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“Para proteger a nuestras familias en Siria, nos autocensurábamos fuera”

La activista siria Leila Nachawati en un acto de promoción de su primera novela, 'Cuando la revolución termine'

Alba Aragón Álvarez

Ya nadie habla de revolución y menos en Siria. Atrás quedaron las primaveras árabes de las que este año se conmemora el quinto aniversario. Una neblina de bombas, bandos y cifras lo enturbia todo y apenas nadie sabe qué pasó en ese país antes de que decenas de miles de personas arribaran a nuestras costas. Ya nadie recuerda qué fue de la revolución siria, cuándo empezó y si algún día acabará. La primera novela de la activista hispano-siria y cofundadora de medios ciudadanos como @SyriaUntold, Leila Nachawati, tiene un poco de todo eso.

Ambientada en el año 2011, Leila, de madre gallega y padre sirio, reconstruye a través de sus protagonistas el relato olvidado de las protestas políticas en Siria. Cuando la revolución termine recorre la evolución del país desde las movilizaciones pacíficas que desafiaron a una dictadura de décadas hasta la guerra que vive hoy.

Leila nos habla de su infancia en Damasco, de la complicidad de las potencias internacionales en la guerra, de la psicosis provocada por el régimen más allá de sus fronteras, del miedo y de los crímenes del presidente sirio, Bashar al Asad. Todo ello en una entrevista que hubiera sido impensable hace cinco años porque el 2011 rompió el silencio que pesaba sobre el país. “Fue el año en que dijimos basta”.

¿Por qué hacer ahora un libro sobre la revolución tras años como activista y como colaboradora en varios medios desde los que abordaba la realidad siria?

Después de cinco años me daba la impresión de que cuanto más lo contamos menos se entiende. La cobertura mediática no está contribuyendo a aclarar la situación en Siria, sino al caos, también porque dentro hay una situación muy peligrosa para entrar. Prácticamente no hay corresponsales extranjeros y es difícil contrastar desde fuera lo que cuentan las fuentes internas. Los artículos añaden al ruido e incluso aquellos hechos que antes se presentaban como incuestionables se han convertido en opinables.

¿Por qué se ha limitado a narrar el año 2011 en lugar de seguir avanzando en el tiempo?

En realidad, el protagonista de la novela es el 2011, el año que nos cambió la vida. Fue un año de esperanza y eso se vivió también en España, con el 15M. Un año en el que superábamos la apatía, en el que “dormíamos, despertábamos”. El 2011 fue ese despertar ciudadano que marcó un antes y un después. Un antes de la represión, las dictaduras… Y me gustaba centrarme sólo en el 2011, sin entrar más allá, porque me parecía importante contar cómo empezó todo para saber cómo estamos ahora.

Hay una escena del libro en la que explica que uno de los motivos que empujó a su familia a salir de Damasco fue el hecho de que el régimen de Al Asad comenzaba a “lavarle el cerebro”.

Imagina qué sentía mi madre, una gallega que vivía en Damasco durante los 80, cuando veía a su hija repetir y repetir mantras de culto a un líder. Una cosa que aparece en la novela y que yo viví es el terror a través de los niños. En los colegios, como se hace siempre en los regímenes fascistas, a los niños se les sonsaca para saber de qué hablan sus padres, sus familias. Si los niños sueltan algo, por ejemplo que critican al presidente o algo así, al día siguiente desaparece el padre. Los niños se convierten en una fuente de información valiosísima y eso contribuye a que los padres no cuenten nada delante de ellos. Y en mi caso igual, no se atrevían a hablar abiertamente delante de mí por si yo contaba algo.

Me ha llamado mucho la atención esta frase: “Hubiésemos crecido fuera o dentro del país, habíamos interiorizado que el Gobierno de Siria era innombrable”.

Desde siempre el Gobierno ha sido muy inteligente en el uso de redes de espías en todos los países donde hubiese una comunidad siria. En España también hay lo que se conoce como informantes sirios, que tienen trabajos normales (un taxi, una panadería), pero que ejercen como informantes para el Gobierno.

Pero lo de menos es que haya un espía físico porque si tú tienes interiorizado el miedo, lo que se puede decir y lo que no, por mucho que te cambies de país no vas a superar esa barrera psicológica tan fácilmente. El miedo es muy poderoso, bajábamos la voz por costumbre, porque tienes interiorizado el peligro para tu familia al hablar de ciertos temas. Si sales en un periódico español o alemán criticando al régimen eso puede tener consecuencias para tu familia de Homs, Alepo o Damasco. El régimen los castiga, los tortura o los mata. Y más en un país como Siria donde todas las familias se conocen. Entonces, para proteger a nuestras familias dentro, hacíamos autocensura fuera.

¿Qué hay de real en los relatos de torturas, detenciones y asesinatos que aparecen narrados en la novela?

Algunas veces he alterado algunos de los relatos por propósitos narrativos o para proteger a ciertas personas, pero están inspirados en hechos reales. Y, de hecho, la historia de la mujer que se alistó en el Ejército Libre Sirio tras perder a sus tres hijos es una conocida mía. Perdió a sus hijos uno detrás de otro, pero antes le dijo al que estaba haciendo por obligación el servicio militar: “Si te ordenan disparar, prefiero que te dispares a ti mismo porque no te voy a perdonar (y tú tampoco) matar a un hermano tuyo que no te ha hecho nada”.

Los casos de torturas que aparecen en la novela están basados en entrevistas que hice con gente que ha estado en las cárceles. Por ejemplo, la historia del chaval al que le cortan las piernas sin necesidad es muy conocida. En el año 2013 conocí al médico que lo atendió y lo que me contó es lo que aparece narrado.

