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Ana Rioja: “Las mujeres alcanzan muy tarde un espacio de independencia para crear”

De izquierda a derecha: Marta Navarro, Ana Rioja y Pilar Aguarón.

Ana Sánchez Borroy

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Una semana antes del estado de alarma llegaba a la editorial el manuscrito de “Historias de tres mujeres con sombrero rojo”. El confinamiento obligó a las tres autoras, Ana Rioja (Tudela, 1962), Pilar Aguarón y Marta Navarro, a improvisar la imagen de portada y optaron por un sombrero rojo en un parque desierto. Rioja comenta que simboliza la pasión por la literatura de estas tres mujeres en medio de la soledad más absoluta.

¿Quiénes son las mujeres con sombrero rojo de hoy en día?

Surge porque, cuando Marta Navarro, Pilar Aguarón y yo decidimos poner a nuestros relatos un título, queríamos que dijera algo de lo que se iba a encontrar el lector dentro. Entonces decidimos hablar de “historias”, porque son relatos y con el nexo común del paso del tiempo. Y “con sombrero rojo”, porque somos las tres de una misma generación, cincuentañeras, que nos ha costado mucho llegar hasta donde estamos: conciliar, luchar por nuestros sueños... Es como si en ese sombrero hubiésemos metido toda esa lucha, esa ilusión y esa pasión. Y elegimos el rojo como símbolo de un color que hace que se nos vea, que se nos distinga; porque parece que por ser mujeres cincuentañeras somos invisibles al mundo. Queremos que sea un color rojo que sirva para que nadie nos ningunee ni como mujeres ni como creadoras. El sombrero rojo es el símbolo de nuestra lucha por alcanzar nuestros sueños y de todo el recorrido que llevamos, como mujeres y como creadoras. 

¿Todavía se sigue ninguneando a las mujeres escritoras más que a los hombres?

Sí, es sobre todo una cuestión de doble discriminación. La mujer aún no está en igualdad. Es obvio: en salarios, en cuántas mujeres artistas hay, cuántas exponen.... No ocurre tanto en la literatura porque hay muchas mujeres que escriben muy bien y son muy leídas, pero sí en otros órdenes de la vida. Las mujeres estamos por debajo de lo que sería la igualdad deseable. En el caso de las artes aún es más difícil porque crear implica mayor independencia económica, menor carga familiar. Es decir, si ya es difícil trabajar para una mujer, aún es más difícil crear, porque para sentarte a crear necesitas tener lo que decía Virginia Woolf que aún sigue vigente: una habitación propia, en el sentido de tener tu espacio propio, un espacio de independencia, de tranquilidad, que las mujeres alcanzan muy tarde. Y cuando lo alcanzamos, ya a los 50 años, se nos ningunea o se nos hace invisible por la edad. Parece que lo que no es joven y bello ya no interesa. Pues no. Aquí estamos las mujeres de 50 años más serenas, equilibradas y extraordinarias que nunca. Es una llamada de atención a una sociedad que aún sigue siendo muy discriminatoria en ese sentido, no sólo por sexo sino también por la edad.

Además de disfrutar ya de esa estabilidad que comenta, ¿el movimiento feminista y los últimos 8 de marzo le han inspirado para escribir?

No precisamente porque, en mi caso, no pertenezco a ningún movimiento. Toda mi vida he intentado predicar con el ejemplo: como periodista siempre he intentado trabajar en igualdad con mis compañeros. Lo he conseguido, pero con mucho coste personal y familiar. Entonces no es tanto que nos hayan influido las últimas oleadas de feminismo, que están muy bien para concienciar a la sociedad, sino que nosotras ya lo veníamos practicando. 

¿Qué tienen en común sus relatos, además de la presencia de mujeres?

Las tres escribimos de lo que más nos conmueve. Hay temas comunes como la amistad, la familia, la doble moral, la muerte y sobre todo, por encima de cualquier otra cosa, la libertad. Son relatos en los que nuestras mujeres se hacen fuertes ante la adversidad, quieren ser independientes hasta el final y no perder nunca su dignidad. Hay en los relatos temas muy variados, pero una constante en todos es que nuestras mujeres quieren tomar las riendas de sus vidas, quieren ser libres, tener una dignidad; ya sean personas que se abren a la vida, porque hay historias de gente muy joven, o personas que la abandonan, porque hay algunas historias de gente ya mayor. Incluso hay un relato muy conmovedor de una persona que está muriendo. Estas mujeres no pierden nunca su dignidad y su lucha por sobrevivir ante la adversidad y ser libres.

¿Cómo surge la idea de escribir un libro firmado por tres mujeres?

Fue una cosa muy casual. Nos conocíamos del ambiente cultural aragonés, pero no en profundidad. Habíamos colaborado juntas en varias obras colectivas; eso nos unió más. Y un día, tomando café, Pilar nos dijo que tenía unos relatos sobre el paso del tiempo que quería publicar y nos preguntó qué editorial le aconsejábamos. Entonces yo le dije que yo también tenía unos relatos con los que quería hacer un libro, pero me parecía que tenían más valor si iban acompañados de otros. Marta también tenía unos relatos sobre el tiempo, la mujer, la edad, el compromiso social. Nos leímos cada una los de las demás y decidimos escribir el libro. Son relatos muy diferentes pero con los nexos en común que comentaba.

¿Han leído más durante el confinamiento? ¿Confían en que el hábito por la lectura que algunos han recuperado con el confinamiento se mantenga?

Como decía Ana María Matute, pobre de aquél que no lea con los tiempos de soledad que nos esperan. La lectura es un bálsamo para el espíritu, una compañía y, sobre todo, es redescubrir otros mundos. Creo que hemos leído más los que leíamos ya. La gente se ha aproximado a la lectura, pero a otro tipo de lectura no tan profunda. Creo que seguimos leyendo los mismos pero que, como hemos tenido mucho tiempo, hemos leído más.

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