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Donde esté un buen recomendador web que se quite un crítico: ¿Sirve para algo la crítica de cine hoy?

El personaje del crítico Jay Sherman de Los Simpson, cuelga de un tejado tras meterse con McGyver

Francesc Miró

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¿Qué se nos viene a la cabeza cuando pensamos en un crítico o una crítica de cine? Tal vez volvamos a encontrarnos con la mordaz Tabitha Dickinson de Birdman, con George Sanders en Eva al desnudo y con el Anton Ego de Ratatouille, aunque este era experto en cocina. O quizá se nos aparezca la imagen mental de Jay Sherman, aquel crítico que aparecía en la sexta temporada de Los Simpson en la que un festival de cine llegaba a Springfield y una película llamada Balonazo en la entrepierna causaba sensación. 

Lo cierto es que la profesión, actualmente, responde a todas sus parodias, pues no existe una imagen clara de la misma: su ámbito de profesión se encuentra en plena era de cambio. El último ejemplo paradigmático ha sido la dimimisión en bloque de 15 críticos de Cahiers du Cinéma. Pues si existe una publicación en Europa que haya influido en el estereotipo contemporáneo, esa es Cahiers.

La cabecera francesa que cambió la forma de comprender el séptimo arte, que alumbró a la Nouvelle Vague de Truffaut y Godard y que reivindicó la autoría en el cine de Hitchcock y Hawks, hoy se encuentra ante el abismo. Un hecho que tiene algo de simbólico en estos tiempos en los que el espectador medio consulta Rotten Tomatoes o Filmaffinity antes de acudir al cine, y se fija en la frescura de la película según la primera, o en la nota de los usuarios en la segunda.

Otra prueba de la vigencia y necesidad de esta profesión, y a su vez de todo lo contrario: señal de la paulatina extinción de la crítica de cine como elemento conductor del diálogo entre cine y sociedad, entre arte y público. ¿Sigue sirviendo de algo la crítica? ¿Está condenada a desaparecer?

Si muere Cahiers, ¿muere la crítica de cine?

“Desde luego es un punto de inflexión importante”, opina sobre la situación de la cabecera francesa el veterano crítico Jordi Costa, hoy jefe de exposiciones del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. “Creo que el gesto de la redacción de Cahiers habla de integridad. De esos críticos que de repente deciden que es importante mantener la independencia de la voz por encima de la supervivencia profesional”.

“Por otro lado, el gremio de la crítica de cine y en general el del periodismo cultural —en nuestro país—, padece una sistémica precariedad. Con lo cual podríamos pensar que este gesto heroico no lo hemos visto demasiado por aquí. Todos conocemos revistas especializadas en las que hay mucha presencia publicitaria y no vemos que los críticos se levanten contra eso. El nuestro es un contexto en el que es difícil juzgar el alcance de un acto así”, opina Costa.

“Más que un punto de inflexión, estamos ante la consecuencia de algo que lleva tiempo sucediendo en el periodismo en general”, apunta Mónica Jordan, crítica de cine en Imágenes de la actualidad y miembro de la ACCEC [Asociación Catalana de la Crítica y la Escritura Cinematográfica].

“La comunicación corporativa se ha ido comiendo el espacio del periodismo independiente, y la crítica de cine no es ajena a ese fenómeno. Las cabeceras no se sostienen económicamente por sí mismas y los únicos que están dispuestos a invertir dinero en ellas son aquellos que pueden sacar un rédito de su inversión. En este caso, la propia industria del cine”.

“Yo soy muy escéptico respecto a los dictámenes apocalípticos de que si se ha terminado una era o si esto es un cambio de paradigma: soy incapaz de ver las cosas así”, afirma contundente Carlos F. Heredero, historiador, crítico y director de Caimán Cuadernos de Cine —publicación heredera del Cahiers francés, hoy totalmente desvinculada de la cabecera francesa—.

“Nosotros fuimos Cahiers España durante cinco años y a partir de enero de 2012 dejamos de serlo, precisamente para resguardar nuestra independencia”, explica Heredero.

“La puesta en duda de la independencia de la crítica es un tema complicado”, argumenta el director de Caimán. En el caso de la Cahiers francesa, comprada por un conglomerado empresarial con varios productores de cine y contenidos audiovisuales, los miembros de la redacción que presentaron su dimisión afirmaban que “sean como sean los artículos publicados sobre las películas de estos productores, serían sospechosos de complacencia”.

Días después de la dimisión en bloque que sacudió el panorama cinéfilo, el Sindicato Francés de la Crítica de Cine aseguraba que Cahiers no iba a cerrar y que se iba a mantener la independencia de sus profesionales, en un artículo firmado por su presidente Philippe Rouyer.

“Esa es una batalla que siempre habrá que librar”, subraya Heredero, “esta no es una coyuntura nueva, pero hay que esperar que los críticos no se vean condicionados por presiones externas, que efectivamente sería algo que podría dañar el prestigio y la independencia de la crítica”.

“Desconozco, sinceramente, si la independencia de mis compañeros de profesión está coartada de alguna manera”, afirma Desirée de Fez, crítica de El Periódico y parte del equipo del Festival de Sitges. “En mi caso, honestamente, ejerzo la crítica con total independencia, nadie me dice lo que tengo que opinar o escribir. Y dada la precarización, me cuesta creer que no sea la tónica general”, describe. “Lo poco que cobramos actualmente por hacer crítica desactiva de golpe la fantasía absurda de que compran nuestras opiniones. Sinceramente, el caso de Cahiers me parece algo puntual, enmarcado en un contexto muy concreto, y no creo que siente ningún precedente… al menos aquí”.