Ahora mismo está participando en una campaña para la liberación de uno de los presos del régimen, Bassel Khartabil.

Es un amigo y el fundador del Creative Commons sirio. Gente como esta, que ha sido detenida por el régimen, te demuestra que el enemigo tanto de Al Asad como de los grupos extremistas, por ejemplo el ISIS, son los pacifistas, los librepensadores, la gente que puede cuestionar una dictadura. Es decir, los dos han cargado y se han encargado de destruir a toda la gente que podía suponer el futuro de Siria porque tanto Al Asad como ISIS necesitan decir: la única alternativa real de Siria soy yo. De esta manera, tenemos que elegir entre una dictadura barbuda o una dictadura de traje y corbata.

En el libro señala que los investigadores se refieren a Siria como el conflicto más mediático de la historia, incluso el propio texto está cargado de enlaces y referencias a archivos audiovisuales. ¿Qué papel cree que jugó la tecnología en las revoluciones? 

Creo que ha jugado un papel fundamental como herramienta movilizadora de una gente que no habría podido encontrarse en el espacio físico. También se critica en la novela la fascinación con la tecnología que eclipsa otros aspectos, cuando se tratan las cosas como si fuesen videojuegos o cosas virtuales, pero la sangre es real.

¿Tras cinco años de revoluciones qué queda de ellas, especialmente en países como Libia, Yemen, Egipto o Siria?

Queda un deseo de cambio que antes no veíamos. Lo que estamos viendo ahora es que las fuerzas más reaccionarias están intentando ocupar el vacío de poder dejado por las dictaduras. El problema es que había dictaduras tan enquistadas que cuando caen no hay una alternativa construida, entonces es muy fácil que entren las fuerzas más extremistas, tiránicas.

Por otra parte, sigue habiendo iniciativas, lo que pasa es que el enfoque mediático está en los que destruyen no en los que construyen o reconstruyen. Ahora tenemos refugiados de la región por todas partes y parece que no entendemos de dónde vienen, ni por qué, ni que son sujetos políticos. Oyes continuamente que los refugiados sirios huyen de ISIS, cuando estos solo representan un 10% y el resto viene por los barriles dinamita que lanzan Al Asad y Rusia. Me da la impresión que hay un doble rasero. Todo lo que tiene que ver con ISIS nos fascina de una forma morbosa y perversa y luego las atrocidades del Gobierno de traje y corbata nos cuesta verlas.

¿Qué ha fallado en la revolución siria?

Se ha aliado el mundo entero para que no triunfase una alternativa a lo que había. Los principales actores que han contribuido a la actual situación de Siria son Rusia e Irán, así como Estados Unidos es el responsable del desastre de Irak. Ambos se empeñaron en reforzar un régimen genocida contra el que la gente se estaba levantando, que mataba niños y torturaba. Y cuando sostienes algo así la gente pasa de pedir protestas pacíficas a radicalizarse, a las armas. Es un claro caso de cómo un movimiento pacífico se pervierte por los intereses de las grandes potencias.

¿Qué tiene que pasar para que acabe la guerra?

Tiene que caer Al Asad y que pague por sus crímenes, que se cree una fuerza terrestre de lucha contra el ISIS de sirios y sirias, no botas extranjeras. Pero eso solo puede pasar cuando caiga un régimen que bombardea a la resistencia contra Al Asad y el ISIS.

¿Los activistas habrían iniciado la revolución en Siria sabiendo lo que iba a pasar después?

Creo que esa es una pregunta trampa porque estamos pensando desde nuestra perspectiva que antes estaban mejor, y claro que antes estaban mejor que un país destruido, pero eso no legitima una dictadura. Al contrario, eso te demuestra hasta qué punto esta dictadura era atroz. Es como por ejemplo el caso de los republicanos en España, en ese momento luchas por lo que crees justo.

Esta semana nos hemos levantado con la noticia del desalojo del campo de refugiados de Idomeni.

Yo creo que esa es la imagen de la decadencia de Europa, del fin de idea idealizada del continente de los valores y los derechos. Todo lo que hemos vivido en los últimos meses es el reflejo de una Europa que delega su responsabilidad, que se la endosa a Turquía. Además, estas imágenes nos demuestran que, aunque las guerras y los genocidios se produzcan en un país, son globales.

Aunque este martes ha llegado a España el primer grupo de 20 refugiados reubicados desde Grecia, hasta el momento solo habían llegado al país 18 personas.

Es vergonzoso que España esté a la cola en asilo político. Ha sido siempre así, por ejemplo con Irak cuando España participó activamente en la destrucción del país. Es la muestra de la falta de responsabilidad y de solidaridad, además es bastante vergonzoso que Europa tenga que darte un toque por no haber cumplido con tus compromisos.

¿Por qué este título: Cuando la revolución termine?Cuando la revolución termine

Es una frase que repiten mucho los personajes de la novela y también los árabes que vivieron las revoluciones. Ellos dejaron su vida en pause de alguna manera: sus carrera, sus relaciones, sus trabajos... para retomarlos cuando la revolución termine. El título va también con doble sentido, porque la revolución es un proceso que ni siquiera ha logrado cuajar. Es una declaración de intenciones y a la vez es frustrante porque no se ve la luz al final del túnel.

Entonces, ¿ha fracasado la revolución?

Yo diría que muchas revoluciones en la historia fracasan y que el régimen de Al Asad y las potencias internacionales han aplastado todos los deseos de libertad y justicia del pueblo sirio. Han acabado con una revolución legítima. Pero eso no deslegitima a los que la han hecho.

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