golpes por parte de la crítica pero, según parece, estos no echaron atrás al público. En nuestro país, la batalla de los huérfanos más famosos de Gotham y Metrópolis lleva un millón de dólares más que El hombre de acero de Zack Snyder. Lo mismo que pasa con Capitán América: Civil War, que ha recaudado un cuarto más de lo que la anterior película del “capi” pudo conseguir.

Aunque estos éxitos se pueden explicar por muchas razones. Salta a la vista, por ejemplo, que el personaje de Batman llevaba consigo el recuerdo de la trilogía de Nolan. La reencarnación y enfrentamiento eran un imán para la atención del espectador medio. Lo mismo que pasa con Civil War, cuya batalla era el cúlmen de un universo cinematográfico expandido en el que se enmarcan trece películas en ocho años.

¿Adiós a las secuelas millonarias?

Secuelas fallidas ha habido siempre. Pinchazos en taquilla que luego es difícil remontar. Pero, seguramente, nunca tantos estrenos en un solo año habían funcionado tan mal en el box office. No hace demasiado tiempo, hacer una secuela era un negocio redondo. De hecho, muchas veces era directamente un éxito total.

Aún están frotándose las manos los responsables de Gru 2, mi villano favorito desde que la aventuras del villano con tres hijas y un millar de minions triplicara en ingresos al estreno de la primera. O los productores ejecutivos de Dreamworks viendo como Shrek 2 duplicaba lo que habían ganado con la, ya exitosa, primera aventura del ogro verde. O los resposables de esa obra maestra llamada Toy Story 3, que amasó más dinero que sus dos predecesoras juntas. Tres ejemplos de películas de animación. ¿El éxito va con el formato?

Lo cierto es que nadie tiene la fórmula perfecta, pero desde luego no va siempre aparejada a un formato concreto ni un género. Las secuelas de superhéroes casi siempre han funcionado más o menos bien en taquilla. Iron Man 3 prácticamente duplicó lo que había ganado la segunda aventura de Tony Stark. El celebérrimo éxito de El caballero oscuro, triplicó lo que había ganado la primera, llegando a sobrepasar la escandalosa cantidad de mil millones de dólares. Aunque no son sólo de superhéroes vive la “secuelitis”: la acción y la comedia también funciona. Ahí están los ejemplos de Arma Letal 2 o Austin Powers 2: La espía que me achuchó que también multiplicaron los ceros de la recaudación de las originales.

Hasta que llegó Pixar

Pero ahí estaba Pixar para acallar cualquier rumor. El “casi” del titular es su culpa debido a que los éxitos de Marvel y DC respondían a diferentes fenómenos causales. Lo cierto es que las previsiones de la factoría son que Buscando a Dory, segunda parte de Buscando a Nemo dirigida por Andrew Stanton, rompa la maldición de las secuelas de 2016. Puede que hasta su estreno, el público, cansado de ver una y otra vez lo mismo, no estuviera respondiendo bien a la pereza creativa del cine de evasión. Pero Pixar espera funcionar monetariamente a pesar de eso.

Como bien analiza The Wrap, en su estreno en EEUU se espera que recaude 125 millones de dólares en un sólo fin de semana. Una respuesta del público que estaría lejos de los setenta que se llevó, en el mismo período de tiempo, la primera.

Sin embargo, puede que el éxito de Pixar también se convierta una excepción dentro del panorama. Por nuestro país aún no han pasado Ninja Turtles: Fuera de las sombras, Expediente Warren: El caso de Enfield, Malditos vecinos 2 ni Independence Day: Contraataque. Todas llegan a nuestra pantallas antes del 1 de julio y es posible que ninguna funcione tan bien como la original. Porque aunque las secuelas sean parte de la industria, que se estrenen cinco en dos semanas define el momento que vivimos. Y puede llegar a cansar.

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