Rotten Tomatoes y el ámbito de influencia de la crítica

Muera Cahiers du Cinéma o tenga una larga vida, es evidente que la posición de la crítica de cine en el diálogo cultural no ocupa el lugar que ocupó en su momento. La llegada de Internet ha democratizado la opinión experta y la inexperta, al tiempo que se ha popularizado el uso de agregadores de críticas como Rotten Tomatoes [que divide las películas en 'tomates' más verdes cuanto mejores y más rojos cuanto peores los filmes], o plataformas en las que cualquier usuario puede valorar una cinta como Filmaffinity. Un hecho que per se no es ni bueno ni malo. Pero que ha cambiado, como lo hizo Cahiers en su momento, la utilidad, el papel y la visión que el público tiene de la crítica especializada.

“La crítica ha perdido su ámbito de influencia”, sostiene Jordi Costa. “Mucha gente que sigue yendo al cine, se guía por agregadores o páginas en las que el usuario dicta si una película tiene el pulgar hacia arriba o el pulgar hacia abajo. Muy poca gente se toma la molestia de leer críticas. Por eso creo que, desgraciadamente, es un oficio que está condenado a su desaparición como contexto profesional”, aunque añade que, “mientras haya buen cine, seguirá habiendo buenos discursos críticos, lo que pasa es que se harán a la intemperie”.

“Quizás porque soy de la generación surgida con Internet, donde todos opinamos y recomendamos, nunca he visto sentido a la figura del crítico como prescriptor”, reflexiona Mónica Jordan. Según ella, el ámbito de influencia de un crítico no es el mismo que el de Rotten Tomatoes. La labor de un crítico no se limita a decirnos qué peli tenemos que ver el fin de semana: “la recomendación va implícita, pero lo que espero de un crítico es que me señale aspectos de una obra que yo no he visto, o que me ofrezca reflexiones sobre el medio, el autor, la historia…”.

“Lo peor que ha salido de ahí”, opina Desirée de Fez sobre las web agregadoras o las que evaluan las películas por nota, “es la tendencia a la polarización de las opiniones, a convertir a veces nuestras críticas en la versión escrita de los iconos (el tomate de Rotten Tomatoes, por ejemplo) y los porcentajes de esos agregadores: o las películas son obras maestras o son una basura”. Según la crítica de El Periódico, “la gente que está acostumbrada a leer crítica sabe perfectamente a dónde dirigirse y sigue confiando en sus prescriptores aunque se dé sus paseos por Rotten Tomatoes, cosa que evidentemente yo también hago”.

La crítica como algo más que el color de un tomate

Como apunta Desirée de Fez, si la crítica profesional se deja llevar por la polarización de opiniones, por la rapidez del discurso y la recomendación brillante o la descalificación soez, ¿en qué se diferencia del verde o rojo de Rotten Tomatoes?

“En realidad a la industria del cine solo le ha interesado la crítica en la medida en que puede instrumentalizar algunas de sus frases como eslogan promocional”, opina Jordi Costa. “Ahí hay una perversión del uso de la crítica: desde el momento en el que colocas una frase promocional y es irrelevante si pertenece a un crítico respetado o un usuario de cualquier red social, pues de repente la crítica pierde argumentos para con su supervivencia profesional, aunque no para la solidez de su discurso”. Costa sentencia que “siempre hemos sido una especie de Pepito Grillo, ocasionalmente útil para la industria”.

Para Carlos F. Heredero, la posición de la crítica de cine actualmente es complicada de evaluar y se ha visto históricamente lastrada por un equívoco: “nuestra influencia se tiende a medir en función de lo recaudado por las películas, pero es un malentendido”.

Según él, “la crítica no se mide solo en que una película tenga mayor o menor éxito en una taquilla. Se olvida muy a menudo que una buena crítica ayuda a cineastas a desarrollar proyectos en festivales pequeños e independientes, o que se expresa también en el terreno de la programación”, y añade que, “la crítica no es solamente ese texto que sale en un periódico o en una web: también tiene una incidencia directa en la programación en festivales, centros culturales o salas pequeñas. La crítica no se agota en la recomendación del fin de semana”.

“Creo que siguen coexistiendo una crítica más analítica (preocupada por el lenguaje cinematográfico y la reflexión sobre el medio) y una crítica más popular y divulgativa”, opina Desirée de Fez. “La primera es minoritaria, pero eso no es nada nuevo. La otra, tiene un alcance algo mayor y hay que trabajarla. Los vicios son reales, pero no creo que tenga que ver con que seamos vagos y hayamos adoptado los recursos de otros lenguajes, como el publicitario”, describe. “Esta profesión no ha acabado de hacer su transición a Internet. Intentamos entender cuál es la mejor manera de comunicarnos y de llegar al espectador potencial, y eso implica ensayo y error. Pero no soy nada pesimista en ese sentido: de esa búsqueda están saliendo cosas muy interesantes”.

Lejos de querer ser un juego de palabras, la crítica no está exenta de crítica. Las dudas sobre su independencia no son nuevas, pero el crítico como generador de discurso, como mirada y herramienta fundada para pensar y repensar las imágenes, es realmente una rara avis. Pero como rara avis, necesita de profesionales comprometidos que encuentren su propia voz al margen de la nota de Filmaffinity o el color de Rotten Tomatoes. Que no caigan en la tentación de inmediatez que la propia industria demanda.

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